miércoles, 23 de noviembre de 2011

LAS ELECCIONES EN ESPAÑA (3ª PARTE)


1893: TRIUNFO REPUBLICANO EN MADRID EN PLENA RESTAURACIÓN

Exponemos aquí un ejemplo de elecciones a Cortes en Madrid en 1893. Es un brevísimo resumen un capítulo de mi trabajo o tesina de licenciatura en 1985 en la Universidad Complutense: Sociología electoral de Madrid, 1891-1901. En estas elecciones la máquina caciquil no puede impedir un aplastante triunfo republicano en todos sus distritos, sean acomodados como muy pobres. Un triunfo republicano precedido de una campaña electoral eufórica y confiada que parecía entrever una próxima proclamación de una II República.
Habrá lectores que no conozcan Madrid o la conozcan superficialmente. De todas formas es un trabajo que permite acercarse a la historia cotidiana de aquellos días y al ambiente de aquellas elecciones vistas en la entrada anterior.
La madrileña Puerta del Sol, centro social de la capital
COYUNTURA POLÍTICA NACIONAL
En 1892 el país está sumido en una grave crisis económica, complemento de la Gran Depresión europea de finales del siglo XIX. En diciembre de 1892, Cánovas presenta su dimisión a la reina regente. El Partido Conservador tiene una crisis interna originada por el enfrentamiento entre Cánovas y Silvela, que solo se resolverá al morir aquél y acceder Silvela a la jefatura del partido. El día 11 Sagasta tiene el encargo de formar un nuevo gobierno. El 5 de enero de 1893 se disuelven las Cortes y se convocan nuevas elecciones anticipadas para el día 5 de marzo. Por primera vez Sagasta organizaría unas elecciones mediante el sistema del sufragio universal masculino como presidente del gobierno.
La población española tenía un desencanto hacia el sufragio universal tras el bulo de las elecciones de 1891. Se adivinaban por igual un radicalismo y un abstencionismo ante estas elecciones.
A la izquierda del régimen se sitúan los republicanos y los socialistas, dado el retraimiento del anarquismo. Los republicanos estaban recuperándose del fracaso de 1873 y habían logrado la coalición Unión Republicana, la cual reunía  tanto a los centralistas de Salmerón como a los federales de Pi Margall y los viejos radicales de Ruiz Zorrilla. Incluyen en su ideario ideológico aspectos sociales por primera vez, en un claro intento de captar el voto del cada vez más influyente movimiento obrero. El PSOE, por su parte, rechaza el republicanismo por considerarlo burgués, y se autoconsidera único valedor del proletariado.
A la derecha de los partidos turnantes se sitúan los carlistas. Estaban escindidos en tradicionalistas e integristas. Aunque representaban a algunos ultras de cualquier parte del territorio español, sus esperanzas estaban puestas tan solo en el País Vasco y Navarra, su ya viejo feudo desde 1833. Aunque estaban ya muy desmovilizados para intentar una cuarta guerra, hubo una intentona muy tímida en 1898, cuando el desastre. Habrá que esperar a la guerra de 1936 para su movilización armada. Esos años se estaba gestando ya el nacionalismo vasco (nació el PNV en 1895) que iba a ir desplazando lentamente al viejo movimiento realista.
El resultado fue de triunfo electoral del Partido Liberal de Sagasta como era predecible. Los conservadores serían los grandes derrotados por esa crisis entre silvelistas y canovistas. Sin embargo, y aquí radica la importancia de estas elecciones, será  la victoria moral de los republicanos. Han ganado en las grandes ciudades (Madrid, Barcelona y Valencia), en la Cornisa Cantábrica y se refuerzan en la Meseta, aunque pierden el sur. La maquinaria caciquil había fallado esta vez. El PSOE tiene unos resultados irrisorios: el voto obrero es republicano. Aún no tiene una conciencia política de clase bien formada.
LAS ELECCIONES EN MADRID
Descripción social de los diez distritos municipales madrileños
Este artículo quiere demostrar que el voto está condicionado por las condiciones de vida de los votantes. Por ello es necesario acercarnos a esos distritos madrileños y sus condiciones sociales. El Madrid de los años 90 del siglo XIX es una ciudad en crecimiento, aunque sin seguir el modelo de las otras capitales estatales europeas. Cuenta con casi medio millón de almas. Y hace pocos años que la ha dejado de ser una villa del Antiguo Régimen y está en proceso de convertirse en metrópoli peninsular junto a una mayor y mejor urbanizada Barcelona. Una ciudad dual, con escasa industria, tan solo grandes talleres sin aún un proletariado organizado como el vizcaíno o barcelonés. Domina una minoría acomodada: la nobleza de provincias que reside temporalmente en Madrid y una alta burguesía también de provincias que en Madrid tiene la sede de sus altos negocios empresariales. La burguesía madrileña local es de menor calado económico con sus pequeñas empresas y talleres casi artesanales.
Una capa de funcionarios asociados a la capitalidad y a los servicios urbanos, con una débil clase media, es la capa que separa de la gran mayoría de trabajadores, jornaleros, vagabundos, mendigos y marginales sin ideología: lumpen que pulula por las calles y que retrata perfectamente Galdós en sus novelas Misericordia o Miau entre otras.
En 1893, Madrid cuenta con diez distritos municipales mal distribuidos, a la espera de una nueva reordenación a inicios del siglo XX. Una ciudad con barrios de gran urbanismo y alto nivel de vida junto a unos barrios sórdidos, con unos índices de analfabetismo o mortalidad propios de varias centurias anteriores más que del casi siglo XX. Todavía muchos ricos residen en el centro urbano, aunque se nota ya el desplazamiento lento al nuevo barrio del Ensanche, el distrito de Buenavista, hoy conocido como “barrio de Salamanca”, aquel que promocionase el marqués de su nombre, y que diseñase Antonio María de Castro con plano cuadriculado a finales del reinado isabelino. Más allá del Ensanche se van formando barrios periféricos con un urbanismo muy deficiente que acoge a una gran masa de inmigrantes sin cualificar del centro peninsular y de la cornisa cantábrica. El sur del viejo casco histórico está ya construido y con las mismas malas condiciones de vida que esa naciente periferia o extrarradio. Vemos en el mapa adjunto -aunque de 1916 y publicado por el Instituto Geográfico Nacional- la localización de los distritos. Distinguimos tres grupos de distritos madrileños según varios parámetros sociales como inmigración, analfabetismo o estructura socio-profesional.
Mapa de distritos municipales de Madrid en 1893
sobre el Mapa Topográfico Nacional de 1916.

