viernes, 23 de diciembre de 2011

FELIZ NAVIDAD 2011 - 2012

El autor de este blog desea a sus seguidor@s, lector@s y amig@s una ...

MUY FELIZ NAVIDAD 2011-2012


Un niño estará en África Negra, o en la Mediterránea, o en América Latina, o en Asia o en el ¿Mundo Desarrollado?, estará desesperado, triste. Para él, será mañana una noche más. Este niño (y muchos otros miles más), será un niño tan pobre o más que el que nació hace 2011 años. Posiblemente no tenga ni madre y esté en un campo de refugiados o en una aldea marginal de cualquier parte del mundo, sin poder aprender otro oficio que el de la vida en estado puro, en la calle, no en la escuela. Un niño sucio, de piel negra, deteriorada su imagen y afeado por su pobreza, una pobreza de la que no es culpable. Cuando todas las fotos que acompañan estas felicitaciones son pinturas artísticas del Nacimiento del Niño, he querido homenajear y dedicar mi recuerdo a ese niño anónimo del que casi nadie se acordará ya que, para él, la noche de mañana si será ni "Buena", ni será de Paz ni de Amor.

Y ahora la otra cara de la moneda, la imágen tópica. Esperemos que cada día vaya siendo más común esta imagen y menos la primera.

Virgen con Niño, del pintor pacense Luis de Morales, 1550.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

LAS ELECCIONES EN ESPAÑA (4ª PARTE Y FINAL)

