domingo, 30 de diciembre de 2012

BREVE ATLAS DE HISTORIA DE ESPAÑA (III): LA EDAD MODERNA

Tercera entrega del Breve Atlas de Historia de España: la Edad Moderna. Los mapas son de libre uso, sin ninguna limitación. En la misma línea de las anteriores, es provisional y sujeta a la revisión y a la inclusión de otros mapas que se vayan elaborando.
 

En 1479 nacía la Monarquía Hispánica de los Reyes Católicos. Era el final de un largo proceso de lucha secular entre la cristiandad y el Islam en la Península. Se fraguaba una monarquía plurinacional en la que solo los monarcas eran el vínculo de unión entre los diversos reinos. Había acabado al guerra civil castellana con el definitivo distanciamiento de Portugal. Las dos ramas de la dinastía Trastamara, la castellana y la aragonesa, se reunían en este reinado.
Casi el actual territorio español se forjó en ese reinado. Hasta 1516, con la muerte de Fernando de Aragón, los monarcas hispanos habían anexionado el Reino Nazarí de Granada y el Reino de Navarra, además de darse la definitiva colonización de Canarias.
La formación del actual Estado Español habrá de esperar al siglo XVIII, tras la Guerra de Sucesión y la entronización de la dinastía Borbónica. Por el momento esa unificación que hablan los manuales tradicionales es solo personal y religiosa: el Tribunal de la Inquisición sí tiene competencias en todo el territorio en materia de asuntos religiosos y de mantenimiento de la ortodoxia católica más estricta. Por lo demás, cada reino conserva idiomas, tradiciones culturales y diferencias políticas.

 
En 1516 fallecía el rey Fernando El Católico (Fernando V de Castilla). La prematura muerte del primogénito de Isabel y Fernando, el príncipe Juan, había dejado el trono a su hermana Juana, casada con Felipe (Felipe I, el Hermoso), el hijo del emperador Maximiliano de Habsburgo. La degeneración mental de la reina tras la muerte de Felipe, dejaba el trono hispánico en manos de su primogénito Carlos, príncipe nacido en Gante y educado a la alemana. Paradógicamente su hermano Fernando, menor en edad, nacido en Alcalá de Henares y educado a la castellana, quedaba fuera de la sucesión hispana. Al abdicar Carlos (1556), Fernando heredó el imperio y alumbró la rama de los Habsburgo de Viena.
Al llegar al puerto asturiano de Tazones, el flamante Carlos I de las Españas heredaba un territorio en expansión: además de los reinos peninsulares de Castilla y Aragón, obtenía las conquistas que estaban realizando los castellanos en las Indias.
Tras la muerte de su abuelo Maximiliano, heredaba también el cetro imperial autro-alemán. Era Carlos V de Alemania y Carlos I de España. Curiosamente la historiografía española le cita por su orden numérico alemán, generando confusión, pues el último Carlos de España fue Carlos IV de Borbón.
Además heredaba de su padre los Países Bajos y el Franco Condado. Adquirió el Milanesado más adelante. Era el emperador de Occidente. Sus estados dejaban a Francia aislada diplomáticamente en Europa: al sur de los Pirineos, en Italia, en el este y en el norte, con la amistad con Inglaterra. Además contrajo matrimonio con una princesa portuguesa, por lo que dejaba la puerta abierta a una futura herencia portuguesa, como ocurrió en 1580 en persona de su hijo Felipe II.
La monarquía Hispánica unía su suerte a la política imperial europea. Nacía la llamada España de los Austrias (o de los Habsburgo), que duraría hasta 1700, tras la muerte del último miembro de la dinastía: Carlos II.
 

 
 
En 1581 Felipe II era proclamado rey de Portugal, tras la muerte del infante portugués don Sebastián en la batalla de Alcázarquivir, en Marruecos. Hizo valer sus derechos al ser hijo de una portuguesa. La unión hubo de necesitar de una invasión castellana y una lucha calle por calle en Lisboa, así como una dura batalla naval en las Azores contra el prior de Crato, ayudado por Francia. Felipe II conseguía un imperio extenso en los cinco continentes: el castellano y el portugués. Con esta unión se desvirtuaba el Tratado de Tordesillas: los españoles podrían anexionarse las Filipinas y los portuguses podían adentrarse en el Mato Grosso brasileño, lo cual tuvo sus repercusiones tras la secesión lusa de 1640.
Sin embargo algunos autores hablan del "gigante con los pies de barro". En efecto, los enemigos de la monarquía de los tres Felipes: II, III y IV, redoblarían sus ataques al ser conscientes de la falta de unidad real. Analizando el mapa de España entre 1517 y 1700 se puede ver que eran ocho miniestados: cuatro en Aragón (Cataluña, Valencia, Baleares y Aragón), tres en Castilla (Navarra, las provincias vascas y Castilla) y el estado de Portugal. En el reinado de Felipe IV estallará la rebelión de 1640, con la secesión definitiva de Portugal y la temporal de Cataluña, además de rebeliones nobiliarias secesionistas en Aragón (duque de Híjar) y Andalucía (duque de Medina Sidonia), entre otras demonro importancia. La Unión de Armas que propuso el Conde Duque de Olivares le costó bastante cara, con su caída política como valido.
Se puede consultar el enlace:
http://histocliop.blogspot.com/2011/09/principales-lugares-de-la-monarquia.html
 




 
El comentario de estos mapas de la Guerra de Sucesión Española se encuentra en la anterior entrada (septiembre de 2011):
 

En la plenitud del Antiguo Régimen (Despotismo Ilustrado) un episodio va a romper la estabilidad del reinado de Carlos III: los motines de 1766. Se iniciaron en Madrid, a finales de marzo. Aunque algunos los comparan con la Revolución Francesa, en realidad fueron una asonada típica del Antiguo Régimen ocasionada por una crisis de subsistencias. Como ocurrirá en 1808, en Aranjuez, el descontento popular fue aprovechado por ciertos sectores privilegiados contra otros (ministros españoles contra el grupo de italianos y sectores del clero contra la Compañía de Jesús.
El inicio de la tensión empezó en el barrio popular de Lavapiés de Madrid, ante un bando que prohibía las capas y los sombreros de ala ancha por motivos de esconder armas. La furia popular se dirigió contra la casa de Esquilache, que antes había huido de la misma. El rey hubo de acceder a las peticiones popules, pero, asustado, huyó a Aranjuez, lo cual exacerbó aún más los ánimos. Carlos III hubo de enviar una carta para reafirmarse en las medidas anteriores y explicando su marcha por motivos personales. El motín terminaba con la salida de los ministros italianos y la caída del sector afín al marqués de la Ensenada, así como la expulsión al año siguiente (1767) de los jesuitas. Con el tiempo, se fue imponiendo la moda de sustituir la capa por la casaca y el sombrero de ala ancha por el tricornio, quedando el atuendo anterior como parte de la indumentaria castiza de los "manolos" zarzuleros y toreros.
Sin embargo, los motines se extendieron por un amplio espectro de otras ciudades de España: Cuenca, Zaragoza (donde estuvo a punto de desatarse una verdadera tragedia con los soldados enviados desde Madrid), Barcelona, Sevilla, Cádiz, Lorca, Cartagena, Elche, La Coruña, Oviedo, Santander, entre otras, y poblaciones varias del País Vasco: Las Machinadas.
Las machinadas, poco estudiadas en general, fueron la versión vasca del descontento popular. Deben su nombre a Machin o San Martín, patrón de los ferreros. Aunque hubo motines violentos durante todo el siglo XVIII, las machinadas de 1766 fueron las más graves. Centradas sobre todo en Guipúzcoa, actuaban en nombre del rey y atacaban a los comerciantes, considerados los culpables del hambre. La represión fue bastante suave, como en el resto de España.
En realidad, los disturbios de 1766 ni estaban planificados, ni eran una protesta política contra el Antiguo Régimen, ni había anticlericalismo manifiesto. El resto del reinado de Carlos III continuó en la más absoluta tranquilidad.