1. Centro
2. Palacio
3. Universidad
4. Hospicio
5. Buenavista
6. Congreso
7. Hospital
8. Inclusa
9. Latina
10. Audiencia

Un primer grupo estaría formado por los distritos ricos y acomodados: Centro, Congreso y Buenavista. Comprenden zonas céntricas y orientales de la ciudad. El extremo oriental de Buenavista tenía barrios populares como Prosperidad o Guindalera. El analfabetismo es bajo, sobre todo en Buenavista, con apenas un 25%. Abundan los rentistas, los comerciantes, abogados y clases medias. Las clases populares están representadas por los sirvientes de los abundantes palacios de sus barrios. La inmigración es alta aunque no hay inmigrantes pobres, sino burgueses y nobles de provincias aquí asentados.
El grupo medio -o de transición- es el formado por Palacio, Universidad, Audiencia y Hospicio. Palacio tiene un alto analfabetismo (más de un tercio). Hay muchos nobles rentistas en los abundantes palacios, incluido el Real o de Oriente con la Casa Real. Escasean los comerciantes y abogados. Los criados y jornaleros proceden de las dos castillas fundamentalmente, seguidos de andaluces, asturianos y gallegos. Universidad, Audiencia y Hospicio tienen características similares al de Palacio. Los cuatro distritos tienen barrios céntricos y próximos a la Puerta del Sol. Envuelven a la ciudad por el oeste y el norte.
El último grupo de distritos pobres los forman los tres que cierran la ciudad por el sur, en las riberas del Manzanares: Hospital, Inclusa y Latina. Inclusa, el actual barrio de Lavapiés, es el más pobre de la ciudad, el peor equipado, con mayores índices de mortalidad. El analfabetismo roza el 50%. Prácticamente no hay clases medias ni altas. Los jornaleros son el grupo profesionalmente dominante, sin apenas haber criados por la falta de casas acomodadas. Con una inmigración paupérrima de provincias centrales y del noroeste, es el distrito típico de votantes republicanos y socialistas. Los otros dos distritos son parecidos a Inclusa, pero sin situaciones tan acusadas.
La "corrala" la casa popular madrileña en el barrio de Lavapiés,
en el popular distrito de Inclusa.
Las candidaturas
Por el Partido Liberal no hay nobles entre los seis candidatos a diputado, pero sí pertenecen a la alta burguesía. Presenta tres grandes propietarios residentes en Audiencia, Centro y Congreso. Un banquero en Buenavista, un abogado en Hospicio y un comerciante en Universidad.
Uno de ellos: Cándido Lara y Ortal. Madrileño, nacido en 1839 y conocido como el carnicero de Antón Martín. Residía en Audiencia. Era contratista de limpiezas y riegos del Ayuntamiento. Obtuvo grandes beneficios en el suministro del ejército liberal en la segunda guerra carlista. Sus grandes fincas le daban una renta de 85.000 pesetas. Además era empresario teatral, propietario del aún abierto Teatro Lara en la Corredera Baja de San Pablo.
En el Partido Conservador vemos tres nobles residentes en Palacio, Buenavista y Centro. Un propietario, un arquitecto, ambos de Buenavista, y un abogado de Hospicio completan la lista del partido.
Veamos ahora la lista republicana. Sus miembros pertenecen a las clases medias acomodadas, esa “otra burguesía”. Los seis residen en Palacio, Congreso y Buenavista. Pi i Margall, Nicolás Salmerón y Manuel Pedregal, son abogados. Junto a ellos hay dos médicos: los doctores Esquerdo y Eduardo Benot. Manuel Ruiz Zorrilla, el sexto candidato, es un propietario en el exilio.
Francisco pi i Margall, el viejo presidente federalista de la I República.

El PSOE sí que es un partido proletario. Cuatro de sus miembros son albañil, moldeador, panadero y tipógrafo. De los dos restantes vemos a Pablo Iglesias, gallego de El Ferrol, antiguo tipógrafo, pionero del socialismo español, marxista y opuesto al anarquismo, es ahora periodista y director de El Socialista. Reside en Hospicio. El doctor Jaime Vera, fundador del partido con Iglesias en 1879, reside en el distrito de Hospital.
La coyuntura madrileña en el invierno de 1893
El mes de febrero de 1893 es el vigésimo aniversario de la proclamación de la I República. El viernes 10, en el desaparecido Teatro Martín de la calle de Santa Brígida, hay un mitin republicano al que asisten numerosos correligionarios. Los abucheos y gritos contra la monarquía arrecian. La policía interviene, lo disuelve y se producen cargas durante toda la noche por el centro de la capital.
El sábado 11 hay comidas pacíficas en restaurantes y cafés de todo Madrid conmemorando el histórico aniversario.
El día 16, el alcalde, el conde de San Bernardo, prometió la bajada del precio del pan. Se descubre su adulteración, impidiendo a los inspectores municipales investigar los fraudes. El diario republicano EL PAÍS lo acusa de electoralismo barato.
El entonces alcalde madrileño: el conde de San Bernardo