EL SIGLO XX ELECTORAL
Tras el paréntesis republicano del microcosmos madrileño de 1893, volvemos a septiembre de 1923. Recordamos que el país estaba en una coyuntura terrible: una crisis económica de postguerra; terrorismo anarquista en su máxima cota de atentados a políticos, empresarios y religiosos; desmoralización militar ante la sangría de Marruecos, con el consiguiente escándalo de la responsabilidad del rey Alfonso XIII en el desastre de Annual, etc. Recordemos que el 13 de septiembre sucumbió el tinglado de la Restauración sin que nadie saliese en su defensa.
LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA 1923-1930
El 13 de septiembre, tras la Diada catalana, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, publica su manifiesto “A la nación”. Estamos ante un pronunciamiento típico del siglo XIX. Al día siguiente el rey le recibe en Madrid y forma un directorio militar como gobierno. Apenas protestó nadie. Como era de suponer, algunos políticos del “régimen” protestan en vano. Ni la opinión pública hastiada de “parlamentarismo de salón”, ni las formaciones obreristas, ni los catalanistas, protestan ante una situación que se prometía transitoria. La mano dura se impone contra los opositores. El PSOE no fue perseguido, sino tolerado.
Poco a poco, el aparato montado por el general Martínez Anido en Cataluña (soplones, paramilitares, técnicas policiales de dureza) van apagando el desafío terrorista del anarquismo catalán. Tras ello, el problema marroquí. El jaque de Abd el Krim en el Rif, lejos de remitir, aumentaba, con la nueva sangría de soldados españoles en Xauen. Ante el órdago del líder rifeño de atacar a los franceses, se organizó una acción conjunta franco española que acabó en el desembarco de Alhucemas en septiembre de 1925. En 1927 el problema marroquí terminaba.
Con el orden público calmado y el Rif en calma, en diciembre de 1925 se implantaba el directorio civil. Estaba formado por ministros tecnócratas muy preparados profesionalmente: apolíticos pero de tendencia derechista y católica, jóvenes sin contacto con el régimen anterior. José Calvo Sotelo será su ministro más representativo.
Posteriormente se creó la Unión Patriótica como partido único, interclasista y nacional, así como la Asamblea Nacional Consultiva, pseudo parlamento sin poder legislativo. Era un sistema típico inspirado en la Italia fascista. Tal era el desprecio por el viejo pseudo parlamentarismo liberal de la Restauración. Cualquier alusión a partidos políticos o a elecciones libres o a una Constitución, irritaban al dictador y a buena parte de la población española.
El fugaz desarrollismo económico mundial de los años veinte tajo el triunfalismo del régimen y la tranquilidad social. En esos años también se produjeron las primeras migraciones importantes campo-ciudad, la modernización social y la incipiente aparición de una clase media moderna. Poco a poco la sociedad española diría NO a un sistema dictatorial. El otoño de 1929 y la crisis económica voraz, acabaron con Primo de Rivera en enero de 1930. El resto del año y hasta la primavera de 1931, las cosas se precipitaron. El general Berenguer formaba la “dictablanda”. No resistiría el embate y dimitió.
El Directorio Militar.
LAS ELECCIONES MUNICIPALES DEL 12 DE ABRIL DE 1931
  El año 1931 se decidió dar una transición a un nuevo régimen. El almirante Aznar sería el encargado como nuevo jefe de gobierno. Volvían las elecciones a España tras el paréntesis de Primo de Rivera. El calendario se diseñó en dos etapas para volver a un nuevo régimen. “Aquí no ha pasado nada” declaró el general Berenguer. Esa frase tuvo una contestación enérgica en forma de artículo periodístico de Ortega y Gasset en El Sol. El 3 de marzo, se convocan las elecciones. Primero habría unas elecciones municipales para el día 12 de abril. A continuación, el 7 de junio serían las elecciones al Congreso, y el 14 al Senado. En realidad sería un referéndum república-monarquía, más que unas simples elecciones “normales”, tanto las municipales como las legislativas o constituyentes. El 21 de marzo se restablecían las garantías constitucionales por un decreto firmado por Alfonso XIII.
Las candidaturas estaban servidas. Volvían los partidos del turno y sus políticos ya viejos y desbordados por una nueva generación de derechistas jóvenes (falangismo joseantoniano). Eran los representantes de esa oligarquía caciquil que impedía el paso a una clase emergente, a esa pequeña burguesía y a esas clases medias urbanas que anhelaban su papel en la vida política desde el siglo XIX.
Los republicanos estaban unidos desde la firma del Pacto de San Sebastián en agosto de 1930. El PSOE se unió al pacto que se comprometía a un régimen democrático republicano sin concesiones ya a Alfonso XIII. Eran los representantes naturales de esa nueva clase surgida desde los años de la Gran Guerra y sus intelectuales de la Generación de 1914, aquellos jóvenes nacidos en los años 80 del siglo XIX, que vieron en la Europa moderna su ejemplo a seguir y que ahora estaban en la plenitud de su vida.
Por su parte, el dinámico republicanismo catalán lo formaban Acció Catalana Republicana, escisión de la Lliga, formada por Nicolau d´Olwer o Ramón de Abadal, y el Estat Catalá, de Maciá. Lluís Companys lidera la naciente Esquerra Republicana de Catalunya.
Entre ambos quedaba una tendencia centrista: Centro Constitucional. Estaba formado por la burguesía catalana de derechas, es decir, la Lliga Regionalista de Catalunya del oportuno Francesc Cambó, y los centristas de Gabriel Maura. Sin embargo, su hora ha pasado ya. Cataluña ya está escarmentada del entreguismo de su alta burguesía a la más reaccionaria oligarquía española.
El domingo 12 de abril se dieron las votaciones. En la campaña apenas se esperaba nada nuevo, se creía que serían unas elecciones más, falseadas, aunque no tanto. Ni los republicanos esperaron un triunfo tan rotundo en las ciudades. Los monárquicos no sospechaban que estarían pronto en la incómoda oposición y con su rey exiliado para siempre en vida. Muchos notables no fueron a votar y se fueron a disfrutar del día primaveral y radiante que se presentaba. En el campo, los caciques tenían su máquina preparada y más fuerte que nunca, pues las dos candidaturas estaban aliadas: ya no era cuestión de liberales o conservadores, sino de monarquía o república. Romanones o La Cierva tenían sus feudos rurales respectivos de Guadalajara y Murcia segurísimos.
Sin incidentes de destacar transcurrió la jornada electoral. Muy madrugadores fueron Alcalá Zamora o el doctor Marañón. Franco votó en Zaragoza, de cuya Academia Militar era el director. A las cuatro de la tarde cierran los colegios electorales. ¿Quiénes habían votado? O, mejor dicho, ¿quiénes no podían hacerlo? Quedaban excluidos del sufragio “universal” los menores de 25 años, por lo que no podían votar los estudiantes universitarios, proclives al republicanismo. Tampoco podían votar las mujeres de cualquier clase o condición. Si estamos en un país protoindustrial, es decir, de pirámide joven, con muchos menores de 25, se comprenderá que los votantes son relativamente escasos si los comparamos con la actualidad.
Al caer la noche dominical llegaban los primeros datos. El resultado, desde el principio era desalentador para la monarquía en las grandes ciudades. Es fácil imaginar el estado anímico del rey en aquellas horas. Siguiendo un buen libro: El Rey perjuro, de Rafael Borràs Bertriu, Barcelona, 1997, pude comprender aquél día y sus episodios. A las dos almorzó en Palacio. Le llama Aznar y le recomienda no salir en sus típicas juergas y líos sexuales por Madrid. Ante ello se va a pasear a El Pardo.
Hacia las 5 de la tarde, un obeso y pletórico Pedro Rico, republicano de izquierdas, llega a la Plaza de Toros sabiendo que ha triunfado como primer alcalde republicano de la capital. Romanones llega a Gobernación, en la Puerta del Sol, viendo desde su auto los primeros grupos de curiosos en la plaza.
Al caer la tarde regresa el rey del paseo y se entera de los primeros resultados adversos en Madrid. Hasta en distritos como Palacio o Buenavista, tradicionalmente de derechas, residencia de las élites, el voto republicano ha sido aplastante. Fácil de imaginar su debacle en Inclusa u Hospital. La participación en Madrid fue del 80%. Lo mismo ocurrió en el resto de España. Murcia y Guadalajara eran ya republicanas al fallar la máquina caciquil. En Salamanca, Unamuno es concejal y eufórico asiste a la Casa del Pueblo charra. En Pamplona las candidaturas republicanas barren a los nacionalistas y carlistas.
A las nueve y media es la cena en Palacio en medio de un gran pesimismo. Esa noche los cafés de la capital son un hervidero, especialmente los típicos de la Puerta del Sol o de la calle de Alcalá: Colonial, Levante, Correos, Negresco, o La Granja del Henar. A las cinco de la madrugada abandonan la casa del Pueblo Largo Caballero y Fernando de los Ríos eufóricos, aunque no esperaban un cambio hasta el otoño, con las Cortes Constituyentes formadas.
A las dos se acostaba el rey lamentando a su odontólogo lo mal previsores que han sido “sus” políticos ante el resultado. Era la primera vez que el régimen perdía las elecciones desde el golpe de Sagunto en 1874. Era normal que Alfonso XIII echase la culpa al almirante Aznar. En palabras de Borràs en su mencionado libro: “Han bastado unas simples elecciones limpias, las primeras en medio siglo, para que todo el tinglado de la Restauración montado mano a mano entre Cánovas y Sagasta se vaya al garete. (…) el cómputo global de los votos emitidos, en efecto, es favorable a las candidaturas monárquicas frente a las de la Conjunción republicano-socialista, si bien estas últimas triunfan en Madrid y en todas las capitales de provincia de manera aplastante casi sin excepción”.
El lunes 13 de abril, en la calle del Príncipe de Vergara, en la casa de Miguel Maura, el Comité Revolucionario piensa que el rey sacará el Ejército a la calle. Todos hablan de que la República llegaría en otoño. En Zaragoza, el ayudante de Franco, su primo Salgado-Araujo “Pacón”, se entera en la Hoja del Lunes de la victoria republicana, aunque cree que en las elecciones de junio las aguas volverían a su cauce. La vida en Madrid y en resto de España es tranquila por completo, según informan respectivamente el Director general de Seguridad, el general Mola y el Director de la Guardia Civil, el general Sanjurjo. Incluso en el salón Japonés de Palacio el rey toma su aperitivo normal. Se da su típico garbeo de sobremesa por los jardines de la Casa de Campo. En el lago del jardín, un personaje incógnito le da el mensaje del Comité Revolucionario y le dice que la Guardia Civil de Sanjurjo se ha puesto al servicio del Comité. A las cinco es el Consejo de Ministros en la sede Castellana. Aznar dimitió.
Amanece el martes 14 de abril. A las seis de la mañana, en la Casa del Pueblo de Eibar se ha proclamado la II República. Los concejales electos se trasladan al Ayuntamiento y hacen lo propio e izan la bandera tricolor. La multitud ha cortado la comunicación telefónica con San Sebastián de los veinte agentes de la Guardia Civil del pueblo.
En Madrid, por la mañana no se logra disolver pacíficamente a los grupos cada vez mayores de la Puerta del Sol. La Guardia Civil se niega a cargar. El Comité se da cuenta de que las cosas se han precipitado. Esa mañana, el rey sabe que su destino está sellado y convoca a Romanones y a García Prieto en Palacio para escuchar la renuncia real. No obstante, Romanones acude a la casa del doctor Marañón, donde se reúne con Alcalá Zamora. En conde propuso esperar a saber los resultados de los pueblos, pero don Niceto se niega en rotundo. Al volver a Palacio, el rey le enseña el documento de su renuncia. Don Álvaro le dice que los republicanos le exigen salir esa tarde.
Hacia las siete, al tiempo que el Comité Republicano con Miguel Maura a la cabeza decide salir hacia la DGS de la Puerta del Sol y tomar el poder, por el Campo del Moro un coche escoltado sale a toda velocidad con rumbo a Cartagena. La reina saldría el día después en coche a Galapagar, donde tomaría el tren de Irún para evitar incidentes en la Estación del Príncipe Pío.
Dos caras diferentes: un grupo se abre paso entre la multitud que invade, desde Cibeles, la Puerta del Sol; un automóvil sale por la puerta trasera de Palacio. De otras partes de España llegan noticias de muchedumbres en capitales de provincia, en especial de Barcelona, donde se ha proclamado la República catalana por Macià y Companys.

Proclamación de la II República en la
Puerta del Sol de Madrid el 14 de abril de 1931.
¿POR QUÉ CAYÓ ALFONSO XIII?
Leyendo bien el documento de renuncia, se concluye que esperaba un regreso. Hasta el último momento tuvo en la mente resistir violentamente su trono, hasta que Sanjurjo le retiró el apoyo de la Guardia Civil. Berenguer ordenó no disparar contra manifestantes a las capitanías militares de toda España. Cuando se dio cuenta de esto hubo de desistir. Además, el recuerdo del destino del zar le pesó en el ánimo: Madrid no estaba cerca de la frontera para huir rápido. En el caso de haber resistido, con una ciudad hostil y con mártires por hipotéticas cargas policiales, y con sólo los resultados de la España rural favorable por el caciquismo y sin garantías de autenticidad, ¿qué podía esperar de los resultados de junio? Hubiesen sido una derrota aún mayor.
El viaje nocturno fue humillante al pasar por los sucesivos pueblos, incluso en el Real Sitio de Aranjuez, icono monárquico. Al llegar a Cartagena preguntó si había habido declaración del estado de guerra.
Tenía 45 años, despreciado por su país, un matrimonio roto y varios hijos tarados por la enfermedad. Su vida posterior en el exilio fue de alineamiento con la derecha desestabilizadora y nada liberal-parlamentaria. En el momento del golpe militar del 18 de julio de 1936 se decantó por los rebeldes claramente, en vez de mediar por una solución negociada del conflicto. En el mayor abandono familiar, enfermo irreversible, en el exilio romano, en el régimen de su admirado Mussolini, abdicaba en su hijo Juan, único sano de hemofilia. En enero de 1941 fallecía. Sus restos serían sepultados en Roma hasta su traslado definitivo al Panteón Real de San Lorenzo de El Escorial en 1980, cuarenta y nueve años después de su salida de España.