 
El auge económico iniciado a finales del siglo XVII continuará hasta 1790 proximadamente. En estos años de Despotismo Ilustrado surgirán las Reales Fábricas, que muy poco tendrían que ver con las modernas fábricas. Su producción estaba preparada para satisfacer una demanda nobiliaria, de la propia Casa Real y del ejército. El resultado fue una existencia efímera y la caída en la falta de rentabilidad y el cierre.
Observando el mapa se distiguen las Reales Fábricas (verde) y sus productos, las fábricas de armas (rosado) y los astilleros de la Armada (azul). Estas factorías no generaron una industrialización capitalista a la inglesa.
Por su parte, la miseria y el subdesarrollo del país se tradujo en el aumento del  ya endémico bandolerismo en Sierra Morena, relieve que favorecía sus acciones y la rápida huida. El ilustrado limeño Pablo de Olavide realizó un curioso experiimento en la zona: repoblar el camino de Andalucía con alemanes y flamencos. Surgieron curiosas poblaciones planificadas con plano urbano en damero cuadricualdo: desde Almuradiel y Garromán, a ambos lados del desfiladero de Despañaperros, hasta las localidades de La Luisiana o la Carlota, entre Sevilla y Córdoba. 
 
 
 
 
SIGUIENTE ENTREGA: HISTORIA DE AMÉRICA

jueves, 27 de diciembre de 2012

BREVE ATLAS DE HISTORIA DE ESPAÑA (II): LA EDAD MEDIA

En esta nueva entrada expongo algunos mapas de la Edad Media peninsular. Como en la anterior, adelanto los mapas y, poco a poco los iré comentando el con tiempo y añadiendo otros que me vayan saliendo. Los datos representados son de forma tosca. Ya dije que se debe a mi escasa formación informática.
Saludos.
 

El siglo V d.C. contempla el final del Imperio Romano de Ocidente (476) a manos de las naciones bárbaras llegadas de Europa Oriental. La Península Ibérica fue ocupada en su mayor parte por los visigodos, los cuales, como pueblo bárbaro y atrasado, tendrán muchas dificultades para someter todo su territorio.
Desde su llegada tendrán que enfrentarse a varios retos:
1) En el extremo noroccidental se encuentra el asentado reino bárbaro de los suevos, que ocupaban la actual Galicia, gran parte de la mitad norte de Portugal y la mitad occidental de Asturias. Tras largas guerras, acabó siendo sometido.
2) Justo en el extremo sureste se produjo el desembarco de los bizantinos, que en tiempo de su emperador Justiniano intentaron reconquistar el viejo -y caído en manos de los bárbaros- territorio del Imperio Romano de Occidente. Tras también largas luchas fueron expulsados. Hasta aquí dos grandes retos solucionados.
3) Los visigodos, como los romanos anteriormente, y los musulmanes en tiempos posteriores, se estellaron con el muro de la Cordillera Cantábrica y sus pueblos escasamente romanizados: astures, cántabros y vascones. El rey Leovigildo enció varias expediciones de castigo exitosas, aunque no consiguió el sometimiento definitivo. De hecho, en 711, el último rey godo, don Rodrigo, estaba en una campaña de castigo contra los astures.
4) Por fin, dentro de su propio territorio, los monarcas visigodos hubieron de enfrentarse a unos poderosos señores locales, los cuales escapaban al control del Estado central. Uno de esos señores feudales, don Julián, señor del sur, enfrenado al rey Rodrigo, aprovechó la nueva campaña contra los astures del norte y llamó en su ayuda a los recién convertidos al Islam: los beréberes del Magreb. En la batalla del Guadalete (711), cerca de la actual Jerez de la Frontera, los musulmanes aplastaron al ejército visigodo. Acababan así los tres siglos de existencia del primer Estado español de la historia.
 

Acababa el siglo VIII y en la Península encontramos el segundo Estado español independiente que ha sustituido el visigodo: el emirato independiente de Córdoba. Como es sabido, tras unos años de dominio árabe (emirato de Al Ándalus dependiente de Damasco), el superviviente de la familia Omeya a la matanza familiar a manos de los Abbasíes, Abderramán, logra formar un nuevo estado al margen de Bagdad, pero obedeciendo la autoridad religiosa de aquella dinastía. Korduba será ahora la nueva capital frente a Tolaitola. Casi toda la Península quedó dominada salvo una pequeña franja septentrional.
En esos enclaves defendidos por la Cordillera Cantábrica (recordemos que ante ella se habían estellado antes romanos y visigodos) surgen los núcleos de resistencia cristianos.
a) Núcleo Astur. Las autoridades cordobesas no dominaron por completo la zona y se limitaron a implantar un valí en Gijón para recaudar impuestos. Una negativa a pagarlos, propició una rebelión de un personaje aún enigmático: Pelayo, que emboscó en los valles de los Picos de Europa a una tropa de castigo andalusí contra él. La batalla de Covadonga se exageró sobremanera, pero sirvió para asentar un pequeño reino del Eo al Asón y de las cordillera al Cantábrico.
b) Núcleo Vascón. Los vascones quedaron en su tradicional independencia, ajenos a los sucesos históricos cercanos. 
c) Núcleo Navarro. Más al este, a las faldas del Pirineo, se forma un reino pirenaico también cristiano.
d) Núcleo Aragonés. Los valles transversales al Pirineo Axial favorecen la formación de dominios  cristianos en torno a Jaca.
e) Núcleo Catalán. El Pirineo Oriental queda controlado por los francos del norte, que forman la Marca Hispánica (reunión de condados) como tapón defensivo ante cualquier problema que pudiese sobrevenir del sur peninsular.
 

El Mediterráneo queda redistribuido en tres grandes áreas tras los cinco siglos desde la caída del Imperio Romano.
a) Occidente. Es la zona más atrasada. Los reinos bárbaros no logran reestablecer el viejo imperio latino. En este periodo Carlomagno, rey franco, intentó restableceer un Sacro Imperio Romano Germánico, pero fracasó a su muerte. Hasta alrededor del año 1000, Europa occidental sufrirá incursiones de los eslavos por el este, de los vikingos por el sur y, desde el siglo VIII por los musulmanes al sur. Sólo muy lentamente, desde el siglo XI empezará a despertar muy lentamente, libre ya de los ataque exteriores.
b) Imperio Bizantino. Desde que Teodosio dividiera en dos estados el Imperio Romano, la parte oriental, dada a Arcadio, era la más próspera y poderosa, logrando repeler los asaltos de los bárbaros, que hubieron de atacar el oeste.
En el siglo VI el emperador Justiniano I intentó, en el periodo de mayor esplendor de Bizancio, restaurar el imperio occidental. Consiguió someter casi toda Italia, el norte de África y el sur de Hispania. Sin embargo, tras su muerte empezaron varias crisis internas (como la iconoclasta o el cisma con ortodoxo con el papado de Roma) minarán esta civilización con capital en Constantinopla.
Desde este siglo XI, los musulmanes la van menguando territorialmente: pierde el Próximo Oreinte y todo el norte de África. Solo los ataques de las cruzados occidentales le salvan de su caída hasta 1453.
c) El islam. Esta civilización de religión monoteista surgirá con fuerza desde la fecha de la Hégira (año 622, huida de La Meca a Medina). El profeta Mohamed logró someter y convertir al Islam a las tribus árabes de toda la península. Tras su muerte, sus familiares (los califas vicarios) inician la expansión. La dinastía siria de los Omeya, tras acabar con el último familiar del profeta, Alí, conquista el norte de África (Magreb) y amenaza al Imperio de Bizancio, que desde entonces está a la defensiva.
 
En torno a este año 1000, la civilización cristiana occidental inicia lentamente su recuperación y expansión hasta la crisis de los siglos XIV y XV, para salir reforzada de la misma a fines del último siglo y dando fin a la milenaria Edad Media. En nuestra Península, el auge se traduce en el inicio de la expansión cristiana hacia en sur (Reconquista) y la caída del Islam peninsular.