El día 18 se inicia una huelga de fosforeros ante la carestía de la vida. El día 19 se despide a un número de funcionarios sobrantes. Por fin, el 24 hay una manifestación de los obreros y jardineros que construían el Parque del Oeste. Se había producido un temporal de nieve y viento que obligó a detener los trabajos. Al ser jornaleros, se quedaron sin cobrar su paga.
LA CAMPAÑA ELECTORAL
La prensa es el vehículo para seguirla. El País (republiacano), El Imparcial, El Socialista, El Liberal, La Época (conservador), y El Siglo Futuro (carlista-integrista), son los principales diarios de la capital. En sus páginas destacamos varios aspectos.
El diario El Imparcial, diario independiente.
Fundado por Eduardo gasset y Artime en el Sexenio
Los manifiestos
El País publica un manifiesto el día 24 de enero. Comienza insinuando la validez de cualquier método (incluido el pronunciamiento militar) para la proclamación de la II República. Tras ello abrir un proceso constituyente. Continúa atacando al sistema del turno y a la Constitución de 1876 y su inutilidad ante la grave crisis económica con las únicas soluciones de las subidas de impuestos a las clases obreras. También alude a los abusos militares en las colonias impropias de los modernos tiempos. Lo firman los conocidos republicanos como Pi i Margall, Gumersindo de Azcárate, José María Esquerdo, Manuel Ruiz Zorrilla o Nicolás Salmerón entre otros.
El 20 de febrero, El Imparcial publica un manifiesto socialista a los jornaleros de Madrid. Junto a las medidas socializantes de la propiedad pública de los medios de producción, pide entre otras demandas, la abolición del Ejército y armar al pueblo, la justicia gratuita, abolición de la pena de muerte, confiscación de los bienes del pueblo, jornada de ocho horas, prohibición de trabajar a menores de 14 años, o la igualdad de salarios entre los dos sexos. Concluye el manifiesto con un duro ataque a los republicanos, poniendo como ejemplo a los Estados Unidos o Francia como modelos de represión del obrerismo. El Socialista, el día 24, complementa este manifiesto con más ataques a los republicanos.
La crisis económica
El País, el 22 de febrero, plantea la necesidad de solucionar la crisis económica. Propone reformar el Código de Comercio, responsable de las quiebras de comerciantes madrileños y las suspensiones de pagos. El día 27 expone la necesidad de reordenar la caótica administración.
El Imparcial del 3 de marzo informa de un mitin del Partido Liberal en el que exponen sus políticas reformistas frente a los ataque republicanos. Un asistente contestó y protestó violentamente ante los ataques a los republicanos y hubo de ser expulsado por la policía.
El falseamiento electoral
Es el tema más recurrente ante su práctica constante en todo el período de la Restauración.
El País, el 25 de enero acusa a los alcaldes de barrio de ser elegidos por el Ayuntamiento y de falsear el censo electoral. El 18 de febrero, su editorial “Los crímenes electorales” denuncia a los caciques, interesados en mantener el analfabetismo para embrutecer al pueblo y dominarlo mejor. Reconoce que la República no podrá arreglar todo el problema, pero lo aminorará hasta hacerlo residual en las aldeas más apartadas. Al día siguiente se pregunta si el alcalde dará primas y amenazas para votar a los liberales.
El 24 de febrero su editorial “Lucha en Madrid” afirma que el triunfo en la capital acabaría con el caciquismo rural: “(…) el triunfo de la candidatura republicana (…) Téngase presente lo que eso significaría. Madrid, por ser la capital, la sede de la política, marcha a la cabeza de España. Hay que suponer que las ideas y los partidos que en Madrid triunfan, tienen en su favor el voto de la mayoría de los españoles”.
El Liberal y El Imparcial publican sendos editoriales criticando y pidiendo soluciones ante el caciquismo. La Época critica de forma partidista a los liberales y cómo falsean el sufragio universal que ellos mismos habían aprobado.
Ataques entre partidos
El País es el más agresivo por su euforia y su seguridad en el triunfo. Atacan duro a los socialistas, a los que consideran sus competidores por captar el voto obrero. De todas formas, el socialismo aún no ha captado el obrerismo, mayoritariamente republicano. Hasta 1910 no conseguirá Pablo Iglesias sentarse en el Congreso de los Diputados. Y esos votos solo fueron en los barrios periféricos. Los republicanos critican la nacionalización de las tierras socialista porque no creaba una clase media campesina. También critica a Castelar, antiguo republicano pasado al Partido Liberal.
El Imparcial atacó a los carlistas y sus ilusiones vanas ante el resultado.
El diario conservador, La Época, ataca al liberal Gamazo y la falta de mano dura ante el envalentonamiento de los republicanos.
El Siglo Futuro, el 13 de febrero, ataca al sistema parlamentario en general en su editorial “El Estado universal con la moral sinalagmática”, duro ataque a Pi i Margall. Pide un Estado fuerte.
El tema del abstencionismo
El 3 de marzo, El Socialista, en su editorial “Trabajadores ¡A las urnas!”, afirma que el abstencionismo favorece a la burguesía. Continúa sus ataques a los republicanos ante un incidente entre ellos en Vilanova y la Geltrú.
El 4 de marzo, El Liberal en su editorial “Los indiferentes” hace una dura crítica a los abstencionistas: “(…) la soberanía entregada en manos de un pueblo que no tiene el amor al poder, la pasión por la lucha, la conciencia del voto, se convierte en mísero juguete, en frívola ocupación, en el trabajo de los que no tienen trabajo ninguno (…). No merece ser soberano el que menosprecia sin olvidar el ejercicio de su soberanía.”
El Ejército
El País, el 23 de febrero, publica el editorial “La República y el Ejército”. Achaca sus males a su monarquismo. Aboga por la modernización y despolitización como en otros países europeos. Otro editorial -“El Ejército y las elecciones”- del 4 de marzo intenta tranquilizarlo, por el temor de un golpe reaccionario ante el casi cantado triunfo electoral.
LOS RESULTADOS
Liberales: 43,82%.
Conservadores: 3,68%.
Republicanos: 51,34%.
Socialistas: 1,15%.
Han sido elegidos los seis candidatos republicanos y dos liberales. Los conservadores de Madrid han sido barridos del Congreso de los Diputados. La suma de liberales y conservadores no llegan al 50%, triunfando en Palacio, Centro, Buenavista, Congreso y Audiencia.
El triunfo republicano es arrollador ante unas elecciones preparadas por los liberales de Sagasta. Se han impuesto en seis distritos madrileños, especialmente en los tres del sur.
El voto socialista es irregular, con menos votos en el distrito obrero de Latina y mayores en el monárquico de Palacio. En Inclusa tiene sus mayores votaciones como era de esperar. Este distrito apenas llega al tercio de las votaciones monárquicas. Incluso el voto socialista supera al conservador.
Lamentablemente no se conservan las actas electorales en el Archivo de la Villa de Madrid, por lo que es imposible ver la abstención y otras cuestiones.
LA PRENSA ANTE LAS ELECCIONES
El Imparcial, el 6 de marzo, publica las incidencias de la jornada electoral en los distritos madrileños:
Palacio. Orden general, salvo un detenido que quiso votar en falso.
Universidad. Varios detenidos por querer votar con nombres de personas fallecidas.
Centro. Gran actividad de jóvenes republicanos animando a votar. Una portera quiso votar por su marido enfermo.
Hospicio. En el barrio de Chamberí hubo una gran animación ante las reñidas votaciones entre republicanos y monárquicos. En Cuatro Caminos hubo un gran alboroto al comprar un simpatizante liberal votos a tres pesetas. Fue detenido por la policía.
Buenavista. Gran animación en los barrios populares de Prosperidad y Guindalera, que recibieron la visita de Sagasta.
Congreso. Detención de impostores varios y poca animación de las candidaturas republicanas.
Hospital. En la calle del Ave María se cerró un colegio antes de tiempo, lo que originó alborotos.
Inclusa y Latina. Mucha animación por las candidaturas republicanas.
Audiencia. Detenciones de votantes con nombres de fallecidos.
El Liberal (6 de marzo) se felicita del triunfo republicano. “La victoria de ayer es, ante todo, el éxito inmenso y definitivo en nuestra patria del sufragio universal. El sufragio ha hablado, y la democracia ha resultado triunfante en Madrid y en las principales capitales de España.”
El diario republicano El País, aparece eufórico en su editorial del día 6: “Pasajeros al tren”, viva animación a la regente a abandonar el país. Al día siguiente publica otro editorial: “A los obreros socialistas” en el que se mofa de los resultados ridículos del PSOE en Madrid.
El 24 de marzo, semanas después de las elecciones, le responden desde El Socialista, en el artículo: “Hipócritas y falsarios” en el dice ser revolucionario y conquistar la sociedad no ganar simplemente la elecciones.
Los días 6 y 7 de marzo, La Época publica dos artículos respectivamente: “Las elecciones en Madrid” y “”El fracaso del ministerio liberal”. En ellos acusa a los liberales de ser los culpables de la victoria republicana. Se alegra de que el triunfo republicano no haya llegado al resto de España. Acusa a Sagasta de la falta de mano dura gubernamental en la campaña y permitir “…ese desastre, ocurrido a las puertas del Real Alcázar, donde se guardan las veneradas instituciones del país.”
CONCLUSIONES Y TEXTO SIGNIFICATIVO PARA ACABAR
Como puede verse, en capitales como Madrid, la población no estaba tan retraída ni tan atada como en la España rural por los caciques. La máquina electoral canovista de fabricar elecciones falsas, no funcionaba en las mayores capitales. ¿Qué hubiese pasado si las elecciones hubiesen sido medianamente limpias en aquella España de la Restauración? ¿Cuánto tiempo hubiese aguantado la monarquía de Sagunto? Este resultado, sin embargo, no era parangonable a un país aún preindustrial en su mayoría, dominado por la pobreza absoluta, sobre todo en la mitad sur latifundista, el analfabetismo, y el gran poder aún de la oligarquía agraria y la gran burguesía industrial y financiera.
Acabo esta entrada con un texto literario que refleja muy bien el panorama lejos de Madrid, en las capitales de provincia medianas o pequeñas. Un texto muy conocido por los lectores de la gran novela de Leopoldo Alas “Clarín”: La Regenta. El texto es de la Editorial Alianza.

