MI VIAJE AL RIF DESDE MELILLA. ANNUAL DE NUEVO
Como ya dijimos en la entrada anterior, tras dos días de ir calle por calle en Melilla, me toca pasar la frontera.
Mapa del Rif.
Primer día: me atrevo a ir al Rif
Es domingo. El día anterior un rifeño me hizo ir a su bazar a intentar venderme el aire. Le saqué que un amigo suyo de Nador (la población a unos 10 kms de la frontera donde fueron aniquilados también soldados y civiles españoles aquellos días y que no tiene gran interés de visitar) me fuese a buscar a las 8 de la mañana para llevarme al Annual.
Pues bien, a las 7,30 desayuno mis porras en un bar típico español pero atendido por “riffis”. Lo de riffi es el mote que dan los árabes a los rifeños. Me voy al lugar convenido. Dan las 8,15. Nadie. Pasa un coche de Guardia Civil y se me quedan mirando los agentes. No es normal un tío parado una mañana temprano de domingo. 8,30…8,45, ná de ná. Ya me creo que he sido víctima de un plantón. Se me acercan los Nacionales y me piden la documentación. Cara de asombro al ver un peninsular cuando pensaban que era un morito.
A las 9 abre el bazar de al lado. Le pregunto y me dice que los que hablé el día anterior viven en Marruecos y los domingos no les dejan pasar a Melilla, que eran gente de poco fiar. El señor es musulmán de unos 65 a 70 años.
-Aquí en Melilla no hay formalidad. Le han dado plantón. Con Franco no pasaba esto. En Marruecos el rey los tiene firmes y ni rechistan.
Decido irme a Marruecos solo. En la frontera me lo pienso, me da corte. Llego a la raya y el Policía Nacional me dice que no tiene por qué pasar nada. Paso la raya y llego a la caseta marroquí y relleno los papelitos de rigor. Unos metros más y estoy en Beni Enzar, pegado a la misma verja. Estoy en la aldea de Ben Mizzián.
Nada más llegar, los pícaros de turno me abordan:
-Espaniol espaniol, Espanna bien, viva Espanna. ¿Querer taxi?
-Quiero un taxi a Annual.
-Ven amigo ven. ¿De donde de Espanna eres?
-Madrid.
-Madrid bien.
Me lleva a una tienda de las que había en España en mi niñez en los pueblos, tienda de ultramarinos, con todo tipo de cachivaches, la mayor parte traídos de Melilla: leche Pascual, betún Búfalo, pañuelos Clenex etc etc. Le doy 30 euros hasta Annual, a unos 50 kms de distancia.
-Amigo darme euros, yo te llevar a taxi – me dice el golfo de la calle.
Le doy diez euros que no le hacen gracia: estos golfos intentan sacarte lo que pueden. Los europeos somos para ellos como euros andantes.
El típico Mercedes del año catapún me lleva. Como siempre: llave inglesa para abrir la ventanilla, problemas de arrancar el coche y el hermano del taxista de conductor acompañante: no se fían de mí, un occidental desconocido que les propone ir a una aldea perdida. Empezaba una ruta de muerte que muchos jóvenes reclutas, hijos de jornaleros y obreros, no la volverían jamás a repetir de vuelta, al menos entera, pues el que se salvó de Annual caería en Izzumar, o en Drius, e en Arruit, o en Nador. Los pocos tocados por la fortuna llegaron a Melilla.
Le digo que pare en Ben Tieb, lugar de una de las matanzas. Preguntamos por el ambulatorio. Es un edificio viejo, levantado en tiempos del Protectorado. ¿Por qué voy allá? Entre 1941 y 1945 mi difunto padre estuvo allá de practicante militar poniendo inyecciones a los rifeños y otras aventurillas que me contaba en mi infancia. En Ben Tieb entramos en una tetería muy grande. Esto sí es África de verdad: abarrotado, todos hombres, casi todos en chilaba, sentados en el suelo en alfombras, televisión de muchas pulgadas de pantalla plana con parabólica de otras televisiones árabes con bailes de mujeres de buen ver bailando danzas algo eróticas tipo danza del vientre. Eso sí era el exotismo de verdad. El camarero me ve como consulto mi libro y mapa de la batalla y se sonríe. Seguro que estará acostumbrado a ello.