 
De forma muy esquemática y simple exponemos el feudo o señorío medieval. Se formaron con el avance de la Reconquista. Al iniciarse una campaña de conquista de un territorio, los señores feudales, en teoría vasallos del rey, aportaban tropas a las mesnadas reales. Al finalizar las anexiones llegaba el reparto del botín, que se repartía entre los vencedores. Los territorios de realengo quedaban en poder real, otros territorios se dividían entre los nobles, y el resto se daba a la Iglesia y a las Órdenes Militares.
Los territorios de cereal se dividían para la práctica de la rotación trienal, con el barbecho y el cereal secundario. La mayoría del feudo era de la reserva señorial y trabajado por los siervos campesinos. En torno al castillo señorial y la abadía se localizaban las aldeas de los siervos y las tierras de uso comunal.
La vida en el castillo era de ociosidad para el señor, que solo se divertía con los torneos con otros nobles. Servía de refugio de campesinos en tiempos de asaltos y guerras. Por su parte quedaba la aldea, lugar de residencia del mísero campesino, recinto de vida escueta y de subsistencia.
Mayor complejidad tenía la abadía. Eran lugares de producción agraria y cultural, así como poseían una función religiosa. La basílica con el claustro adosado, en torno al cual se disponían las celdas monásticas y las celdas de la hospedería para alojar a peregrinos, era el centro principal de la vida religiosa. El taller de los monjes y las tierras labradas conjuntamente con la servidumbre, hacían de ellos importantes centros de producción. Por último, la biblioteca y la escuela para hijos de siervos, hacían de ellos verdaderos refugios de la cultura clásica grecolatina en una época tan bárbara para la cultura occidental.






Para el comentario de estos mapas seguidos remito a mis entradas del año pasado, en que inicié la elaboración de mapas históricos:
http://histocliop.blogspot.com/2011/05/ahi-van-dos-mapas-elaborados-por-mi.html
http://histocliop.blogspot.com/2011/06/mapas-de-evolucion-de-la-reconquista-la.html
http://histocliop.blogspot.com/2011/06/la-edad-media-en-mapas-y-3-la-peninsula.html

El siglo XIII la Corona de Aragón culmina su "Reconquista" peninsular. El rey Jaume I el Conqueridor ha conquistado la actual Comunidad Valenciana y las islas Baleares. Al sur del río Segura se han instalado los castellanos de Alfonso X el Sabio. La corona vive un momento de gran dinamismo y la naciente burguesía, junto a la nobleza y el trono, están interesados en continuar la serie de conquistas. Para ello, el espacio mediterráneo central y oreintal se muestra como posible lugar de expansión, así como los territorios ultrapirenaicos.
El Roselló, Sicilia, los ducados de Atenas y Neopatria, y Cerdeña, caen en manos de las tropas catalanas mercenarias -los almogávares- de Roger de Flor y Roger de Lauria. Una flota poderosa se había construido en las viejas Atarazanas barcelonesas (actuales Dressanes). Ya en el siglo XV el rey Alfonso el Magnánimo, crea en Nápoles su florida Corte. Era el cénit del poder de la Corona de Aragón, en la que años antes -Compromiso de Caspe- se había introducido la dinastía castellana de los Trastamara en persona de Fernando de Antequera.
 
SIGUIENTE ENTREGA: LA EDAD MODERNA

lunes, 24 de diciembre de 2012

BREVE ATLAS DE HISTORIA DE ESPAÑA (I): PREHISTORIA Y EDAD ANTIGUA

Publico a continuación una serie de mapas elaborados por mí. No es que sean muy buenos pero algo ilustran nuestra historia. El lector puede, si quiere, usarlos a su gusto y sin necesidad de citarme ni nada por el estilo. Son de libre y completa disponibilidad. Algunos ya han sido publicados en otras entadas del blog, pero ahora los reuno en un mini atlas de mi propia elaboración. Mis conocimientos de informática son muy limitados y tienen por ello omisiones y signos gráficos algo toscos. Nada es perfecto y todo es mejorable. Aunque los expongo aquí y ahora, en días sucesivos iré volviendo a cada entrada para escribir el texto correspondiente y sus actualizaciones. Así ire publicando una resumidísima Historia de España. También iré incluyendo otros mapas que vaya elaborando poco a poco para el internauta que llegue en cualquier momento a esta entrada. En esta primera se exponen los mapas de Prehistoria e Historia Antigua. Saludos.

1. LA PENÍNSULA IBÉRICA EN LA PREHISTORIA





Para el comentario de estos cuatro primeros mapas de la Prehistoria, remito a mi entrada de hace un año: http://histocliop.blogspot.com.es/2011/12/la-prehistoria-peninsular.html. Hacer clic y se enlaza.

2. LA PENÍNSULA IBÉRICA EN LA EDAD ANTIGUA
 
 

Hacia el siglo IX datan los restos arqueológicos el límite superior de la civilización tartésica, la primera propiamente histórica de nuestra península. Su forma de gobierno monárquico era muy similar a las ciudades-estado de la Edad Antigua. Su rápida caída se fecha hacia el 550 a.C. Hacia el 640 sobresale la figura del rey Argantonio. Aunque se sabe que puede estar en la ría de Huelva o en el bajo Guadalquivir, aún es un enigma su emplazamiento. Su área de influencia se calcula que se extendía desde la desembocadura del Guadiana hasta Elche. El tesoro de El Carambolo (Sevilla), con piezas de oro puro: brazaletes y collares, son de un valor incalculable. Desapareció de forma súbita. Se especula con una multicausalidad (desastres naturales, presiones políticas, etc) como la posible explicación.
Hacia el siglo VIII a.C. se produjeron los contactos con los fenicios, primeros pueblos foráneos que llegaron a la Península. Sus factorías chocaron con las formas de vida indígena, modificándola lentamente. El negocio era mutuo: los fenicios aportaban objetos elaborados y el modo de vida urbano. A cambio, los indígenas proporcionaban los mnetales demandados por aquellos. Tras las factorías de carácter provisional, surgían unos asentamientos estables (Gadir-Cádiz, Malaka-Málaga, Abdera-Adra), con inmigrantes orientales que imponían su modus vivendi en la comarca cercana. El hinterland intentaba ser lo más autosuficiente posible para no depender de las poblaciones indígenas, de lealtad más que dudosa.
La presencia griega ha sido considerada a la baja recientemente. Llegaron hacia el siglo VII a.C., pero se asentaron muy lentamente (hacia el siglo V). Su influencia fue muy intensa en la costa catalana (Emporion-Ampurias), descendiendo a medida que avanzamos hacia el sur (Hemerescopion-Denia).
Los púnicos o cartagineses eran los herederos de una colonia fenicia de Tiro asentada en Cartago, que acabaron por desplazarla. Los cartagineses ya habían nacido en África. En Ebuso-Ibiza, los cartagineses se superponen a un estrato fenicio hacia el 550 a.C. Ebuso fue la base de operaciones desde la que irradiaron su influencia hasta Gades, por el oeste, y hasta Masilia-Marsella, por el este. En en centro del área se situaba la propia Cartago.
Dentro de los pueblos prerromanos indígenas, decir que la Península era un varipinto mosaico de culturas. Se distinguen dos grandes grupos entre la amplia gama: el área ibérica (en las costas este y sur) y el área céltica (desde el extremo suroccidental peninsular hasta el norte cantábrico y la Meseta).
En el área ibérica se advierte un  proceso de iberización desde el siglo VIII a.C. Algunos grupos tribales fueron los ilergetes (Lleida), Edetanos (Sagunto, Valencia), oretanos (alto Guadalquivir), turdetanos (Andalucía occidental), con poblados defensivos (oppida) y la entida más "civilizada" de las prerromanas, bástulos o bastetanos (Basti-Baza, Granada). Tenían una economía agroganadera con buena irrigación e incipiente trashumancia. El cobre, la plata y el plomo eran su base minera. Gobernados por monarquías, contaban con una sociedad jeraquizada en torno a una clase aristocrática. Las damas ibéricas son un ejemplo de estilismo: la de Elche, la de Baza o la recientemente descubierta de Cabezo de Lucero (Alicante) estaban ricamente policromadas. También destacan los centauros como la Bicha de Bazalote (Albacete).
En el área pirenáica de ambas laderas francoespañolas, se localizan los vascones, diferenciados de los celtas y de los íberos.
El área céltica se ve poblada por incursiones sucesivas durante varios siglos de pueblos diferenciados de procedencia indoeuropea. Estos pueblos ocuparon un área desde el Pirineo occidental hasta el extremo suroeste peninsular. Algunos grupos tribales fueron los galaicos, astures, ambos con un cultura castreña de castros fortificados y formados por chozas circulares con teitos vegetales (Castro Coaña, Asturias o Santa Tecla, Pontevedra), los cántabros, los celtíberos de la Meseta oriental y el valle del Ebro (Segobriga, en Cuenca, Tiermes y Numancia, en Soria, Bilbilis-Calatayud, en Zaragoza, etc), los vacceos en el centro de la Meseta norte, los vetones (provincias de Ávila, Salamanca, Toledo y Cáceres), con los vistosos y pétreos Toros de Guisando (Ávila), carpetanos (provincias de Madrid y Toledo), y los lusitanos (ambas zonas de la fronteras hispanoportuguesa). La invasión romana acabó con un proceso interno de evolución a formas urbanas de estos pueblos agroganderos. Se gobernaban por cuadillos, como el célebre Viriato y sus tácticas de guerrillas contra enemigos superiores.