Hacer click en las dos imágenes.

  

jueves, 17 de noviembre de 2011

LAS ELECCIONES EN ESPAÑA (2ª PARTE)

Entre el último cuarto del siglo XIX y el primero del XX se asentó el falso parlamentarismo, el de fachada democrática, a pesar de ser el período de mayor actividad, tanto en el Congreso de los Diputados como en los colegios electorales. Campañas, partidos políticos legalizados en su totalidad, huelgas, tolerancia religiosa, libertades individuales y sociales amparadas en la Constitución de 1876…, van a ser protagonistas de aquella España en la que cualquier extranjero que viajase por ella hacia 1900 apreciaba un sistema político homologable a los de la Europa vecina transpirenaica. Lo único no homologable era la extrema pobreza, el atraso cultural, la radicalización política, la violencia cotidiana, el distanciamiento de la sociedad, etc, etc, es decir un país atrasado, sin democracia y con un parlamentarismo simbólico.
 

La vieja Casa de Correos, Ministerio de Gobernación, DGS o actual sede de la Comunidad de Madrid, en la madrileña Puerta del Sol.


2.
1875 - 1923. LA RESTAURACIÓN:
EL PARLAMENTARISMO DE SALÓN O PSEUDO DEMOCRÁTICO

EL REINADO DE ALFONSO XII, 1875-1885
En la Navidad de 1874 se dio el golpe militar de Sagunto por los generales Jovellar y Martínez Campos. Acababan así seis años y poco más de tres meses marcados por rebeliones cantonales, una guerra colonial en Cuba, una nueva guerra civil carlista (tercera), una crisis económica, una monarquía democrática, una República federal y una dictadura personal en persona de Serrano. En ese Sexenio “Revolucionario” o “Democrático” las urnas no estuvieron guardadas en el almacén.
El invierno de 1875 entraba un joven Alfonso XII en Madrid. Un presidente del gobierno, el abogado malagueño, viejo moderado isabelino y catalizador del sector monárquico borbónico, Antonio Cánovas del Castillo, iba a configurar un nuevo régimen político basado en el liberalismo. Ahora se abre ese segundo período de pseudo liberalismo español, aunque se exaltase la vida parlamentaria, partidista, y aunque el viejo edificio de la madrileña Carrera de San Jerónimo, el Congreso de los Diputados, tuviese su mayor período interrumpido de vida liberal-parlamentaria.
En 1875 no podía volverse a repetir sin más la vieja monarquía isabelina. Cánovas iba a cambiar el sistema de 1845 por otro de fachada liberal abierto a la democracia. Ya el pronunciamiento saguntino le contrarió. Buscaba restaurar el trono borbónico con legitimidad fingida, sin golpe. El movimiento de Martínez Campos siempre pesó como pecado original de aquella monarquía restaurada hasta 1931, a la que se llamó de “Sagunto”, como sorna de su nacimiento golpista. En el Sexenio obligó a Isabel II a abdicar en su joven hijo, pues la vida disoluta de la reina era un obstáculo para esa restauración que tanto ansiaba ese grupo oligárquico de poder.
Cánovas se inventó el liberalismo: inició un proceso constituyente nuevo con sus elecciones a Cortes mediante el sufragio universal falseado para dar aparente legitimidad. Esas elecciones llevaron a la Constitución de 1876, aprobada en junio de ese año. Será la Constitución de mayor vigor en nuestra vida constitucional: 46 años.
El segundo paso fue pactar con los viejos progresistas de Prim, ahora liderados por Sagasta. Ambos partidos se turnarían pacíficamente, electoralmente, sin tener que recurrir a los pronunciamientos del anterior reinado. Los militares pasaron a un segundo plano hasta 1923. Se volvía a un régimen de liberalismo doctrinario o antidemocrático ya obsoleto en la vecina Europa. Ese régimen tendría unas elecciones con el sufragio censitario, sin la totalidad de partidos legalizados y sin las libertades sociales reconocidas. Ocupó hasta 1885, fecha en que murió el rey Alfonso XII en el palacio madrileño de El Pardo. Estas elecciones no las vamos a explicar aquí por su simplicidad y antiparlamentarismo.