RESUMEN ELECTORAL POSTERIOR
Tras el 14 de abril surgía una II República de trayectoria muy difícil por el antagonismo de ambas partes. Las diferentes elecciones no llevaron a la democracia plena. Resumamos aquí los diferentes procesos.
Junio de 1931. Elecciones a Cortes Constituyentes
El resultado favorable de las candidaturas republicanas fue más aplastante aún que en abril. Se celebraron con la legalidad de la monarquía: no votaron las mujeres aún. Las nuevas Cortes redactarían la primera Constitución auténticamente democrática de España (la primera fue en 1869, pero no era plena, pues el sufragio universal era solo masculino). Nacía el llamado Bienio Reformista.

Otoño de 1933
Son las primeras elecciones realmente democráticas de la historia de España. Las mujeres ya sí pudieron votar. El resultado fue de triunfo de los partidos de derecha de dudoso republicanismo, sobre todo del plasmado en la Constitución de 1931. La anterior coalición republicano-socialista pasa a la oposición. España hablaba por primera vez y se decantaba por la derecha, tras los fracasos de los reformistas. Era el llamado Bienio Negro por los republicanos.

Mujeres votando por primera vez en 1933.
Febrero de 1936
Son las llamadas elecciones del Frente Popular, en las que ganó esa coalición anterior de republicanos y socialistas, reforzados por los comunistas ante el auge del fascismo en Europa y en España ante la agudización de la crisis económica mundial iniciada en 1929.

EL LARGO Y TRÁGICO PARÉNTESIS: LA GUERRA CIVIL Y LA CRUEL DICTADURA DEL GENERAL FRANCO
Entre febrero de 1936 y junio de 1977 España no sabe lo que son elecciones generales democráticas. Cuarenta y un años y cuatro meses de paréntesis. De largo desprecio hacia la política y cultura liberales. El general aborrecía cualquier palabra relacionada con la democracia: libertad (individual, religiosa, de expresión, de asociación…), partidos políticos, sufragio universal o censitario, derechos humanos, socialismo, república, etc, etc.
Hasta 1969 es un régimen personal sin más. En julio de ese año decide que el entonces príncipe Juan Carlos de Borbón, el hijo del príncipe Juan, aquél en el que había abdicado su padre Alfonso XIII. La decisión gustó poco. Los demócratas de la oposición, exiliada o clandestina, eran republicanos en su mayoría, herederos de los derrotados en 1936-1939. Pocos daban algo por esa monarquía antiliberal y surgida de la legalidad franquista. Ni don Juan de Borbón la aceptaba.

POR FIN LA DEMOCRACIA TRIUNFÓ…
  Y CON ELLA, LAS ELECCIONES LIMPIAS

La Transición
Adolfo Suárez decide la democratización plena de España, la última dictadura de Europa Occidental, una dictadura que ya no interesaba a los norteamericanos y que ya no era una barrera anticomunista como en tiempos de la guerra fría. En 1976 fue despedido el último presidente de gobierno franquista: Carlos Arias Navarro, el llamado “carnicero de Málaga”, por su represión en aquella ciudad en tiempos de su cargo de gobernador civil en la guerra. En el otoño del 76 se inició el proceso de restaurar las libertades básicas y la legalización de todos los partidos políticos, incluido el PCE, de Santiago Carrillo, hecho sucedido en la Semana Santa de 1977, ya muy cercanas las elecciones a Cortes Constituyentes. España sí estaba preparada en ese año. Los abuelos de aquellos españoles de hace casi 35 años sabían lo que era no negociar e imponer por las malas un régimen revanchista. Era el consenso. En aquellas elecciones, los jóvenes no pudieron votar, pues la mayoría de edad no era de 18, sino de 25 años.

Adolfo Suárez.
Elecciones del 15 de junio de 1977
Se llegaba a un bipartidismo típico de la Europa de entonces. Un centro (UCD) ganaba esas elecciones. En realidad era la derecha moderna, pues su nombre fue para evitar extremos que a los nuevos españoles, nacidos en la dictadura, sonaba a tragedias pasadas. El PSOE, en proceso de giro a la socialdemocracia y de abandono del marxismo, entraba en la homologación a los partidos similares de Europa. El PCE quedaba condenado a no ser la alternativa, como se esperaba en un país mediterráneo. En Italia, Grecia y Portugal sus comunistas eran fuertes. Ese gobierno moderado y que pactó el consenso que buscaba superar la guerra y la trágica historia anterior, redactó la primera Constitución democrática de este país con un rey de la dinastía de Borbón. España sería, por fin, una democracia duradera y estable, a pesar de las dificultades de entonces, que no eran pocas.

Elecciones de abril 1979
Ratificación de UCD en el poder, pero sin mayoría absoluta. Entró, por primera vez y última, la extrema derecha nostálgica del franquismo en el Congreso, con la presencia de Blas Piñar, el líder del partido Fuerza Nueva.
La crispación naciente y la agudización de la crisis energética y de la doble ofensiva terrorista de ETA y GRAPO hicieron propicia la nostalgia del viejo golpismo aquél funesto día del “23-F” de 1981. Todo ello llevó a convocar elecciones anticipadas, con el centro hundido y la derecha de Alianza Popular de Fraga su fagocitadota.

Elecciones de octubre de 1982
Supusieron el triunfo arrollador del PSOE. Era la llegada de la izquierda al poder desde el Frente Popular: habían pasado 46 años y 8 meses desde entonces. El camino de la transición a la democracia había concluido. La izquierda haría las últimas reformas hacia la democracia y gestionaría la entrada en la OTAN y en la CE (Comunidad Europea de entonces, hoy UE).
En esa legislatura la nueva sociedad española entraba en otra época histórica, enterraba definitivamente el franquismo y los nuevos problemas llegaban.

Felipe González
Elecciones de junio de 1986, noviembre de 1989 y junio de 1993
Fueron las elecciones que, con las de 1982, 89 y 93, conformaron los casi trece y largos años de “felipismo”. Una duración anómala. En una democracia normal, suelen ser dos legislaturas de cuatro años el ciclo político normal. El recuerdo del franquismo y su asociación a Fraga y la recién refundada AP en el nuevo PP, hizo que durase tanto el ciclo socialista, a pesar de los escándalos y “pelotazos”, tan distantes moralmente no ya del socialismo, sino de la más moderada socialdemocracia.

Elecciones de marzo de 1996 y de marzo de 2000
Fueron la transición a los nuevos retos del siglo XXI. El flamante PP de Aznar, el sucesor de Fraga, pilotaría ese cambio entre 1996 y 2004. El auge de la actividad económica de la construcción y de la burbuja inmobiliaria consiguiente, dieron una prosperidad engañosa. La apertura de España al exterior y su problemática internacional trajeron el atentado del 11-M y, con él, la caída del “aznarismo”.

Elecciones de marzo de 2004 y marzo de 2008
Es el periodo del “zapaterismo” y del nuevo PSOE sin Felipe González, pero con su sombra en persona de Rubalcaba. Una profundísima crisis económica y social de extremada gravedad mundial ha acabado con este ciclo socialista.