 
Tras el desembarco a finales del siglo III a. C en Emporion, aprovechando las guerras púnicas contra el cartaginés, las legiones romanas avanzaron hacia el sur, a lo largo de la costa Mediterránea. Una conquista relativamente fácil, dado el grado de civilización que tenían los íberos sometidos. Los nombres de Hispania Citerior y Ulterior, responden a cercanía (Citerior) o lejanía (Ulterior) de la metrópoli romana.
Mucho más duro fue el avance hacia el interior mesetario. Someter a pueblos como los carpetanos u oretanos obligó a mayores esfuerzos bélicos. Los sucesivos asedios de la ciudad celtíbera de Numancia, así lo atestiguan. Tras ello, el avance al oeste peninsular, el territorio de los lusitanos, liderados por el pastor Viriato, que planteó una dura guerra de guerrillas, fue el otro gran escollo. En total, someter la meseta ocupo todo el siglo II a C.
Por fin, en plena época de guerras civiles romanas, en el siglo I a. C, se hizo necesaria la presencia del emperador Octavio Augusto para reducir la cornisa Cantábrica, solaz de los astures, cántabros y vascones.
 
 
Las ciudades romanas en Hispania respondían a un modelo urbanístico planificado en torno a dos avenidas principales que se cruzan el en centro de esas urbes (cardo y decumana), cruce que coincide con el foro o centro urbano, social y administrativo. La mayoría de las grandes ciudades españolas de hoy son de origen romano, salvo el caso de Madrid (musulmán). Hispalis, Bracara, Cartago y Tarraco eran las capitales provinciales.

 
Como en cualquier imperio, los recursos del territorio colonizado se ponen al servicio de la metrópoli conquistadora, y a ello responde la planificación del territorio. Además de la aculturación de la civilización ibérica y el paulatino dominio de la romana -introducción de la religión, el derecho, la lengua latina y las manifestaciones artísticas- se debe de organizar una red de comunicaciones con la metrópoli. Las calzadas serán el elemento vertebrador peninsular. Su finalidad es doble: por un lado garantizan la major salida de recursos, como en el caso del oro berciano por la llamada Vía de la Plata, pero también tienen función miltar: la misma calzada de la Plata servía para la llegada más rápida de las legiones al noroeste peninsular ante las frecuentes rebeliones de los pueblos del norte cantábrico.



 
Tras la conquista definitiva, Roma se dispuso a organizar administrativamente el territorio, al quedar obsoleta la vieja división de Hispania Citerior e Hispania Ulterior. El emperador Octavio Augusto, implanta las tres grandes provincias y sus capitales: Tarraconense (Tarraco), Baetica (Corduba) y Lusitania (Emerita). Esta división regirá en los doscientos años de auge imperial (siglos I y II d. C).
Tras la muerte de Marco Aurelio a finales del siglo II y el inicio del lento declinar del imperio occidental en el siglo III, el emperador Caracalla (215) crea Gallaecia (Bracara), con el objetivo de establecer menores unidades administrativas para su mejor control.
Con la crisis imparable y el surgimiento de poderes locales semifeudales, cada vez más alejados del control metropolitano, los últimos siglos de la Hispania romana conocerán aún la nueva división de Diocleciano, que crea el territorio Cartaginensis (Cartago Nova) a costa de la Tarraconensis.
Obeservando el mapa puede advertirse que dichas unidades territoriales estaban articuladas por los ríos Ebro (Tarraconensis), Miño y Bajo Duero (Gallaecia) , Tajo (Lusitania), Guadalquivir (Baetica), mientras que la Cartaginensis domina las fuentes del Duero, Tajo, Guadiana y Guadalquivir, además de articularse en torno a los ríos Júcar y Segura. 


En al ámbito extrapeninsular, Hispania, integrada en el extremo suroeste de Europa y, por tanto, del Imperio romano, sufre de lleno la crisis del siglo III, al igual que el resto de la mitad occidental, ante la inicial presión de los bárbaros, convertida en abierta invasión en el siglo V. A fines del siglo IV, el emperador Teodosio, viendo la inevitable caída del imperio occidental, decide dividir el terriotorio entre sus dos hijos: Arcadio recibía la mejor zona, la oriental, próspera y reisisten a los bárbaros, con capital en la vieja Bizancio o Constantinopla. Hispania que en manos de Honorio, que recibe el Mediterráneo Occidental, con capital en Roma. Aunque Odoacro, rey de los hérulos depone en 476 a Rómulo Augusto, último emperador romano, Hispania, desde principios del siglo V, ya es, de facto, visigótica.
Acababa la Edad Antigua y se entraba en el largo tunel del Medioevo.
 
PRÓXIMA ENTRGA: LA EDAD MEDIA


lunes, 7 de mayo de 2012

ALEJANDRO MALASPINA, UN AVENTURERO BIPOLAR (1ª PARTE)

Las Corbetas del rey.
Viaje alrededor del mundo de Alejandro Malaspina (1789-1794)
Bilbao, 2010. Fundación BBVA.
GALERA GÓMEZ, Andrés.




Hablaremos hoy de otro personaje poco conocido en este país. Alejandro Malaspina nació en Mulazzo, al norte de Italia. El apellido tiene muy viejo abolengo, pues ya su familia es citada por Dante en la Divina Comedia. Nacer noble en la aristocrática Italia septentrional en plena crisis y descomposición del Antiguo Régimen, y morir cincuentón, simpatizante de Napoleón, el emperador francés que dinamitó el sistema secular de la vieja Europa, no deja de presentar al personaje como curioso. ¿Por qué bipolar?
Por tres razones: la primera ya la hemos visto, de noble a burgués; la segunda, por nacer y morir italiano pero tener un paréntesis de súbdito español, país que le condenó, encarceló y expulsó, incluso tras ofrecer unos servicios de inestimable valía a la putrefacta corte de Carlos IV; y la tercera porque su expedición coincidió con los momentos más álgidos de la Revolución Francesa, de la que estuvo ausente y muy, pero que muy lejos de ella, además de estar entre dos reinados, el de Carlos III y el de su sucesor.
A mediados de 2011 leía este atractivo libro, escrito con un lenguaje claro y ameno, sin dejar de lado el rigor historiográfico. Mucho antes me había atraído el personaje al leer una novelita juvenil publicada en 1994 por Anaya: El amigo Malaspina, de Andreu Martín, basada en un ficticio personaje enrolado en la mencionada expedición.