En medio del paisaje desolado y desértico atravesamos los desfiladeros de Izzumar, aquellos terribles donde estuvo la segunda ratonera de los soldados españoles despavoridos: recordamos qua allá llegaron los primeros huidos de Annual y en unas dos horas murieron más de mil. Me imagino morir en aquellos infiernos abrasados por un sol de justicia.
El paisaje agosteño, con un sol de justicia abrasa algunos pequeños sembrados verdes. Pasamos de largo el caserío de Annual y llegamos a un pequeño montículo donde aparece una piedra blanca muy simple con lápidas en árabe. Ese era el lugar exacto donde debió de estar la tienda de Silvestre.
Monumento a la batalla de Annual.
Los dos hermanos leen con dificultad el árabe (son rifeños) y se sonríen y me traducen algo. La lápida está inflada -como dijimos- para ensalzar el triunfo de las kábilas de Abd el Krim.
¿Podría ser de otra forma? Imaginemos lo siguiente: un historiador francés atraviesa Despeñaperros y llega a Bailén. Solicita que un taxista le lleve al lugar de la histórica batalla. Si el taxista andaluz lee el desastre francés, ante un francés, ¿no se sonreiría?. Creo que sí. Es normal, nosotros fuimos los invasores, no lo olvidemos. Los gabachitos del Pepe Botellas también nos venían a librar el Antiguo Régimen. La respuesta española ya la sabemos: guerra a muerte contra el invasor. Lo mismo ellos.
Empezamos la vuelta a Melilla, voy a recorrer la ruta que muchos harían despavoridos y del que muy pocos llegaron vivos a Melilla y traumatizados de por vida. Tras comer en un chiringuito de Dar Drius, lugar de otra matanza, llegamos a Monte Arruit. No queda nada, ni rastro de los que pudo ser el fuerte de la hecatombe. Un vejete con su chilaba y un cubo de sombrero típico está sentado y aburrido con su bastón inmóvil. Nos acercamos a él y dice en cherja lo que ocurrió. Los taxistas me lo cuentan. Calculo unos 70 años o más, por lo que de niño debió de oír aquellos sucesos tan trágicos.
Volvemos a Beni Enzar y atravieso la verja de nuevo a Melilla. He quedado con él para el día siguiente. Ya cumplí mi deseo de hacer esa ruta de la batalla.
Segundo día: un veterano del que saco un tesoro de información
El lunes sería el día grande como sorpresa. Vuelvo a cruzar la frontera y esquivo al golfo del día anterior, pues ya sé la tienda a donde tengo que ir. Esta vez ya vamos el taxista y yo, por lo que se ve ya soy de fiar. Hoy es lunes y voy a ir al cabo de Tres Forcas. Me cobraría menos, pero ya diré la trampa que me urdiría, trampa que años después me harían en Ecuador.
Salimos hacia el cabo. Al poco encontramos a un señor mayor por la carretera paseando, un señor de unos 80 años, vestido con guayabera, de pelo blanco y ojos azules y gafas de pasta gruesa marrones claras. Cualquiera lo tomaría por andaluz o español. Se mete en el coche y nos iba a acompañar parte de la excursión. Era el tío del taxista. Hablaba perfecto castellano con acento andaluz. Presento al personaje.
Se llamaba Mimoun, había sido legionario en los años 40 y conocía por supuesto España de cabo a rabo. Lo mejor es que era ilustrado y ya quisieran saber muchos españoles la historia de España que el había leído. Era un tipo de mentalidad moderna como cualquier vejete español picarón como él.
El cabo de Tres Forcas es espectacular: una península rodeada por un mar Mediterráneo azul turquesa, limpio y cristalino, muy lejos de la suciedad de la cercana costa andaluza. Un faro de la época española lo corona. Más adelante llegamos a calas vírgenes como imagino que serían las costas españolas hace unos 60 años, antes de la invasión turística y de los empresarios del ladrillazo.