José Luis Rodriguez Zapatero
Elecciones del 20 de noviembre de 2011
La nueva llegada del PP por mayoría absoluta como en 2000. El gran problema que surge ahora: la representatividad del sistema electoral. ¿Cómo es posible que CiU tenga casi la mitad de votos que IU y esta última formación tenga la mitad de diputados? Hoy empieza la sociedad está empezando a cansarse del actual bipartidismo, que empieza, a su vez, a parecerse a aquél de Sagasta y Cánovas.

Mariano Rajoy

Como dije al inicio de esta serie: doscientos años de cultura liberal en España desde sus primeros brotes en 1812 y tan jóvenes son los verdaderos tallos de la planta: desde 1977. Paradojas de este país de inventos muy precoces, pero de muy tardío disfrute de los mismos.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

LAS ELECCIONES EN ESPAÑA (3ª PARTE)


1893: TRIUNFO REPUBLICANO EN MADRID EN PLENA RESTAURACIÓN

Exponemos aquí un ejemplo de elecciones a Cortes en Madrid en 1893. Es un brevísimo resumen un capítulo de mi trabajo o tesina de licenciatura en 1985 en la Universidad Complutense: Sociología electoral de Madrid, 1891-1901. En estas elecciones la máquina caciquil no puede impedir un aplastante triunfo republicano en todos sus distritos, sean acomodados como muy pobres. Un triunfo republicano precedido de una campaña electoral eufórica y confiada que parecía entrever una próxima proclamación de una II República.
Habrá lectores que no conozcan Madrid o la conozcan superficialmente. De todas formas es un trabajo que permite acercarse a la historia cotidiana de aquellos días y al ambiente de aquellas elecciones vistas en la entrada anterior.
La madrileña Puerta del Sol, centro social de la capital
COYUNTURA POLÍTICA NACIONAL
En 1892 el país está sumido en una grave crisis económica, complemento de la Gran Depresión europea de finales del siglo XIX. En diciembre de 1892, Cánovas presenta su dimisión a la reina regente. El Partido Conservador tiene una crisis interna originada por el enfrentamiento entre Cánovas y Silvela, que solo se resolverá al morir aquél y acceder Silvela a la jefatura del partido. El día 11 Sagasta tiene el encargo de formar un nuevo gobierno. El 5 de enero de 1893 se disuelven las Cortes y se convocan nuevas elecciones anticipadas para el día 5 de marzo. Por primera vez Sagasta organizaría unas elecciones mediante el sistema del sufragio universal masculino como presidente del gobierno.
La población española tenía un desencanto hacia el sufragio universal tras el bulo de las elecciones de 1891. Se adivinaban por igual un radicalismo y un abstencionismo ante estas elecciones.
A la izquierda del régimen se sitúan los republicanos y los socialistas, dado el retraimiento del anarquismo. Los republicanos estaban recuperándose del fracaso de 1873 y habían logrado la coalición Unión Republicana, la cual reunía  tanto a los centralistas de Salmerón como a los federales de Pi Margall y los viejos radicales de Ruiz Zorrilla. Incluyen en su ideario ideológico aspectos sociales por primera vez, en un claro intento de captar el voto del cada vez más influyente movimiento obrero. El PSOE, por su parte, rechaza el republicanismo por considerarlo burgués, y se autoconsidera único valedor del proletariado.
A la derecha de los partidos turnantes se sitúan los carlistas. Estaban escindidos en tradicionalistas e integristas. Aunque representaban a algunos ultras de cualquier parte del territorio español, sus esperanzas estaban puestas tan solo en el País Vasco y Navarra, su ya viejo feudo desde 1833. Aunque estaban ya muy desmovilizados para intentar una cuarta guerra, hubo una intentona muy tímida en 1898, cuando el desastre. Habrá que esperar a la guerra de 1936 para su movilización armada. Esos años se estaba gestando ya el nacionalismo vasco (nació el PNV en 1895) que iba a ir desplazando lentamente al viejo movimiento realista.
El resultado fue de triunfo electoral del Partido Liberal de Sagasta como era predecible. Los conservadores serían los grandes derrotados por esa crisis entre silvelistas y canovistas. Sin embargo, y aquí radica la importancia de estas elecciones, será  la victoria moral de los republicanos. Han ganado en las grandes ciudades (Madrid, Barcelona y Valencia), en la Cornisa Cantábrica y se refuerzan en la Meseta, aunque pierden el sur. La maquinaria caciquil había fallado esta vez. El PSOE tiene unos resultados irrisorios: el voto obrero es republicano. Aún no tiene una conciencia política de clase bien formada.
LAS ELECCIONES EN MADRID
Descripción social de los diez distritos municipales madrileños
Este artículo quiere demostrar que el voto está condicionado por las condiciones de vida de los votantes. Por ello es necesario acercarnos a esos distritos madrileños y sus condiciones sociales. El Madrid de los años 90 del siglo XIX es una ciudad en crecimiento, aunque sin seguir el modelo de las otras capitales estatales europeas. Cuenta con casi medio millón de almas. Y hace pocos años que la ha dejado de ser una villa del Antiguo Régimen y está en proceso de convertirse en metrópoli peninsular junto a una mayor y mejor urbanizada Barcelona. Una ciudad dual, con escasa industria, tan solo grandes talleres sin aún un proletariado organizado como el vizcaíno o barcelonés. Domina una minoría acomodada: la nobleza de provincias que reside temporalmente en Madrid y una alta burguesía también de provincias que en Madrid tiene la sede de sus altos negocios empresariales. La burguesía madrileña local es de menor calado económico con sus pequeñas empresas y talleres casi artesanales.
Una capa de funcionarios asociados a la capitalidad y a los servicios urbanos, con una débil clase media, es la capa que separa de la gran mayoría de trabajadores, jornaleros, vagabundos, mendigos y marginales sin ideología: lumpen que pulula por las calles y que retrata perfectamente Galdós en sus novelas Misericordia o Miau entre otras.
En 1893, Madrid cuenta con diez distritos municipales mal distribuidos, a la espera de una nueva reordenación a inicios del siglo XX. Una ciudad con barrios de gran urbanismo y alto nivel de vida junto a unos barrios sórdidos, con unos índices de analfabetismo o mortalidad propios de varias centurias anteriores más que del casi siglo XX. Todavía muchos ricos residen en el centro urbano, aunque se nota ya el desplazamiento lento al nuevo barrio del Ensanche, el distrito de Buenavista, hoy conocido como “barrio de Salamanca”, aquel que promocionase el marqués de su nombre, y que diseñase Antonio María de Castro con plano cuadriculado a finales del reinado isabelino. Más allá del Ensanche se van formando barrios periféricos con un urbanismo muy deficiente que acoge a una gran masa de inmigrantes sin cualificar del centro peninsular y de la cornisa cantábrica. El sur del viejo casco histórico está ya construido y con las mismas malas condiciones de vida que esa naciente periferia o extrarradio. Vemos en el mapa adjunto -aunque de 1916 y publicado por el Instituto Geográfico Nacional- la localización de los distritos. Distinguimos tres grupos de distritos madrileños según varios parámetros sociales como inmigración, analfabetismo o estructura socio-profesional.
Mapa de distritos municipales de Madrid en 1893
sobre el Mapa Topográfico Nacional de 1916.