Un joven italiano al servicio de España, hace dos viajes a las Filipinas y da la vuelta al mundo
Nacido en Mulazzo (Carrara) el 5 de noviembre de 1754, a los ocho años de edad fue con su familia a Palermo, donde continuó su cómoda y nobiliaria niñez. Sin embargo con once años entraba en el Colegio Clementino de Roma para estudiar el bachillerato. A sus 19 años (1773) es un joven militar enrolado para cazar piratas berberiscos. Este marino en ciernes hubo de llegar a la Escuela de Guardamarinas de Cádiz en el otoño de 1774, con los que se iniciaba su etapa de español de adopción. Como Colón, era un italiano que no se resignaba al laguito del Mediterráneo. La corte española e ilustrada de Carlos III le ofrecía la oportunidad de mirar más allá del mar, más allá de Europa, con su aún intacto y extenso imperio por cuatro continentes.
Tras participar en el ataque a Argel y en la defensa de Melilla ante el gran asedio por la monarquía Alahuí de Marruecos, tuvo la precoz oportunidad de poder navegar a las nada menos que remotas islas Filipinas entre 1777 y 1779. Vuelto España, tras haber conocido el cosmopolitismo, es destinado a la provinciana Algeciras para vigilar el Estrecho. Allí sería víctima de la Inquisición, como cualquier mente lúcida en aquél siglo. Su comportamiento en las celebraciones religiosas colectivas de aquella sociedad andaluza tan barroca aún, así como algunas afirmaciones indiscretas y cerca de oídos también indiscretos, le ocasionaron una denuncia ante el Santo Oficio de Sevilla, que inició una investigación que apenas le afectó, pues durante su desarrollo estaba al otro lado del mundo disfrutando y aprendiendo de su expedición.
Entre los días 14 de marzo de 1783 y el 5 de julio de 1784 duró su segundo viaje a las Filipinas, y entre el 5 de septiembre de 1786 y el 18 de mayo de 1788 dio su vuelta al mundo. Entraba en el selecto club de viajeros que iniciase Elcano, el guipuzcoano de Guetaria en 1521. En ese periplo no cabe duda que debió de meditar su gran expedición.
Una mente culta e ilustrada muy de su época, además de ser insaciable en su afán de conocimientos, quería emular los viajes de expediciones científicas que ya realizaban franceses y británicos y de las que España empezaba a rezagarse. España era ahora su segundo país y quería que ocupase su lugar entre las naciones cultas y de primera fila. Cartografía y geodesia, astronomía, botánica, zoología, etnografía y otros varios saberes eran su inquietud. En esos viajes debió de darse cuenta de que el mundo inmóvil y reaccionario del que provenía no tenía futuro, ni en Europa ni en el mundo. Va a ser un protagonista de un cambio histórico, de una revolución burguesa que acabó con el Antiguo Régimen y alumbró el mundo contemporáneo.


Una gran expedición paralela a una gran Revolución
Si en la primavera de 1788 regresaba de su periplo, ya proyectaba una segunda expedición en el verano, proyecto que presentaba al entonces ministro de marina Antonio Valdés el 10 de septiembre. A cuatro años aún para la celebración del tercer centenario del Descubrimiento, un ya cansado y anciano Carlos III aprobaba su viaje el día 14 de octubre, dos meses antes de su muerte y del ascenso de Carlos IV.
Era 1788 ya un año premonitorio. El ambiente estaba ya enrarecido en la civilizada Europa. El ejemplo de los recién nacidos Estados Unidos se cernía en las tertulias de burgueses e ilustrados ante la inquietud de ciertos sectores de la nobleza europea. Ya en 1766 tuvo el rey que salir al balcón del Palacio de Oriente de Madrid y “disculparse” ante el airado pueblo madrileño en pleno Motín de Esquilache. Una nueva crisis de las llamadas de “subsistencia” ya no se resolvería como antes, con la resignación de los plebeyos y la violencia amotinada y sin ideología. Las malas cosechas a finales de la década y las crisis financieras obligaron a Luis XVI a convocar a los Estados Generales el 8 de agosto para el uno de mayo del siguiente año. Poco imaginaba nuestro intrépido marino, ocupado en escribir entusiasmado su proyecto de viaje, que esa convocatoria iba a acabar con su mundo.
En el invierno de 1789 se trabaja muy rápido en los astilleros gaditanos de La Carraca: se estaban construyendo dos corbetas, Descubierta (la del mando) y Atrevida, ambas concebidas para embarcar a cien hombres cada una, entre marinos, naturalistas y médicos. Esa primavera llegan noticias de un ambiente enrarecido en la vecina Francia. El jefe del Gobierno, el Conde de Floridablanca tiene “pánico” ante lo que cree que puede suceder al norte de los Pirineos y decide poner una censura a cualquier publicación de tipo político. La ya anacrónica Inquisición lentamente va cambiando su rol de perseguidora de herejes o brujas para perseguir a esos nuevos enemigos del orden establecido: los liberales burgueses.
El 5 de mayo se constituyen los Estados Generales en Versalles. Faltan menos de tres meses para que Malaspina zarpe al otro extremo del mundo. En junio se constituye la Asamblea General y el Juramento del Juego de la Pelota. ¿Qué pensaría Malaspina de ello? Seguro que algo, pues al volver ya propuso reformas en las colonias que visitó.
Y, por fin, el mes de julio. Asamblea Nacional Constituyente, toma de La Bastilla, el Gran Miedo en el campo francés… Malaspina tiene prisa por “escapar”, por evadirse. Es día 30 de julio y se levan anclas. Ahora se olvida de la política y se enfrasca en su aventura. Tiene 35 años de edad y aún es un joven en plenitud de su vida.
El 4 de agosto, cuando ya navega hacia cabo Verde, tras pasar Tenerife, en París se ha abolido el Antiguo Régimen. Así de simple. El 20 de septiembre, cuando acaba el verano, Malaspina está en el inicio de la primavera austral. Ha atracado en Montevideo. Él no lo sabe, pero en Francia hacía un mes que se había publicado la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano. Ese otoño, cuando cartografían sus hombres el río de la Plata, en París el pueblo lleva preso al mismísimo rey de Francia al Palacio de las Tullerías. El año nuevo de 1790 están navegando por el cabo de Hornos y buscan el Pacífico. De enero a mayo surcan las costas chilena y peruana viendo lejana la cordillera andina, el desierto de Atacama y los puertos de Talcahuano o Valparaíso. Llegan a El Callao el 20 de mayo. Estarán hasta el 20 de septiembre disfrutando del aún placentero Antiguo Régimen en los virreinatos de las Indias, ajenas a lo que ocurre en Europa. Aquella Lima era una ciudad importante y cómoda y con un invierno muy suave y seco, apto para hacer trabajos de campo. En la capital limeña, la bautizada por Pizarro como Ciudad de los Reyes, celebran su primer aniversario del viaje. Recorren los cercanos Andes, midiendo, explorando, recopilando, ordenando material, haciendo vida social… Con la censura impuesta en la Madre Patria por el rey Carlos IV no parece que se enterasen del pánico del conde de Floridablanca ante lo que sucedía en ese aún tranquilo año de 1790: Constitución Civil del Clero, dimisión definitiva del ministro de finanzas Necker, y la aprobación de la bandera tricolor como enseña nacional francesa.
Del 20 de septiembre al 1 de octubre navegan a Guayaquil, donde se enteran de que el pasado 18 de junio ha habido un atentado frustrado en la persona de Floridablanca en Madrid. Casi todo el mes de octubre hacen excursiones de trabajo por el hoy Ecuador, legando a explorar los volcanes Chimborazo y Tungurahua.
El 28 de octubre zarpan del Guayaquil y del 16 de noviembre al 12 de diciembre están en Panamá. Zarpan por la costa pacífica centroamericana, donde la caprichosa naturaleza les obliga a estar inmovilizados veinte días por la ausencia de vientos. Es la cálida Navidad tropical. Las dos corbetas se separan para reunirse en Acapulco, donde llegan las dos naves de mediados de febrero (Atrevida) a fines de marzo (Descubierta). La primavera del ahora hemisferio norte está empezando también en el próspero virreinato de la Nueva España, donde acaban de llegar.
Malaspina viaja en abril a la Ciudad de México. Allí se entrevista con el virrey, el conde de Revillagigedo. El conde le habla de los últimos sucesos de la revolución en Francia y recibe la orden de buscar el paso interoceánico del norte desde el Pacífico porque, desde el siglo XVI, los fracasos desde el Atlántico habían sido continuos. El 1 de mayo de 1791 sería la partida.
El ambiente en Francia era ya amenazante para el desdichado Luis XVI, el segundo rey de Europa en ser ajusticiado. El primero fue el inglés Carlos I a mediados del siglo XVII por los republicanos de Oliver Cronwell. Los sucesos de Francia no fueron los pioneros, aunque no lo parezca, Inglaterra fue mucho antes una república. Estamos casi a mediados del año 91 y los sucesos se van a disparar, tanto en el viaje de Malaspina como en la Europa revolucionaria.