Antonio Cánovas del Castillo, el líder de los conservadores
y creador del tinglado de la Restauración

Práxedes Mateo Sagasta, líder de los liberales y principal apoyo del régimen.

LA REGENCIA DE MARÍA CRISTINA, 1885-1902
En 1885 se firmó el Pacto de El Pardo entre los liberales (antiguos progresistas) de Sagasta y los conservadores (antiguos moderados) de Cánovas. Sagasta aceptaba el régimen ya sin reservas a cambio de “lavar la cara” de la Constitución y darle una fachada democrática. Entre 1886 y 1891 los liberales tienen el poder (única legislatura completa) y elaboran leyes fundamentales que legalizan los partidos y sindicatos (el PSOE y la UGT salen a la luz pública), reconocen derechos sociales como la huelga, la libertad de expresión plena, etc. Pero la gran ley será la del Sufragio universal de 1890. La jugada era clara: había que dar legitimidad democrática al régimen ante los cambios socioeconómicos que se avecinaban en ese final de siglo. Al exterior todo parecía perfecto, pero en las entrañas del sistema se trataba de un acuerdo interno entre los dos partidos.
Los conservadores de Cánovas eran, generalmente, oligarcas olivareros de la mitad sur del país, Extremadura, Andalucía; mientras que los liberales de Sagasta eran terratenientes de la meseta norte, el valle del Ebro y la cornisa Cantábrica. En otras palabras: la España del latifundio se ponía de acuerdo con la España de la propiedad media y minifundista. Más tarde se unió al sistema la alta burguesía vasca. Como puede verse es el llamado bloque oligárquico ya citado por Tuñón de Lara. Este historiador estableció ese bloque cerrado, con política matrimonial calculada para futuras herencias de patrimonios, una política más propia del Antiguo Régimen que de finales del siglo XIX e inicios del XX.
El resto de la sociedad quedaba marginada del poder definitivamente, con las elecciones amañadas y con la legitimidad falsa. Clases medias urbanas de profesionales, abogados, intelectuales, funcionarios, profesores, pequeños empresarios, etc, junto a las ya numerosas clases proletarizadas: jornaleros paupérrimos, a nivel de la más mísera subsistencia, trabajadores de fábricas y talleres en aumento por el actual momento de industrialización, junto a la masa de marginados de la sociedad: aún existía el bandolerismo rural en la mitad sur, y la creciente delincuencia en las ciudades con barrios ya proletarizados, con inmigrantes rurales sin futuro más allá de la emigración ultramarina.
Republicanos (muy divididos entre sí tras la experiencia fallida de 1873), como representantes de esas clases medias desilusionadas con la monarquía y ese bipartidismo que no les satisface sus expectativas; socialistas marxistas que buscan atraerse a la masa obrera urbana del norte minero e industrial de Asturias y Vizcaya; y anarquistas extraordinariamente numerosos y asentados en la Cataluña industrial y el campo meridional.
El panorama se complicaba esos años finiseculares. Continuaba una extrema derecha, ultramontana y reaccionaria, ante ese nuevo mundo industrial que nacía y que no veía a los canovistas como la barrera protectora contra los cambios que amenazaban sus viejos modos de vida: el carlismo, vencido por las armas en 1875, pero dominante aún con diputados en el Congreso, en Álava y Navarra, y muy importante en las dos restantes provincias vascas. Poco a poco se ve absorbido por el nacionalismo vasco. Los no nacionalistas irán tejiendo una red que culminará en las fuerzas vasco-navarras del carlismo franquista en la futura guerra civil.
En estos años finiseculares, en toda Europa llegan a su cumbre los movimientos nacionalistas nacidos en el Congreso de Viena. Un ideario que vuelve la vista a un pasado romántico que hace olvidar las miserias del mundo burgués e industrial. La Lliga Regionalista de Catalunya y el Partido Nacionalista Vasco (PNV) tendrán buenas votaciones y sentarán diputados en las Cortes.
El proceso simplificado de elecciones “democráticas” era el siguiente desde 1891. El partido gobernante, en un momento dado de la legislatura, presentaba la dimisión a la regente ante una crisis inventada, apremiado por el otro partido, que pedía muy secretamente el poder tras unos dos años de media en la oposición. Acto seguido, la regente entregaba el poder al partido de la oposición. El nuevo gobierno resultante debía convocar elecciones anticipadas para obtener una mayoría parlamentaria para poder gobernar. ¿Qué pasaba si perdía las elecciones? No las podía perder, porque si eso ocurría, la monarquía caía. Por ello, el nievo gobierno debía organizar la máquina de falsificación electoral.
El nuevo ministro de Gobernación (hoy de Interior) desde su despacho nombraba los nuevos gobernadores civiles provinciales. La actual Puerta del Sol madrileña tiene el emblemático edificio de esa época. Se le conocía como “Gobenación”. Compartía espacio hasta 1918 con su uso inicial en el siglo XVIII: la “Casa de Correos”. En la época del franquismo se le llamaba popularmente: la DGS, tristemente célebre por su represión, a modo de supercomisaría, la vieja Dirección General de Seguridad.
En ese despacho el ministro ordenaba a sus nuevos gobernadores contactar con las élites provinciales en las respectivas capitales. En cada provincia las principales familias estaban afiliadas a uno de los dos partidos sin tener en cuenta ideologías, sólo el interés particular. La familia afiliada al partido del nuevo gobierno era la convocada y la encargada de hacer todo lo posible para que el partido ganase. La familia del partido opuesto debía de inhibirse.
El cacique local, es decir, el cabeza de esa familia dominante, recurría a todo tipo de tretas: palizas, amenazas, despidos, compra de votos, falsificación de papeletas, pucherazo, manipulación del censo electoral, etc, etc.
Con la libertad de prensa plena, los diarios publicaban editoriales hipercríticos en la campaña electoral. Los días posteriores a las elecciones, leer la prensa era leer relatos hasta graciosos de todo tipo de incidentes de ese día. El resultado no era nada interesante, pues ya se sabía de antemano el resultado. Sólo en algunas grandes ciudades o en comarcas de las provincias vasco-navarras y catalanas interesaba saber el número de diputados republicanos, socialistas, carlistas y regionalistas, que se sentarían en los escaños sobrantes del reparto entre los dos grandes.
En la Regencia de María Cristina se celebraron seis elecciones con sus respectivos resultados:

1891, ganan los conservadores.
1893, ganan los liberales.
1896, ganan los conservadores.
1898, ganan los liberales.
1999, ganan los conservadores.
1901, ganan los liberales.

En 1891 es el primer ensayo de caciquismo electoral y de falseamiento con la nueva ley. ¿Alguien podría decir que a los canovistas les faltaba legitimidad al haber sido elegidos por sufragio universal libre, directo y secreto? Ahora ya no solo les “elegían” los ricos, sino también los hombres mayores de edad de toda clase y condición. La jugada del sufragio universal en 1891 era perfecta ante la opinión pública, tanto nacional como internacional. ¿Quién dice que España no es una democracia?.
Las elecciones de 1893 van a colocar a los liberales en el poder. Era lógico que se diese la sensación de normalidad. Lo más significativo será la victoria de las candidaturas republicanas en las capitales. Se les había “escapado de la mano” el resultado aunque, bien mirado, era una justificación de la normalidad política.
En 1896 el turno vuelve a imponerse, aunque ya se nota que sería imposible una revalidación del poder por el partido anteriormente en el gobierno.
1898 se ve marcado por el paso de la patata caliente del conflicto colonial que se avecinaba: la guerra contre Estados Unidos. El fundador del sistema, Antonio Cánovas del Castillo ya no está, ha sido asesinado por un anarquista. Sagasta se ve obligado a gestionar la derrota.
En 1899, tras el desastre, los conservadores piden el poder. Se apuntan al carro del regeneracionismo de su nuevo líder Silvela.
En 1901, el nuevo siglo impone de nuevo a los liberales, las últimas elecciones de Sagasta y de la regente María Cristina. El viejo don Práxedes era un anciano y su muerte estaba próxima.
La duración de las legislaturas es de dos años de media, con una duración máxima de tres años y una mínima de uno. ¿Alguien puede creerse que no había teatro interno? ¿Era lógico ese vaivén electoral? ¿En dos años la mayoría del pueblo español iba a cambiar de ideología? ¿En esos diez años era lógico que ni siquiera se cambiasen los candidatos a presidente del gobierno? ¿Podrían los dos presidentes turnantes consentir que un partido diferente ganase las elecciones y formase gobierno y arruinase los fundamentos de la monarquía de Sagunto? ¿Era la España de la Restauración una democracia? La respuesta a esas preguntas es un no rotundo. Con ese bagaje se iniciaban un nuevo siglo y un nuevo reinado. Sin embargo nada va a cambiar.

EL REINADO PARLAMENTARIO DE ALFONSO XIII, 1902-1923
En 1902 el príncipe de Asturias accedía al trono efectivo de manera formal, al declarársele mayor de edad. Contaba Con 16 años de edad. El impedimento para la democratización del país era el mismo: dejar hablar al pueblo español sería, posiblemente, el final de los Borbones, su desaprobación por segunda vez. Como su abuela Isabel II, Alfonso XIII sería expulsado en cuanto el pueblo tuvo la menor ocasión. Esta llegó en abril de 1931.
Con una problemática socieconómica nueva, propia de un nuevo siglo muy convulso, el sistema de la Restauración, diseñado para el siglo anterior, debía reformarse o sucumbir. Los dos líderes de antaño no tienen sucesores estables y se forman facciones personalistas en los dos partidos del “turno”: silvelistas, mauristas o datistas entre los conservadores; canalejistas, romanonistas o prietistas por los liberales.
Las elecciones siguen la misma tónica de escándalo mayúsculo, ante las críticas cada vez mayores de la oposición al sistema, ya sea desde el lado carlista, republicano, socialista, anarquista o nacionalista.
En 1917 algunos historiadores han hablado de ocasión perdida. En plena crisis bélica europea, en plena efervescencia social interna española, con el terrorismo y pistolerismo en Cataluña, y con el pánico de ciertos sectores ante la primera revolución marxista de la historia en la vieja Rusia zarista, se necesitaba un proceso constituyente nuevo, un político joven y un rey decidido a ello. Un regionalista catalán, Francesc Cambó había intentado ese camino en julio. Una cena en un restaurante barcelonés reunió a políticos interesados en un proceso de cambio sin tocar la monarquía. La respuesta fue el cierre de las Cortes. Desde entonces, la monarquía y su régimen de 1876 estaban sentenciados.

Antonio Maura, el gran líder conservador de inicios del siglo XX.

 El conde de Romanones, don Álvaro de Figueroa,
el gran cacique liberal de la provincia de Guadalajara en el primer cuarto del siglo XX.
 Las elecciones que se celebraron en el reinado parlamentario de Alfonso XIII fueron las siguientes:

1903, triunfo conservador.
1905, triunfo liberal.
1907, triunfo conservador.
1910, triunfo liberal.
1914, triunfo conservador.
1916, triunfo liberal.
1918, triunfo liberal.
1919, triunfo conservador.
1920, triunfo conservador.
1923, triunfo liberal.

Sólo en los años de la guerra mundial hubo inestabilidad parlamentaria, pero solo en el seno de los dos grandes partidos. La duración de las legislaturas es de dos años también. La opinión pública está por completo de espaldas a la vida parlamentaria y ese rechazo a la cultura de las elecciones es patente. Curiosa paradoja en un país de “tradición electoral”.

El general Miguel Primo de Rivera, el golpista que acabó con la Restauración y jefe de la primera dictadura del siglo XX.