1. Centro
2. Palacio
3. Universidad
4. Hospicio
5. Buenavista
6. Congreso
7. Hospital
8. Inclusa
9. Latina
10. Audiencia

Un primer grupo estaría formado por los distritos ricos y acomodados: Centro, Congreso y Buenavista. Comprenden zonas céntricas y orientales de la ciudad. El extremo oriental de Buenavista tenía barrios populares como Prosperidad o Guindalera. El analfabetismo es bajo, sobre todo en Buenavista, con apenas un 25%. Abundan los rentistas, los comerciantes, abogados y clases medias. Las clases populares están representadas por los sirvientes de los abundantes palacios de sus barrios. La inmigración es alta aunque no hay inmigrantes pobres, sino burgueses y nobles de provincias aquí asentados.
El grupo medio -o de transición- es el formado por Palacio, Universidad, Audiencia y Hospicio. Palacio tiene un alto analfabetismo (más de un tercio). Hay muchos nobles rentistas en los abundantes palacios, incluido el Real o de Oriente con la Casa Real. Escasean los comerciantes y abogados. Los criados y jornaleros proceden de las dos castillas fundamentalmente, seguidos de andaluces, asturianos y gallegos. Universidad, Audiencia y Hospicio tienen características similares al de Palacio. Los cuatro distritos tienen barrios céntricos y próximos a la Puerta del Sol. Envuelven a la ciudad por el oeste y el norte.
El último grupo de distritos pobres los forman los tres que cierran la ciudad por el sur, en las riberas del Manzanares: Hospital, Inclusa y Latina. Inclusa, el actual barrio de Lavapiés, es el más pobre de la ciudad, el peor equipado, con mayores índices de mortalidad. El analfabetismo roza el 50%. Prácticamente no hay clases medias ni altas. Los jornaleros son el grupo profesionalmente dominante, sin apenas haber criados por la falta de casas acomodadas. Con una inmigración paupérrima de provincias centrales y del noroeste, es el distrito típico de votantes republicanos y socialistas. Los otros dos distritos son parecidos a Inclusa, pero sin situaciones tan acusadas.
La "corrala" la casa popular madrileña en el barrio de Lavapiés,
en el popular distrito de Inclusa.
Las candidaturas
Por el Partido Liberal no hay nobles entre los seis candidatos a diputado, pero sí pertenecen a la alta burguesía. Presenta tres grandes propietarios residentes en Audiencia, Centro y Congreso. Un banquero en Buenavista, un abogado en Hospicio y un comerciante en Universidad.
Uno de ellos: Cándido Lara y Ortal. Madrileño, nacido en 1839 y conocido como el carnicero de Antón Martín. Residía en Audiencia. Era contratista de limpiezas y riegos del Ayuntamiento. Obtuvo grandes beneficios en el suministro del ejército liberal en la segunda guerra carlista. Sus grandes fincas le daban una renta de 85.000 pesetas. Además era empresario teatral, propietario del aún abierto Teatro Lara en la Corredera Baja de San Pablo.
En el Partido Conservador vemos tres nobles residentes en Palacio, Buenavista y Centro. Un propietario, un arquitecto, ambos de Buenavista, y un abogado de Hospicio completan la lista del partido.
Veamos ahora la lista republicana. Sus miembros pertenecen a las clases medias acomodadas, esa “otra burguesía”. Los seis residen en Palacio, Congreso y Buenavista. Pi i Margall, Nicolás Salmerón y Manuel Pedregal, son abogados. Junto a ellos hay dos médicos: los doctores Esquerdo y Eduardo Benot. Manuel Ruiz Zorrilla, el sexto candidato, es un propietario en el exilio.
Francisco pi i Margall, el viejo presidente federalista de la I República.

El PSOE sí que es un partido proletario. Cuatro de sus miembros son albañil, moldeador, panadero y tipógrafo. De los dos restantes vemos a Pablo Iglesias, gallego de El Ferrol, antiguo tipógrafo, pionero del socialismo español, marxista y opuesto al anarquismo, es ahora periodista y director de El Socialista. Reside en Hospicio. El doctor Jaime Vera, fundador del partido con Iglesias en 1879, reside en el distrito de Hospital.
La coyuntura madrileña en el invierno de 1893
El mes de febrero de 1893 es el vigésimo aniversario de la proclamación de la I República. El viernes 10, en el desaparecido Teatro Martín de la calle de Santa Brígida, hay un mitin republicano al que asisten numerosos correligionarios. Los abucheos y gritos contra la monarquía arrecian. La policía interviene, lo disuelve y se producen cargas durante toda la noche por el centro de la capital.
El sábado 11 hay comidas pacíficas en restaurantes y cafés de todo Madrid conmemorando el histórico aniversario.
El día 16, el alcalde, el conde de San Bernardo, prometió la bajada del precio del pan. Se descubre su adulteración, impidiendo a los inspectores municipales investigar los fraudes. El diario republicano EL PAÍS lo acusa de electoralismo barato.
El entonces alcalde madrileño: el conde de San Bernardo