CONTINUARÁ

jueves, 3 de mayo de 2012

PEDRO SARMIENTO DE GAMBOA, UN AVENTURERO DESCONOCIDO (Y DOS)

SARMIENTO DE GAMBOA; Pedro
¿Pontevedra?, 1532 / 1592, Atlántico en las proximidades de Lisboa

En España y en la Nueva España
Este fascinante explorador, “más terco que la misma terquedad”, tuvo una existencia rocambolesca como vamos a ver. Su origen mismo ya es discutible y es un misterio. No está clara cual fue su cuna: ¿Pontevedra? ¿Alcalá de Henares? Dos localidades tan bellas como dispares. Lo que sí es seguro es que era un galaico de cultura por los cuatro costados. Hijo de padres gallegos, tuvo una infancia pontevedresa, donde debió ser un chaval ya pícaro, muy propio de la España de su época. Un chiquillo muy despierto. A sus dieciocho años se alistó en el todopoderoso ejército del emperador Carlos.
Cortas debieron ser sus expectativas por lo que el salto a las Américas debió ser su anhelo. En 1555, a sus 23 años, lograba dar su salto, el viaje que la cambiaría el rumbo de su monótona vida, aquella que se negó a vivir. Su destino debió de ser Veracruz, el puerto antesala del virreinato de la Nueva España.
En dos años de residencia en la Ciudad de México tuvo fuertes problemas con la Inquisición. Es posible que su inquietud por saber y formarse chocase con las cerradas mentes del Santo Oficio. Ante ello hubo de huir en 1557, con sus aún jóvenes 25 años. ¿Dónde ir? ¿Volver a la provinciana Pontevedra como indiano fracasado y perseguido? No. Con sus conocimientos geográficos seguro que su mente aventurera no debió de pensar mucho el destino: Lima, la otra capital virreinal de las Américas hispanas.

Una nueva vida en el Perú
Sí, el “Virú” le cambió la vida. Sin embargo, su trayectoria peruana no fue tranquila tampoco. Volvió a tener problemas con el Santo Oficio. Su mente seguiría exigiendo más. En la Ciudad de los Reyes (primer nombre de Lima dado por Pizarro) no perdió el tiempo. Estudió intensamente largas horas para ampliar sus conocimientos de Cosmografía, Geografía y Náutica. A sus 32 años, en 1564, la Inquisición limeña lo acusó de hechicería, delito gravísimo en aquellos años. Tras ser encarcelado, el juicio. El Tribunal le condenó al destierro. Ocho años después de su desembarco en El Callao, en mayo de 1565 fue condenado al destierro. Huido de Nueva España y expulsado de Lima. Parecía que el retorno a España estaba asegurado. Sin embargo, con su tenacidad y haciendo alarde de astucias de todo tipo, se las ingenió para que la pena fuese cambiada.
En aquellos días, en los inicios del reinado del joven rey Felipe II, Castilla empezaba a perder su batalla con Portugal por la llegada a las verdaderas Indias, es decir a Asia, a las islas de las Especias. Se estaba jugando su presencia en el amplísimo océano Pacífico, en esos tiempos la Mar del Sur. La necesidad de marineros en aquella empresa viajera hizo posible que se le conmutase el veredicto a cambio de ir en una expedición al Pacífico en busca de las islas Salomón. Su fama de marino bien preparado le había dado esta oportunidad. Ahora empieza su lado más fascinante.

Surcando el Pacífico: descubrimiento de las islas Salomón
En 1567, en los mentideros de Lima se rumoreaba la idea de que los incas sabían desde hacía muchos años antes de la conquista española, de la existencia de un fabuloso reino rico en oro navegando hacia el oeste de Lima por la temida Mar del Sur. Los rumores de este tipo despertaban la imaginación, las más de las veces sin fundamento alguno, más allá de la simple ensoñación, de aquellos desgraciados aventureros que soñaban sus riquezas y la posterior vida fácil, sobre todo tras ver el éxito de otros conquistadores. Si en el sur de los actuales Estados Unidos, Vázquez de Coronado creyó que encontraría Cíbola, la ciudad del oro, o Francisco de Orellana creyó que el país de la Canela estaba al este de Quito y de los Andes; en aquella Lima se creyó que eran las minas del rey Salomón, aquellas de las que hablaban los incas. Ante estas certezas el presidente de la Real Audiencia de Lima, don Lope García de Castro, virrey en funciones, organizó una expedición al mando de su sobrino Álvaro de Mendaña. Sarmiento de Gamboa pidió el mando para él, pero no tuvo éxito. Iría en la expedición como segundo, como capitán, junto a otro capitán: Pedro de Ortega.
Dos naves zarparon de El Callao en noviembre de 1567 con la misión de descubrir la imaginada Terra Australis y fundar una colonia. El 7 de febrero de 1568 llegaron a las islas Salomón, pero no a Australia. El resto del año estuvieron explorando la gran cantidad de islas del archipiélago. Entre ellas la célebre Guadalcanal por los combates de la II Guerra Mundial entre marines americanos y los japoneses. Tras contactar con las diversas tribus de nativos no hallaron ni rastro de oro. La vuelta sería siguiendo la ruta del Galeón de Manila, es decir, dejarse arrastrar por la corriente del Kurosivo para llegar a Acapulco. De allí su regreso a El Callao, donde llegaron el 22 de julio de 1569.

Un cosmógrafo al servicio del virrey Francisco de Toledo
Tras el fracaso del viaje en su lado oficial, el crecimiento interior de nuestro hombre debió de ser grande. Un gran viaje de descubrimiento y no un mero periplo sobre tierras ya exploradas, además de la aplicación práctica de sus conocimientos adquiridos anteriormente, le dieron una inmejorable reputación en el virreinato. En 1570, con 38 años y ya maduro, el virrey Toledo le ofreció una plaza de acompañante en un viaje de exploración a lo largo y ancho del virreinato. Lejos quedaban sus andanzas de conducta poco religiosa a los ojos del temido Santo Oficio.
Sus primeros 40 años de vida los coronaba al acabar su viaje con el virrey en 1572. Su agudeza y sentido de la observación, además de su amplia cultura divulgativa, le animaron a escribir una extensa “Historia Índica”, compendio de geografía e historia peruanas. En esta crónica defiende la conquista española como una liberación de los pueblos sometidos a la tiranía de los incas a la llegada de Pizarro. Era un eficiente funcionario del virreinato y parecía haber llegado a la cima de sus aspiraciones. Incluso pasaba a la historia de la literatura en su apartado de cronistas de Indias.