El 13 de septiembre de 1923 se interrumpe el parlamentarismo español sin que apenas nadie salga en su defensa. El capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, resucita el viejo pronunciamiento decimonónico que parecía finiquitado con Cánovas. La Restauración y su texto constitucional de 1876 no volverían a resucitar, aunque con su legalidad se celebraron -1931- dos elecciones mínimamente democráticas y limpias, prólogo de la II República.


martes, 8 de noviembre de 2011

LAS ELECCIONES EN ESPAÑA (1ª PARTE)

El próximo día 20 de noviembre de 2011 se celebrarán las undécimas elecciones parlamentarias de la actual democracia. Afortunadamente ya estamos muy familiarizados con los procesos electorales, como si la democracia española fuese tan antigua como la de los países vecinos. Doscientos años han sido necesarios para que estos comicios sean ya algo normal entre nosotros. Sin embargo es tan reciente esta historia parlamentaria como antigua. Hace doscientos años en este país se estaba preparando un proceso constituyente sólo superado en antigüedad por Estados Unidos y la Francia revolucionaria de 1789. Cualquiera diría que eso de la juventud de nuestra democracia es un mito.
Si vemos bien esa historia bicentenaria, notamos que hubo muchos paréntesis en la normal vida parlamentaria, con golpes de estado, dictaduras y guerras civiles. También se ve que esa vida puede denominársela de falseada. En realidad las primeras elecciones plenamente democráticas en España no se realizaron hasta 1933. Vamos a ver dos primeras entradas sobre las elecciones y, en una tercera, expondremos un curioso ejemplo de elecciones en el Madrid de 1893.

CUATRO ETAPAS
Vamos a diferenciar cuatro etapas:
- 1812 – 1876, periodo de nacimiento del parlamentarismo liberal-democrático.
- 1876 – 1923, periodo de la Restauración o parlamentarismo de salón o pseudo democrático.
- 1931 - 1936, los años de verdadera democracia.
- 1977 – 2011, la actual madurez democrática.
Como podemos ver, el verdadero liberalismo democrático español es muy joven en relación a los demás países de Europa Occidental, a pesar de ser el segundo del continente en antigüedad junto al francés.

1.
1812.- 1876. EL NACIMIENTO DEL PARLAMENTARISMO LIBERAL-DEMOCRÁTICO

DEL CÁDIZ ASEDIADO A LA VUELTA DE FERNANDO VII
Entre 1812 y 1814, en circunstancias trágicas: una doble crisis (la del Antiguo Régimen combinada con la invasión napoleónica) obligó a un periodo constituyente a imitación del francés de 1789. En un Cádiz asediado era imposible el desarrollo de elecciones, de ahí que los diputados aquellos fuesen elegidos entre los ciudadanos gaditanos y los que lograron llegar a la ciudad. Sin embargo dieron la primera Constitución española, junto a la norteamericana de 1787 y la francesa de 1791. Parecía prometedor este prematuro arranque. En años nada quedaba de esa experiencia y el trono de Fernando VII se encontraba entre los más reaccionarios de Europa.

Monumento en Cádiz a la Constitución de 1812.

EL TRIENIO LIBERAL O SEGUNDO ASALTO CON FRACASO
El pronunciamiento de Rafael del Riego en enero de 1820 y su triunfo en marzo, supuso un segundo asalto a la fortaleza del absolutismo. También fue un fracaso. La experiencia acabó muy mal ante la nueva invasión francesa de los cien mil Hijos de San Luis. Esta vez no entraban para llevarse al rey, sino para reponerlo en el trono con todos sus poderes. España, el país del oscurantismo y el clericalismo, veía como la Europa cuna de la razón y, en especial, con la antaño Francia revolucionaria como verdugo, acababa con su segunda aventura liberal en septiembre de 1823.
 
El rey que odió profundamente el liberalismo: Fernando VII.

 
EL REINADO DE ISABEL II O LA LUCHA POR LA FALSA REVOLUCIÓN BURGUESA ESPAÑOLA
Veamos ahora cómo surge la base sociopolítica que será el pilar de la falsa democracia. Estamos en el otoño de 1833 y la burguesía tiene la oportunidad de hacer “su revolución”. Aquí llega la anormalidad española frente a la de los vecinos del norte de los Pirineos. Aquí no hubo revolución burguesa de verdad. Más bien se puede decir que hubo un gran pacto con la nobleza para repartirse el pastel.
De los procesos desamortizadores entre 1836 (la de Mendizábal) y 1855 (la de Madoz) saldrá lo que el veterano historiador Tuñón de Lara denominó el “bloque oligárquico de poder”. La nobleza de mente más abierta, la que comprende que jugando al juego del nuevo capitalismo acumulará más riqueza que ensimismada en sus viejas rentas agrarias, consigue pactar con la burguesía más moderada, la que quiere emularla. De esta forma se repartieron las tierras de la Iglesia y las comunales, marginando a la otra burguesía y a las clases medias urbanas. Y no digamos al campesinado, impidiendo la formación de una clase media rural. Por ello, de revolución burguesa a la europea, nada de nada.
Ese bloque oligárquico irá elaborando diferentes regímenes constitucionales entre 1837 y 1868, con elecciones por sufragio censitario a su gusto y con el recurso excesivo de los célebres pronunciamientos militares, todos casi todos acabados en simples enfrentamientos y simbólicas ejecuciones de sus cabecillas. En estos años isabelinos no se puede hablar de elecciones normales. Se turnan dos partidos que representan a esa élite política: los moderados (alto burgueses) y los progresistas (medio burgueses), entre ambos se sitúan los liberales unionistas. Narváez, O´Donnell, Serrano o Prim, son los militares (espadones) que vigilan los intereses del bloque con esos golpes mentados: 1843 (moderado), 1854 (progresista), 1856 (moderado) y 1868 (progresista con apoyo demócrata) y sus Constituciones correspondientes: 1837 (progresista) y 1845 (moderada).
 
Isabel II. Bajo su reinado se dio el falso constitucionalismo a pesar de las apariencias.