El día 18 se inicia una huelga de fosforeros ante la carestía de la vida. El día 19 se despide a un número de funcionarios sobrantes. Por fin, el 24 hay una manifestación de los obreros y jardineros que construían el Parque del Oeste. Se había producido un temporal de nieve y viento que obligó a detener los trabajos. Al ser jornaleros, se quedaron sin cobrar su paga.
LA CAMPAÑA ELECTORAL
La prensa es el vehículo para seguirla. El País (republiacano), El Imparcial, El Socialista, El Liberal, La Época (conservador), y El Siglo Futuro (carlista-integrista), son los principales diarios de la capital. En sus páginas destacamos varios aspectos.
El diario El Imparcial, diario independiente.
Fundado por Eduardo gasset y Artime en el Sexenio
Los manifiestos
El País publica un manifiesto el día 24 de enero. Comienza insinuando la validez de cualquier método (incluido el pronunciamiento militar) para la proclamación de la II República. Tras ello abrir un proceso constituyente. Continúa atacando al sistema del turno y a la Constitución de 1876 y su inutilidad ante la grave crisis económica con las únicas soluciones de las subidas de impuestos a las clases obreras. También alude a los abusos militares en las colonias impropias de los modernos tiempos. Lo firman los conocidos republicanos como Pi i Margall, Gumersindo de Azcárate, José María Esquerdo, Manuel Ruiz Zorrilla o Nicolás Salmerón entre otros.
El 20 de febrero, El Imparcial publica un manifiesto socialista a los jornaleros de Madrid. Junto a las medidas socializantes de la propiedad pública de los medios de producción, pide entre otras demandas, la abolición del Ejército y armar al pueblo, la justicia gratuita, abolición de la pena de muerte, confiscación de los bienes del pueblo, jornada de ocho horas, prohibición de trabajar a menores de 14 años, o la igualdad de salarios entre los dos sexos. Concluye el manifiesto con un duro ataque a los republicanos, poniendo como ejemplo a los Estados Unidos o Francia como modelos de represión del obrerismo. El Socialista, el día 24, complementa este manifiesto con más ataques a los republicanos.
La crisis económica
El País, el 22 de febrero, plantea la necesidad de solucionar la crisis económica. Propone reformar el Código de Comercio, responsable de las quiebras de comerciantes madrileños y las suspensiones de pagos. El día 27 expone la necesidad de reordenar la caótica administración.
El Imparcial del 3 de marzo informa de un mitin del Partido Liberal en el que exponen sus políticas reformistas frente a los ataque republicanos. Un asistente contestó y protestó violentamente ante los ataques a los republicanos y hubo de ser expulsado por la policía.
El falseamiento electoral
Es el tema más recurrente ante su práctica constante en todo el período de la Restauración.
El País, el 25 de enero acusa a los alcaldes de barrio de ser elegidos por el Ayuntamiento y de falsear el censo electoral. El 18 de febrero, su editorial “Los crímenes electorales” denuncia a los caciques, interesados en mantener el analfabetismo para embrutecer al pueblo y dominarlo mejor. Reconoce que la República no podrá arreglar todo el problema, pero lo aminorará hasta hacerlo residual en las aldeas más apartadas. Al día siguiente se pregunta si el alcalde dará primas y amenazas para votar a los liberales.
El 24 de febrero su editorial “Lucha en Madrid” afirma que el triunfo en la capital acabaría con el caciquismo rural: “(…) el triunfo de la candidatura republicana (…) Téngase presente lo que eso significaría. Madrid, por ser la capital, la sede de la política, marcha a la cabeza de España. Hay que suponer que las ideas y los partidos que en Madrid triunfan, tienen en su favor el voto de la mayoría de los españoles”.
El Liberal y El Imparcial publican sendos editoriales criticando y pidiendo soluciones ante el caciquismo. La Época critica de forma partidista a los liberales y cómo falsean el sufragio universal que ellos mismos habían aprobado.
Ataques entre partidos
El País es el más agresivo por su euforia y su seguridad en el triunfo. Atacan duro a los socialistas, a los que consideran sus competidores por captar el voto obrero. De todas formas, el socialismo aún no ha captado el obrerismo, mayoritariamente republicano. Hasta 1910 no conseguirá Pablo Iglesias sentarse en el Congreso de los Diputados. Y esos votos solo fueron en los barrios periféricos. Los republicanos critican la nacionalización de las tierras socialista porque no creaba una clase media campesina. También critica a Castelar, antiguo republicano pasado al Partido Liberal.
El Imparcial atacó a los carlistas y sus ilusiones vanas ante el resultado.
El diario conservador, La Época, ataca al liberal Gamazo y la falta de mano dura ante el envalentonamiento de los republicanos.
El Siglo Futuro, el 13 de febrero, ataca al sistema parlamentario en general en su editorial “El Estado universal con la moral sinalagmática”, duro ataque a Pi i Margall. Pide un Estado fuerte.
El tema del abstencionismo
El 3 de marzo, El Socialista, en su editorial “Trabajadores ¡A las urnas!”, afirma que el abstencionismo favorece a la burguesía. Continúa sus ataques a los republicanos ante un incidente entre ellos en Vilanova y la Geltrú.
El 4 de marzo, El Liberal en su editorial “Los indiferentes” hace una dura crítica a los abstencionistas: “(…) la soberanía entregada en manos de un pueblo que no tiene el amor al poder, la pasión por la lucha, la conciencia del voto, se convierte en mísero juguete, en frívola ocupación, en el trabajo de los que no tienen trabajo ninguno (…). No merece ser soberano el que menosprecia sin olvidar el ejercicio de su soberanía.”
El Ejército
El País, el 23 de febrero, publica el editorial “La República y el Ejército”. Achaca sus males a su monarquismo. Aboga por la modernización y despolitización como en otros países europeos. Otro editorial -“El Ejército y las elecciones”- del 4 de marzo intenta tranquilizarlo, por el temor de un golpe reaccionario ante el casi cantado triunfo electoral.
LOS RESULTADOS
Liberales: 43,82%.
Conservadores: 3,68%.
Republicanos: 51,34%.
Socialistas: 1,15%.
Han sido elegidos los seis candidatos republicanos y dos liberales. Los conservadores de Madrid han sido barridos del Congreso de los Diputados. La suma de liberales y conservadores no llegan al 50%, triunfando en Palacio, Centro, Buenavista, Congreso y Audiencia.
El triunfo republicano es arrollador ante unas elecciones preparadas por los liberales de Sagasta. Se han impuesto en seis distritos madrileños, especialmente en los tres del sur.
El voto socialista es irregular, con menos votos en el distrito obrero de Latina y mayores en el monárquico de Palacio. En Inclusa tiene sus mayores votaciones como era de esperar. Este distrito apenas llega al tercio de las votaciones monárquicas. Incluso el voto socialista supera al conservador.
Lamentablemente no se conservan las actas electorales en el Archivo de la Villa de Madrid, por lo que es imposible ver la abstención y otras cuestiones.
LA PRENSA ANTE LAS ELECCIONES
El Imparcial, el 6 de marzo, publica las incidencias de la jornada electoral en los distritos madrileños:
Palacio. Orden general, salvo un detenido que quiso votar en falso.
Universidad. Varios detenidos por querer votar con nombres de personas fallecidas.
Centro. Gran actividad de jóvenes republicanos animando a votar. Una portera quiso votar por su marido enfermo.
Hospicio. En el barrio de Chamberí hubo una gran animación ante las reñidas votaciones entre republicanos y monárquicos. En Cuatro Caminos hubo un gran alboroto al comprar un simpatizante liberal votos a tres pesetas. Fue detenido por la policía.
Buenavista. Gran animación en los barrios populares de Prosperidad y Guindalera, que recibieron la visita de Sagasta.
Congreso. Detención de impostores varios y poca animación de las candidaturas republicanas.
Hospital. En la calle del Ave María se cerró un colegio antes de tiempo, lo que originó alborotos.
Inclusa y Latina. Mucha animación por las candidaturas republicanas.
Audiencia. Detenciones de votantes con nombres de fallecidos.
El Liberal (6 de marzo) se felicita del triunfo republicano. “La victoria de ayer es, ante todo, el éxito inmenso y definitivo en nuestra patria del sufragio universal. El sufragio ha hablado, y la democracia ha resultado triunfante en Madrid y en las principales capitales de España.”
El diario republicano El País, aparece eufórico en su editorial del día 6: “Pasajeros al tren”, viva animación a la regente a abandonar el país. Al día siguiente publica otro editorial: “A los obreros socialistas” en el que se mofa de los resultados ridículos del PSOE en Madrid.
El 24 de marzo, semanas después de las elecciones, le responden desde El Socialista, en el artículo: “Hipócritas y falsarios” en el dice ser revolucionario y conquistar la sociedad no ganar simplemente la elecciones.
Los días 6 y 7 de marzo, La Época publica dos artículos respectivamente: “Las elecciones en Madrid” y “”El fracaso del ministerio liberal”. En ellos acusa a los liberales de ser los culpables de la victoria republicana. Se alegra de que el triunfo republicano no haya llegado al resto de España. Acusa a Sagasta de la falta de mano dura gubernamental en la campaña y permitir “…ese desastre, ocurrido a las puertas del Real Alcázar, donde se guardan las veneradas instituciones del país.”
CONCLUSIONES Y TEXTO SIGNIFICATIVO PARA ACABAR
Como puede verse, en capitales como Madrid, la población no estaba tan retraída ni tan atada como en la España rural por los caciques. La máquina electoral canovista de fabricar elecciones falsas, no funcionaba en las mayores capitales. ¿Qué hubiese pasado si las elecciones hubiesen sido medianamente limpias en aquella España de la Restauración? ¿Cuánto tiempo hubiese aguantado la monarquía de Sagunto? Este resultado, sin embargo, no era parangonable a un país aún preindustrial en su mayoría, dominado por la pobreza absoluta, sobre todo en la mitad sur latifundista, el analfabetismo, y el gran poder aún de la oligarquía agraria y la gran burguesía industrial y financiera.
Acabo esta entrada con un texto literario que refleja muy bien el panorama lejos de Madrid, en las capitales de provincia medianas o pequeñas. Un texto muy conocido por los lectores de la gran novela de Leopoldo Alas “Clarín”: La Regenta. El texto es de la Editorial Alianza.

Hacer click en las dos imágenes.

  

jueves, 17 de noviembre de 2011

LAS ELECCIONES EN ESPAÑA (2ª PARTE)

Entre el último cuarto del siglo XIX y el primero del XX se asentó el falso parlamentarismo, el de fachada democrática, a pesar de ser el período de mayor actividad, tanto en el Congreso de los Diputados como en los colegios electorales. Campañas, partidos políticos legalizados en su totalidad, huelgas, tolerancia religiosa, libertades individuales y sociales amparadas en la Constitución de 1876…, van a ser protagonistas de aquella España en la que cualquier extranjero que viajase por ella hacia 1900 apreciaba un sistema político homologable a los de la Europa vecina transpirenaica. Lo único no homologable era la extrema pobreza, el atraso cultural, la radicalización política, la violencia cotidiana, el distanciamiento de la sociedad, etc, etc, es decir un país atrasado, sin democracia y con un parlamentarismo simbólico.
 