La Historia Índica

Tras el abandono del paso del sur por ser peligroso e impracticable, el gobierno español anunció al mundo que una gran roca había taponado el Estrecho de Magallanes para evitar merodeos de otros barcos de naciones rivales. Como es de suponer, los ingleses no se tragaron lo que era todo un bulo y en agosto de 1578 llegaba al estrecho de Magallanes el temible pirata sir Francis Drake, el verdadero martillo y pesadilla del reinado de Felipe II. Tras cumplir con su repetitivo ritual de asaltar barcos hispanos, saqueó los hoy puertos chilenos de Valparaíso, Coquimbo, Arica y El Callao. El virrey no dudó en ordenar a Sarmiento la persecución del inglés. Sarmiento se dio a esa orden pero no pudo evitar que el hábil pirata se le escapase.
No obstante, el virrey Toledo siguió confiando en sus dotes. Y en 1579, es el encargado de explorar el estrecho de Magallanes. Ahora, a sus más que maduros 47 años, iba a empezar la verdadera aventura de su vida. El estrecho de Magallanes lo marcaría para siempre: sería su fama y su fracaso.

La primera aventura en el Estrecho y en la Patagonia
Zarpó de El Callao en octubre de 1579. Tenía 47 años y una nueva misión al servicio de la monarquía: explorar y buscar un lugar adecuado para asentar una población civil estable y unos fuertes con una guarnición lo suficientemente preparada y armada para poder defender ese paso del sur frente a naves piratas que pudiesen atacar el virreinato peruano o posibles colonias extranjeras de los países enemigos de la Corona. En enero de 1580 llegó a la isla Desolación (cabo Deseado, en el lado occidental del estrecho). Una vez internado en aquellas angosturas, tras explorar posibles asentamientos, decidió asentarse en el paraje actual llamado Puerto del Hambre, a unos 80 kilómetros de Punta Arenas, en territorio chileno, casi junto a los restos de un viejo fuerte del ejército chileno fundado en 1843 (Fuerte Bulnes) y que es el lugar ruinoso al que llegaron aquellos osados marinos de la Numancia y que describe Galdós en el texto anterior.
El 24 de febrero de 1580 salió del estrecho por el lado oriental, al océano Atlántico. Había navegado en sentido inverso a Magallanes 60 años después de la gesta del portugués. Sin embargo no era el primero. Juan Ladrillero, marino onubense de Moguer, ya lo había surcado en 1558, aunque sin volver por el Atlántico, sino que regresó a Concepción, en Chile, donde falleció.
Por la costa americana llegó a la ruta del tornaviaje atlántico con rumbo a la península. Tenía la alegría de saberse un marino eminente, de haber igualado parcialmente a Magallanes. Sabía que iba a impresionar al mismo rey Felipe II y que entraría en la historia americana al lado de los grandes.
Ya en España el rey, más ocupado en la campaña de anexión de Portugal, aprobó el proyecto sin grandes problemas. Sarmiento sería el gobernador de las tierras descubiertas. En verdad era un proyecto ambicioso que podía recordar al colombino (dos rutas importantes, la del Atlántico a Asia y la del Sur a Asia también, con los reyes ocupados en otra causa peninsular: los Católicos en Granada y Felipe en Portugal). De haber triunfado se habría dado un golpe a la ruta del momento, la que iba a Cartagena y Portobelo, para atravesar el istmo de Panamá por el camino de Las Cruces. Hubiera supuesto el desarrollo del sur chileno, que aún no estaba dominado (ni lo estaría por mucho tiempo, hasta la época del Chile republicano), dada la dura y tenaz resistencia de los mapuches o araucanos.

Los primeros contratiempos de un terco burlado por los caprichos de la naturaleza
Los agobiantes calores andaluces del verano de 1581 en Sanlúcar de Barrameda, así como los arduos trabajos y preocupaciones que conllevan los preparativos de cualquier expedición, no debieron de suponer mucha mella al animoso, curtido y casi cincuentón marino. Debió de hacer algún que otro viaje a la todopoderosa Casa de Contratación en la entonces populosa y cosmopolita ciudad hispalense del dieciséis Por fin llegó la hora de zarpar en septiembre. Todo parecía perfecto. 2500 personas y 23 naves al mando de Diego Flores de Valdés. Mujeres y niños iban en las naves para hacer esa empresa tan arriesgada. Y sin embargo ya se anunciaban las futuras desgracias: al poco de iniciar la singladura, un duro temporal le obligó a regresar a Cádiz en octubre.
Nuevamente reorganizar las vituallas, así como la marinería y el pasaje durante todo el otoño. Por fin, en diciembre de 1581 volvieron a hacerse a la mar. Las primeras jornadas de la travesía eran las típicas por el Atlántico, pasar las Canarias y llegar a Cabo Verde, en ese tiempo recién pasada a la soberanía de Felipe II. En el archipiélago africano reorganizaron los últimos detalles antes de surcar el océano. En febrero de 1582 se hacen a la mar, para atracar en Río de Janeiro al mes siguiente. En el Brasil esperaron mejor tiempo varios meses. Era el invierno austral y la espera resultaba obligada.
Reanudaron el viaje en noviembre de 1582, llegando al estrecho en febrero de 1583. El verano austral no debió de ser bueno, pues al llegar a la entrada oriental el tiempo seguía desfavorable. El contratiempo climatológico volvía a jugarle una mala pasada al “más terco que la misma terquedad”. Ante la inhospitalidad del sur patagón hubo de verse obligado a regresar a Río con las orejas gachas de nuevo, como ya sucediera en Cádiz. De no haber sido terco hubiese abandonado la empresa, pero … ¿tenía esa alternativa? No es de imaginar a cualquier explorador de la época renunciar a esa empresa americana que aseguraba la vida en el disfrute de gobernaciones y encomiendas. Un sueño difícil de renunciar para muchos europeos sin nada que perder en sus aldeas de origen. Decir que Flores de Valdés abandonó la empresa y zarpó rumbo a España. Ahora quedaba solo nuestro hombre.