Cabo de Tres Forcas.
Las anécdotas fueron muchas. Destaco las más interesantes. Me dice que los andaluces le caen mal porque son árabes y mala gente: los castellanos son bereberes y mucho mejores personas. Es progresista y antiimperialista según me dice. Tampoco acepta el islamismo radical, aunque me habla del mundo y la injustamente repartición de la riqueza, lo que hace que sea entendible el fenómeno del entonces fugitivo y carismático Bin Laden.
Llegamos hacia mediodía a un chiringuito tipo barracón con muy pocos bañistas. Allí el taxista sobrino se arrodilla algo apartado. Es la hora del rezo musulmán. El viejo pasa y se enchufa un vasazo de sangría. El camarero le conoce y ya sabe que le debe dar esa sangría a escondidas.
-A ver si no me ve mi sobrino, me regaña por tomar alcohol, jajaja, él se lo pierde, el placer de esta bebida española. ¿Usted no bebe siendo español?.
-No, ahora no, solo vino comiendo a veces y sin ser bicho raro ni a escondidas como acá.
-Mire usted, los rifeños somos musulmanes verdaderos, no como las árabes, violentos y falsos. Nuestros cinco puntos de nuestra religión no dicen nada de matar cristianos no nada de eso, son los árabes los malos y la malvada dinastía que nos gobierna, corrupta e hipócrita.
Apenas deja hablar ni intervenir. Habla por los codos.
-¿Ve aquél morabito? Los muy tontos se creen que se entierra ahí un santón musulmán, cuando en realidad está enterrado un soldado español de la guerra de 1893. ¡Qué tontos son los muy ignorantes!
* Morabito es como un enterramiento cuadrado, blanco de cal con cúpula semiesférica donde se entierra a personas tenidas por santas. Es una desviación del Islam puro, pues tiene reminiscencias bereberes paganas y preislámicas.
El viejo Mimoun desiste bañarse desnudo en la playa. La verdad es que este tipo en un país occidental sería el típico viejo ácrata cachondo mental. Les invito –como siempre- a comer un conejo al ajillo en el chiringuito que me recuerda a los antiguos de la España de mi niñez en los años 60 y 70.
Tras dejar al viejo, seguimos por Charrane, aldea marítima. Ahí se monta un amigo del taxista. Está de vacaciones. Es un albañil que llegó a Barcelona a inicios de los 80 y ya habla bien el español. Se está construyendo una mansión con vistas al Mediterráneio para cuando se jubile y vuelva. Un té verde con hierbabuena sabe super, no como el aguachirli que dan en las teterías españolas.
Volvemos los dos a Melilla por Farkhana, aldea pegada a la verja occidental de la frontera. En el lado marroquí del pinar de Rostrogordo, me dice que levante rápido el cristal: salen como de la selva muchos negros subsaharianos que se ve que estaban haciendo escaleras. Meses después eran los que con esas escaleras intentaron saltar la valla y se enfrentaron a los soldados españoles de la frontera. El espectáculo era increíble, con una valla de por medio, en pocos metros se veían dos mundos: el “primero” y el “tercero”. Estaba en la frontera más desigual del mundo, mucho más cutre que la de México con USA.
Y todo lo bueno acaba. Vuelta a Melilla y vuelta a Madrid al día siguiente en avión. Antes decir una anécdota en la frontera: un grupo airado de rifeños intentaba entrar en Melilla. Yo estaba en medio.
-Formen bien la fila, ¡coño! – dice el Policía Nacional antidisturbios.
-Oiga soy español.
-Ah claro, pase pase. Comprenda estos modales, pero no hay manera con ellos. Esperemos que no se forme una turba incontenible y nos invadan. Pase caballero y bienvenido.
Dos libros de la época, escritos por testigos de esta guerra inútil, comentaré en la próxima entrada: una novela y unas memorias: Imán de Ramón J. Sender y La forja de un rebelde, de Barea, aprovechando este noventa aniversario que se cumple en estos días de finales de julio e inicios de agosto de este 2011.