 
"EL SEXENIO REVOLUCIONARIO", UN PARÉNTESIS FALSAMENTE DEMOCRÁTICO
El célebre golpe del general Prim en Cádiz, en septiembre de 1868, fue una nueva ilusión perdida. Parecía que se iba a llegar al verdadero asentamiento de la democracia en España. El bloque oligárquico ha perdido el control del Estado: los progresistas, si querían expulsar a Isabel II, tenían que compartir el poder con las clases medias. Ya no sirve el simple liberalismo: la clase media exige un sistema democrático con sufragio universal masculino para poder participar en el poder. Tras sucesos truculentos: asesinato de Prim, tercer levantamiento carlista, rebelión cantonalista o primera guerra de Cuba, se sucedieron dos experiencias sucesivas: la monarquía democrática de Amadeo de Saboya y la I República española, además de corte federal. De nuevo volvemos a estar en la cumbre de la libertad: junto a Suiza, es la segunda nación con régimen político de república en Europa. Y además “democrática”. Con las crisis citadas anteriormente, las internas y la colonial, es imposible una vida democrática y electoral normal, a pesar de realizarse elecciones con sufragio universal masculino.
En enero de 1874, Serrano vuelve al recurso del golpe militar. Ahora se llegaba a la república con dictadura personal. La oligarquía buscaba ahora su gran oportunidad. Le llegó en diciembre de 1874 en Sagunto. Algo más de seis años había perdido el control del Estado. Iba a poner los medios necesarios, tanto legales como coercitivos, para no volverlo a perder hasta 1931.

Amadeo I de Saboya, el fracaso de un rey demócrata.

 
Puede afirmarse que el proceso desamortizador de mediados del siglo XIX fue la base de la vida política posterior. El español será un parlamentarismo de salón, de élite, ajeno por completo al pueblo español, un parlamentarismo de base antiliberal, a pesar de las apariencias. Hemos omitido el caso británico, que no necesitó de un proceso revolucionario a finales del siglo XVIII. Cualquier manual de historia ilustra sobradamente los casos estadounidense, de lucha independentista, y francés, con su modelo exportado de revolución burguesa. Sin embargo apenas se cita a Gran Bretaña. Su revolución se dio en el siglo XVII: fue el país que ejecutó a un rey, cuando en Francia apenas podía pensarse ni por asomo ejecutar a Luis XIV. Fue el país republicano (en una Europa de monarquías absolutas) de Oliver Cromwell, un paréntesis en su tradicional historia monárquica. Es el caso contrario al español: de una verdadera tradición parlamentaria que venía, ni más ni menos, de inicios ¡del siglo XIII!, de la época de Juan sin Tierra.

sábado, 5 de noviembre de 2011

UN PASEO POR EL MADRID DE CARLOS II A TRAVÉS DE OCHO EDIFICIOS Y TRES ARTISTAS (2ª PARTE Y FINAL)

Entrada como respuesta a la solicitud del bloger Carolus Rex como homenaje colectivo al rey Carlos II en su aniversario natal.

LAS IMÁGENES COMO COMPLEMENTO AL TEXTO
Tras la entrada del paseo no he podido resistir la tentación de publicar las fotos que saqué la noche del 31 de octubre y la mañana del 1 de noviembre. Exponer todas daría mucho espacio y dejaría el texto muy secundario. Ahora domina la imagen frente al texto. Espero que siga gustando esta entrada. Recomiendo el pasear al atardecer y en las primeras horas de la noche, sobre todo en otoño. Es una delicia hacerlo por este barrio o el de Latina o el de Huertas, entre otros. Muchas ciudades y sus rincones ganan bastante tanto en el día como en la noche: Cáceres, rincones de Salamanca, de Toledo, etc.

HACER CLIC EN LAS FOTOS

LA PLAZA DE LA VILLA
Como dijimos, siempre fue la plaza del poder municipal. Al sur vemos la Casa de Cisneros, al este, la Torre de los Lujanes y, al norte, la casa edificada en el siglo XIX en el solar donde estuvo la iglesia de San Salvador, sede del Concejo matritense hasta la construcción de la Casa de la Villa. En el centro de la plaza, la estatua del gran marino del siglo XVI, Pardo Bazán.

Plaza de la Villa. Mirada al lado sur: la Casa de Cisneros.

Escudo en la fachada de la Casa de la Villa


Torre de los Lujanes

A la derecha, el edificio sobre el solar de San Salvador


Recreación que hago (muy regular, por cierto, y con mal pulso) de las torres esquineras del Palacio de los Consejos o del duque de Uceda.


Fachada barroca del Hospital de la VOT. Obsérvese el dominio de la línea curva, tan barroca, con fachadas cóncavas y convexas, frontones partidos, etc. Compárese con  el barroco austero anterior.

Hospital contiguo a la iglesia de la VOT

Escudo en la fachada.

Elementos vistos en la anterior entrada. Esta es una portada típica del barroco escurialense. Las Trinitarias.


Las Trinitarias con las casas adosadas.

Convento de las Trinitarias, calle abajo. Al fondo la iglesia antes vista.


Lápida cervantina en las Trinitarias.


LA CALLE DE ALCALÁ EN EL ENTORNO DE LAS CALATRAVAS
Si viésemos la calle de Alcalá en el plano de Texeira, nos sorprenderíamos de ver que el callejero, a la altura de las Calatravas, apenas ha cambiado. Sin embargo, las edificaciones que la rodean han transformado por completo el entorno estético. La iglesia ha quedado asediada en un entorno de estética de modernidad propia de la primera mitad del siglo XX. Véase la boca del Metro de Sevilla y el rascacielos que ocupa el solar del antiguo convento. No obstante, las edificaciones que se ven desde el convento también son significativas: sedes bancarias. Como ya dijimos, al general Prim, en 1870, le debemos los madrileños poder disfrutar de esta belleza artística.

Entorno moderno que empequeñece a las Calatravas.

Antígua sede de BANESTO en la calle de Alcalá esquina a la de Sevilla. Véanse los elefantes entre el piso bajo y el primero.


Antigua sede del BBVA. También enfrente de las calatravas. Obsérvense los aurigas del tejado.


Detalle del auriga.


Cúpula encamonada sobre el tambor.
Es como un pulso entre la cúpula y el rascacielos, el cual no la ha eclipsado.


Detalles del frontón


Detalles de la cornisa


Esgrafiado y color rojizo tras la restauración de 1888.


Mal estado de los frescos de la fachada


Y, para terminar, la espléndida torre de Montserrat, preludio de un barroco dieciochesco y del genio de Pedro de Ribera, el arquitecto municipal del Madrid de Felipe V, autor del puente de Toledo sobre el Manzanares. Su chapitel bulboso nos indica muy a las claras  el triunfo definitivo de la curva sobre la línea recta.