Los asentamientos y de nuevo los caprichos de Poseidón … ¡y de los piratas y bandoleros!
En diciembre de 1583 decidió volver a zarpar. El 4 de febrero de 1584 pudo llegar por fin al Cabo de Vírgenes, entrada oriental del estrecho magallánico. Ahora sí estaba dispuesto a su proyecto. El día 11 fundaba el asentamiento de Nombre de Jesús. El lugar es inhóspito y batido por los fuertes vientos gélidos del sur que envía el ya no muy lejano continente antártico. Lo contrarresta la belleza de sus paisajes. Pero la belleza y el sentido práctico no son sinónimos, y menos en aquellos tiempos, por lo que pronto comprendió la imposibilidad de que el lugar no podría albergar tanta población.
Su resolución fue casi salomónica, como el nombre de aquellas islas que descubrió con anterioridad: fundaría una nueva aldea con la mitad de la población. Para ello decidió internarse en las entrañas del estrecho. Tras hacer la redistribución de los colonos partió rumbo al suroeste. Cercana a la actual Punta Arenas erigió la Ciudad del Rey Don Felipe, en honor al monarca que le había apoyado en su terquedad. Era el 25 de marzo. Allí estuvo los meses de abril y mayo organizando la nueva colonia. El 24 de mayo, zarpó a Nombre de Dios, donde preparó su marcha a Brasil en busca de nuevas provisiones, llegando a Santos el 29 de junio. Tras hacerse con las vituallas necesarias, zarpó de hacia el Estrecho pero una tempestad hundió la carga y muchos marineros perecieron ahogados. Sarmiento y algunos tripulantes se salvaron. La terquedad le hizo reorganizar el nuevo viaje tras superar los problemas de la tripulación y sus deserciones al ver que era la empresa de un terco. En enero de 1585 zarpó de nuevo al estrecho, pero otra vez una tempestad le hizo volver a Bahía, donde ya los tripulantes se negaron a embarcar. Poseidón le estaba burlando una y otra vez. Tras más de un año de inactividad en Brasil, decidió volver a España en junio de 1586. Aún Poseidón la daría otra sorpresa: la haría encontrarse con un desagradable visitante: la naciente piratería en las aguas atlánticas de ese siglo. Su nave fue apresada en el Atlántico por el temible Walter Raleigh. Dio con sus huesos en el Londres isabelino, por aquél entonces en plena guerra contra la monarquía filipina de “El Prudente”, el cual ya sopesaba la invasión de la isla con la “Invencible”. Tras interrogarlo Isabel I en la Torre de Londres, fue liberado.
Si el Atlántico se lo puso difícil, una vida tan tocada por las desgracias no podía esperar menos en su viaje por tierra. Tras desembarcar en Francia y atravesar hacia el sur, camino de España, cuando ya estaba en Aquitania, cerca de los Pirineos y del Bidasoa, una partida de bandoleros hugonotes le tendió una celada y lo encerró en la localidad gala de Mont de Marsan. Era el 9 de noviembre de ese infausto año de 1586, en el que cumplía los 54 años. Viendo sus dotes de buen marino, adivinaron los secuestradores que se trataba de alguien importante, por lo que decidieron pedir un elevado rescate. Es de imaginar que cada día de encierro la mente no le daría tregua en el castigo de su conciencia, por lo que no es de extrañar que cada día se acordase de sus náufragos patagones, abandonados a su suerte y que el cruel destino impedía su socorro. Tres largos años estuvo en esa nueva prisión que le adentraron en su definitiva vejez y decadencia, impidiéndole volver a “su estrecho”.
Felipe II accedió al pago en diciembre de 1589. Sarmiento tenía ya 57 años y su vida ya se apagaba, aunque no su terquedad.


Plácido viaje por Castilla esperando lo inesperable
A mediados de 1590, tras cruzar las risueñas campiñas castellanas, llegaba al monasterio de San Lorenzo de El Escorial, donde el rey le dio audiencia una década después de aprobar su proyecto ambicioso. Esta vez un rey ya muy anciano y melancólico, tan derrotado como él por la historia de su vida, le denegó el auxilio a sus colonos, los cuales quedaban condenados a su suerte. En realidad cualquier persona de juicio normal ya imaginaba el destino de aquellos desgraciados. El destino ya los había ajusticiado.
Sin embargo, el rey Felipe le premió su fidelidad y le nombró, en 1591, almirante para proteger la flota de Indias, un cargo simbólico más que efectivo. Tenía y 59 años y también era ya un anciano de salud quebrada por los sinsabores vividos.
Embarcado en una flota de vigilancia, en julio de 1592 estaba cerca de la costa lisboeta. Se sintió indispuesto en el buque y falleció al poco, en el mar. Su cuerpo se enterró en esa ciudad. Era el final de un personaje de biografía tan singular como apasionante.


1. Pontevedra natal
2. En la Nueva España, su primer destino americano
3. En el Perú, donde se formó verdaderamente
4. A través del Pacífico como descubridor 
5. La con sagración en la Tierra del Fuego
6. El apresamiento en algún lugar del Atlántico
7. En el Londres isabelino
8. Apresado por los bandidos hugonotes en el sur de Francia
9. En San Lorenzo de El Escorial, con Felipe II
10. Su muerte en el Atlántico, no muy lejos de su ciudad natal


Es fácil adivinar sus buenos conocimientos de náutica en general puesto que, salvo el océano Índico, dominaba la navegación por el Atlántico y el Pacífico. Sólo la mala suerte le jugó esas pasadas que le impidieron entrar con mayúsculas en la Historia de España. Al final quedó como el malo de la película y, para algunos, el culpable de abandonar a aquellos desgraciados a su suerte o, en otro modo, de arriesgar demasiado en esa empresa de tercos. Y sin embargo el empeño personal de impedir la presencia de otras naciones enemigas de la España imperial de los Austrias y de los Borbones. 

¡En el Nombre de Jesús!
¿Qué fue de aquellos desdichados condenados por el destino, por Sarmiento y por Felipe II? Alrededor de 200 personas quedaron en Nombre de Jesús, junto a la Punta de Vírgenes. En ella trabajaban sin éxito aquellos olvidados, edificando casamatas, intentando cultivar, cazar o pescar. El hambre, como ya se sabe, les fue diezmando. Un grupo de ellos intentó desplazarse en busca de la otra colonia: Rey Don Felipe. Sólo llegó vivo Tomé Hernández. Quedaron unos 20 colonos. Nunca fueron rescatados y no se supo ya nada de ellos, aunque es fácil imaginarse su final. El marino Oliver Van Noort desembarcó en este lugar en noviembre de 1599, siendo atacado por los indios ona. A inicios del siglo XXI los arqueólogos descubrieron los restos del primitivo poblado, donde hay en la actualidad un monumento en su recuerdo.

En honor de Su Majestad: la Ciudad del Rey Don Felipe
No menos trágica fue la suerte de este otro asentamiento. El corsario inglés Cavendish atracó en el siniestro lugar en enero de 1587. Descubrió los restos de los cadáveres y las ruinas. Tan desolado era el paraje que no se le ocurrió otro nombre mejor para rebautizarlo que el de Puerto del Hambre. Descubrieron, sin embargo, a un náufrago superviviente: Tomé Hernández, el cual relató lo sucedido. Tras embarcarlo en su nave, logró escapar en un momento de descuido de sus captores en la costa chilena, logrando llegar a la presencia del gobernador de Chile, Alonso de Sotomayor, al que pudo relatarle lo acontecido y darlo a conocer a la historia.
Así quedaba abandonado ese maldito paso del sur, tanto para españoles como para los enemigos del reino. Los hispanos continuaron con su ruta panameña (camino del Chagres, Panamá-Portobelo), así como los piratas, corsarios y bucaneros, para llegar al preciado virreinato del Perú y su capital limeña, escala en la ruta de la mercúrica Huancavelica o de la argentífera Potosí.

El Beagle y un viajero ilustre
Solo algunos aventureros surcarían por allá antes del siglo XIX. Ya en esta centuria, con los avances de la navegación al vapor y la muerte de la vela, pudo llegar a Puerto del Hambre el buque de exploración científica Beagle en agosto de 1828. Su capitán se suicidó, siendo sepultado en el lugar. El teniente Robert Fitzroy consiguió el mando. En el segundo viaje de exploración del Beagle iba un viajero de lujo: Darwin, que pudo visitar Puerto del Hambre entre 1833 y 1834.
Por fin, en septiembre de 1843, cuando la joven república de Chile colonizaba el sur patagónico, su gobierno decidió levantar el Fuerte Bulnes, cerca de la península de Santa Ana, muy cerca del asentamiento hispano. Con el tiempo también se abandonó y, esas ruinas son las que describe Galdós en el capítulo XI del Episodio Nacional La vuelta al mundo en la Numancia que ya citamos en la entrada anterior.

Examinadas las ruinas, entendieron los españoles que no pisaban los restos de la obra insensata de Sarmiento, sino los de la Penitenciaría chilena, fundada en aquél sitio a principios del siglo XIX. Tal vez en los informes vestigios, paredones corroídos, pilares truncados, había trozos de diferente antigüedad. Eran ruinas yuxtapuestas, despojos sobre despojos, pavorosa osamenta de dos arquitecturas muertas y consumidas del sol y el viento. Sobre ellas rodarían indiferentes las edades. Lo que en la historia humana había sido completamente inútil, en la Naturaleza servía para que anidaran cómodamente los pájaros bobos.

En entradas posteriores intentaré novelar esta historia, aunque a plazo medio. Posiblemente para el verano, en que las vacaciones me dejarán escribir algo mínimamente leíble. Mientras tanto seguiré con algunas entradas de diferente temática.