La vieja Casa de Correos, Ministerio de Gobernación, DGS o actual sede de la Comunidad de Madrid, en la madrileña Puerta del Sol.


2.
1875 - 1923. LA RESTAURACIÓN:
EL PARLAMENTARISMO DE SALÓN O PSEUDO DEMOCRÁTICO

EL REINADO DE ALFONSO XII, 1875-1885
En la Navidad de 1874 se dio el golpe militar de Sagunto por los generales Jovellar y Martínez Campos. Acababan así seis años y poco más de tres meses marcados por rebeliones cantonales, una guerra colonial en Cuba, una nueva guerra civil carlista (tercera), una crisis económica, una monarquía democrática, una República federal y una dictadura personal en persona de Serrano. En ese Sexenio “Revolucionario” o “Democrático” las urnas no estuvieron guardadas en el almacén.
El invierno de 1875 entraba un joven Alfonso XII en Madrid. Un presidente del gobierno, el abogado malagueño, viejo moderado isabelino y catalizador del sector monárquico borbónico, Antonio Cánovas del Castillo, iba a configurar un nuevo régimen político basado en el liberalismo. Ahora se abre ese segundo período de pseudo liberalismo español, aunque se exaltase la vida parlamentaria, partidista, y aunque el viejo edificio de la madrileña Carrera de San Jerónimo, el Congreso de los Diputados, tuviese su mayor período interrumpido de vida liberal-parlamentaria.
En 1875 no podía volverse a repetir sin más la vieja monarquía isabelina. Cánovas iba a cambiar el sistema de 1845 por otro de fachada liberal abierto a la democracia. Ya el pronunciamiento saguntino le contrarió. Buscaba restaurar el trono borbónico con legitimidad fingida, sin golpe. El movimiento de Martínez Campos siempre pesó como pecado original de aquella monarquía restaurada hasta 1931, a la que se llamó de “Sagunto”, como sorna de su nacimiento golpista. En el Sexenio obligó a Isabel II a abdicar en su joven hijo, pues la vida disoluta de la reina era un obstáculo para esa restauración que tanto ansiaba ese grupo oligárquico de poder.
Cánovas se inventó el liberalismo: inició un proceso constituyente nuevo con sus elecciones a Cortes mediante el sufragio universal falseado para dar aparente legitimidad. Esas elecciones llevaron a la Constitución de 1876, aprobada en junio de ese año. Será la Constitución de mayor vigor en nuestra vida constitucional: 46 años.
El segundo paso fue pactar con los viejos progresistas de Prim, ahora liderados por Sagasta. Ambos partidos se turnarían pacíficamente, electoralmente, sin tener que recurrir a los pronunciamientos del anterior reinado. Los militares pasaron a un segundo plano hasta 1923. Se volvía a un régimen de liberalismo doctrinario o antidemocrático ya obsoleto en la vecina Europa. Ese régimen tendría unas elecciones con el sufragio censitario, sin la totalidad de partidos legalizados y sin las libertades sociales reconocidas. Ocupó hasta 1885, fecha en que murió el rey Alfonso XII en el palacio madrileño de El Pardo. Estas elecciones no las vamos a explicar aquí por su simplicidad y antiparlamentarismo.

Antonio Cánovas del Castillo, el líder de los conservadores
y creador del tinglado de la Restauración

Práxedes Mateo Sagasta, líder de los liberales y principal apoyo del régimen.

LA REGENCIA DE MARÍA CRISTINA, 1885-1902
En 1885 se firmó el Pacto de El Pardo entre los liberales (antiguos progresistas) de Sagasta y los conservadores (antiguos moderados) de Cánovas. Sagasta aceptaba el régimen ya sin reservas a cambio de “lavar la cara” de la Constitución y darle una fachada democrática. Entre 1886 y 1891 los liberales tienen el poder (única legislatura completa) y elaboran leyes fundamentales que legalizan los partidos y sindicatos (el PSOE y la UGT salen a la luz pública), reconocen derechos sociales como la huelga, la libertad de expresión plena, etc. Pero la gran ley será la del Sufragio universal de 1890. La jugada era clara: había que dar legitimidad democrática al régimen ante los cambios socioeconómicos que se avecinaban en ese final de siglo. Al exterior todo parecía perfecto, pero en las entrañas del sistema se trataba de un acuerdo interno entre los dos partidos.
Los conservadores de Cánovas eran, generalmente, oligarcas olivareros de la mitad sur del país, Extremadura, Andalucía; mientras que los liberales de Sagasta eran terratenientes de la meseta norte, el valle del Ebro y la cornisa Cantábrica. En otras palabras: la España del latifundio se ponía de acuerdo con la España de la propiedad media y minifundista. Más tarde se unió al sistema la alta burguesía vasca. Como puede verse es el llamado bloque oligárquico ya citado por Tuñón de Lara. Este historiador estableció ese bloque cerrado, con política matrimonial calculada para futuras herencias de patrimonios, una política más propia del Antiguo Régimen que de finales del siglo XIX e inicios del XX.
El resto de la sociedad quedaba marginada del poder definitivamente, con las elecciones amañadas y con la legitimidad falsa. Clases medias urbanas de profesionales, abogados, intelectuales, funcionarios, profesores, pequeños empresarios, etc, junto a las ya numerosas clases proletarizadas: jornaleros paupérrimos, a nivel de la más mísera subsistencia, trabajadores de fábricas y talleres en aumento por el actual momento de industrialización, junto a la masa de marginados de la sociedad: aún existía el bandolerismo rural en la mitad sur, y la creciente delincuencia en las ciudades con barrios ya proletarizados, con inmigrantes rurales sin futuro más allá de la emigración ultramarina.
Republicanos (muy divididos entre sí tras la experiencia fallida de 1873), como representantes de esas clases medias desilusionadas con la monarquía y ese bipartidismo que no les satisface sus expectativas; socialistas marxistas que buscan atraerse a la masa obrera urbana del norte minero e industrial de Asturias y Vizcaya; y anarquistas extraordinariamente numerosos y asentados en la Cataluña industrial y el campo meridional.
El panorama se complicaba esos años finiseculares. Continuaba una extrema derecha, ultramontana y reaccionaria, ante ese nuevo mundo industrial que nacía y que no veía a los canovistas como la barrera protectora contra los cambios que amenazaban sus viejos modos de vida: el carlismo, vencido por las armas en 1875, pero dominante aún con diputados en el Congreso, en Álava y Navarra, y muy importante en las dos restantes provincias vascas. Poco a poco se ve absorbido por el nacionalismo vasco. Los no nacionalistas irán tejiendo una red que culminará en las fuerzas vasco-navarras del carlismo franquista en la futura guerra civil.
En estos años finiseculares, en toda Europa llegan a su cumbre los movimientos nacionalistas nacidos en el Congreso de Viena. Un ideario que vuelve la vista a un pasado romántico que hace olvidar las miserias del mundo burgués e industrial. La Lliga Regionalista de Catalunya y el Partido Nacionalista Vasco (PNV) tendrán buenas votaciones y sentarán diputados en las Cortes.
El proceso simplificado de elecciones “democráticas” era el siguiente desde 1891. El partido gobernante, en un momento dado de la legislatura, presentaba la dimisión a la regente ante una crisis inventada, apremiado por el otro partido, que pedía muy secretamente el poder tras unos dos años de media en la oposición. Acto seguido, la regente entregaba el poder al partido de la oposición. El nuevo gobierno resultante debía convocar elecciones anticipadas para obtener una mayoría parlamentaria para poder gobernar. ¿Qué pasaba si perdía las elecciones? No las podía perder, porque si eso ocurría, la monarquía caía. Por ello, el nievo gobierno debía organizar la máquina de falsificación electoral.
El nuevo ministro de Gobernación (hoy de Interior) desde su despacho nombraba los nuevos gobernadores civiles provinciales. La actual Puerta del Sol madrileña tiene el emblemático edificio de esa época. Se le conocía como “Gobenación”. Compartía espacio hasta 1918 con su uso inicial en el siglo XVIII: la “Casa de Correos”. En la época del franquismo se le llamaba popularmente: la DGS, tristemente célebre por su represión, a modo de supercomisaría, la vieja Dirección General de Seguridad.
En ese despacho el ministro ordenaba a sus nuevos gobernadores contactar con las élites provinciales en las respectivas capitales. En cada provincia las principales familias estaban afiliadas a uno de los dos partidos sin tener en cuenta ideologías, sólo el interés particular. La familia afiliada al partido del nuevo gobierno era la convocada y la encargada de hacer todo lo posible para que el partido ganase. La familia del partido opuesto debía de inhibirse.
El cacique local, es decir, el cabeza de esa familia dominante, recurría a todo tipo de tretas: palizas, amenazas, despidos, compra de votos, falsificación de papeletas, pucherazo, manipulación del censo electoral, etc, etc.
Con la libertad de prensa plena, los diarios publicaban editoriales hipercríticos en la campaña electoral. Los días posteriores a las elecciones, leer la prensa era leer relatos hasta graciosos de todo tipo de incidentes de ese día. El resultado no era nada interesante, pues ya se sabía de antemano el resultado. Sólo en algunas grandes ciudades o en comarcas de las provincias vasco-navarras y catalanas interesaba saber el número de diputados republicanos, socialistas, carlistas y regionalistas, que se sentarían en los escaños sobrantes del reparto entre los dos grandes.
En la Regencia de María Cristina se celebraron seis elecciones con sus respectivos resultados:

1891, ganan los conservadores.
1893, ganan los liberales.
1896, ganan los conservadores.
1898, ganan los liberales.
1999, ganan los conservadores.
1901, ganan los liberales.

En 1891 es el primer ensayo de caciquismo electoral y de falseamiento con la nueva ley. ¿Alguien podría decir que a los canovistas les faltaba legitimidad al haber sido elegidos por sufragio universal libre, directo y secreto? Ahora ya no solo les “elegían” los ricos, sino también los hombres mayores de edad de toda clase y condición. La jugada del sufragio universal en 1891 era perfecta ante la opinión pública, tanto nacional como internacional. ¿Quién dice que España no es una democracia?.
Las elecciones de 1893 van a colocar a los liberales en el poder. Era lógico que se diese la sensación de normalidad. Lo más significativo será la victoria de las candidaturas republicanas en las capitales. Se les había “escapado de la mano” el resultado aunque, bien mirado, era una justificación de la normalidad política.
En 1896 el turno vuelve a imponerse, aunque ya se nota que sería imposible una revalidación del poder por el partido anteriormente en el gobierno.
1898 se ve marcado por el paso de la patata caliente del conflicto colonial que se avecinaba: la guerra contre Estados Unidos. El fundador del sistema, Antonio Cánovas del Castillo ya no está, ha sido asesinado por un anarquista. Sagasta se ve obligado a gestionar la derrota.
En 1899, tras el desastre, los conservadores piden el poder. Se apuntan al carro del regeneracionismo de su nuevo líder Silvela.
En 1901, el nuevo siglo impone de nuevo a los liberales, las últimas elecciones de Sagasta y de la regente María Cristina. El viejo don Práxedes era un anciano y su muerte estaba próxima.
La duración de las legislaturas es de dos años de media, con una duración máxima de tres años y una mínima de uno. ¿Alguien puede creerse que no había teatro interno? ¿Era lógico ese vaivén electoral? ¿En dos años la mayoría del pueblo español iba a cambiar de ideología? ¿En esos diez años era lógico que ni siquiera se cambiasen los candidatos a presidente del gobierno? ¿Podrían los dos presidentes turnantes consentir que un partido diferente ganase las elecciones y formase gobierno y arruinase los fundamentos de la monarquía de Sagunto? ¿Era la España de la Restauración una democracia? La respuesta a esas preguntas es un no rotundo. Con ese bagaje se iniciaban un nuevo siglo y un nuevo reinado. Sin embargo nada va a cambiar.

EL REINADO PARLAMENTARIO DE ALFONSO XIII, 1902-1923
En 1902 el príncipe de Asturias accedía al trono efectivo de manera formal, al declarársele mayor de edad. Contaba Con 16 años de edad. El impedimento para la democratización del país era el mismo: dejar hablar al pueblo español sería, posiblemente, el final de los Borbones, su desaprobación por segunda vez. Como su abuela Isabel II, Alfonso XIII sería expulsado en cuanto el pueblo tuvo la menor ocasión. Esta llegó en abril de 1931.
Con una problemática socieconómica nueva, propia de un nuevo siglo muy convulso, el sistema de la Restauración, diseñado para el siglo anterior, debía reformarse o sucumbir. Los dos líderes de antaño no tienen sucesores estables y se forman facciones personalistas en los dos partidos del “turno”: silvelistas, mauristas o datistas entre los conservadores; canalejistas, romanonistas o prietistas por los liberales.
Las elecciones siguen la misma tónica de escándalo mayúsculo, ante las críticas cada vez mayores de la oposición al sistema, ya sea desde el lado carlista, republicano, socialista, anarquista o nacionalista.
En 1917 algunos historiadores han hablado de ocasión perdida. En plena crisis bélica europea, en plena efervescencia social interna española, con el terrorismo y pistolerismo en Cataluña, y con el pánico de ciertos sectores ante la primera revolución marxista de la historia en la vieja Rusia zarista, se necesitaba un proceso constituyente nuevo, un político joven y un rey decidido a ello. Un regionalista catalán, Francesc Cambó había intentado ese camino en julio. Una cena en un restaurante barcelonés reunió a políticos interesados en un proceso de cambio sin tocar la monarquía. La respuesta fue el cierre de las Cortes. Desde entonces, la monarquía y su régimen de 1876 estaban sentenciados.

Antonio Maura, el gran líder conservador de inicios del siglo XX.

 El conde de Romanones, don Álvaro de Figueroa,
el gran cacique liberal de la provincia de Guadalajara en el primer cuarto del siglo XX.
 Las elecciones que se celebraron en el reinado parlamentario de Alfonso XIII fueron las siguientes:

1903, triunfo conservador.
1905, triunfo liberal.
1907, triunfo conservador.
1910, triunfo liberal.
1914, triunfo conservador.
1916, triunfo liberal.
1918, triunfo liberal.
1919, triunfo conservador.
1920, triunfo conservador.
1923, triunfo liberal.

Sólo en los años de la guerra mundial hubo inestabilidad parlamentaria, pero solo en el seno de los dos grandes partidos. La duración de las legislaturas es de dos años también. La opinión pública está por completo de espaldas a la vida parlamentaria y ese rechazo a la cultura de las elecciones es patente. Curiosa paradoja en un país de “tradición electoral”.

El general Miguel Primo de Rivera, el golpista que acabó con la Restauración y jefe de la primera dictadura del siglo XX.

El 13 de septiembre de 1923 se interrumpe el parlamentarismo español sin que apenas nadie salga en su defensa. El capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, resucita el viejo pronunciamiento decimonónico que parecía finiquitado con Cánovas. La Restauración y su texto constitucional de 1876 no volverían a resucitar, aunque con su legalidad se celebraron -1931- dos elecciones mínimamente democráticas y limpias, prólogo de la II República.