martes, 6 de septiembre de 2011

DE MADRID AL CUZCO 1672-73: EL OBISPO MANUEL DE MOLLINEDO Y ANGULO (4ª PARTE Y FINAL)

ACLARACIONES PREVIAS

En esta última entrada intentaremos describir el hipotético viaje del obispo Mollinedo por tierras del Perú en su camino hacia su sede episcopal de Cuzco. Está claro que tras mis meteduras de pata en la travesía imaginaria, éstas van a aumentar. En la travesía atlántica el Blogger José Luis de la Mata me indicó que no se medían las alturas por metros, sino por pies. Calculando pasé a pies la altura del Teide, el volcán canario. El Blogger peruano Arturo Gómez me corrigió con el viaje a Lima desde Panamá: algunas autoridades desembarcaban en Paita, en la costa norte peruana, hoy Piura, para evitar la fría contracorriente marina de Humboldt. Al tener que cambiar gran parte de la entrada anterior preferí dejar el trayecto por mar hasta El Callao.
He usado, además de mi experiencia personal por el Perú, mapas de carreteras, con sus ciudades y pueblos. También me ha sido de gran utilidad consultar esa gran herramienta de Internet llamada Google Earth.
No he hecho la ruta íntegra por tierra, sino por el aire, pero he viajado por los alrededores de Cuzco y desde esta ciudad a Arequipa por carretera, por lo que describiré el bello paisaje andino, ayudado además en libros de geografía comprados allá.
La ruta que imagino que siguió será la que sigue por las actuales carreteras 20, de Lima a La Oroya y la 3 de La Oroya a Cuzco, pasando por Jauja, Huancayo, Ayacucho, Abancay y Cuzco. Citaré los actuales pueblos y ciudades como si existiesen por aquél entonces. Omito, como es lógico, los nombres de lugares de personajes republicanos, los cuales no existirían o se llamarían de diferente nombre.
El propósito, más que buscar fidelidad histórico-geográfica, es el de intentar describir Perú, país que tanto me encantó por su naturaleza y sus gentes. A mis tres grandes amigos limeños va dedicada esta entrada y, cómo no, a los que se molesten en leerla, ya sean peruanos o españoles, o de donde sean. Espero disfrute el lector y se sumerja, aunque sea en su imaginación, en ese país tan atractivo.

BREVE RELACIÓN DEL LUENGO VIAJE DEL EXCELENTÍSIMO SEÑOR OBISPO DON MANUEL DE MOLLINEDO Y ANGULO DE LA VILLA DE MADRID AL CUZCO, LA ANTAÑO CAPITAL DE LOS REINOS INCAICOS.
CIUDAD DEL CUZCO, VIRREYNATO DEL PERÚ. AÑO DE MDCLXXXXVIII.

LIBRO TERCERO: DEL VIAJE POR EL PERÚ HACIA EL CUZCO.

Capítulo I. De mi llegada a El Callao y Lima.
Como ya dije en el anterior libro, llegué a El Callao, pequeño caserío portuario donde atracan los barcos con destino a Lima, bien desde Panamá, bien desde la costa de Chile. Mucha fortaleza de ánimo me hice para no caer en congojas acordándome de Madrid y de las Españas mientras ponía pie en tierra firme, tras muchos y luengos días de flotar en un cascarón de madera, entregado a los caprichos de los dos océanos, a sus aguas violentas, según los caprichos de Eolo y de Saturno, y al castigo o protección del Todopoderoso enviándonos o no un ataque de satánicos y blasfemos corsarios. Sin embargo, al ir cabalgando hacia la ciudad de Lima empecé a acordarme de Madrid, más me decidí en encomendarme a la Purísima Concepción, en cuya festividad llegué a la tierra peruana hace 27 años y en la que ya hoy, muy enfermo, reposaré en la eternidad. Había recorrido unas 2.273 leguas aproximadas. Ahora estaba a dos leguas de la capital virreinal.
Desembarqué en la mañana, a eso de una hora antes del Ángelus, y recibiome una niebla muy húmeda, aunque cálida, que llaman garúa los limeños. Apenas podía divisar los altos montes que son prolegómenos de la cordillera de los Andes y que se yerguen vigilantes, como que si mirasen por encima de los tejados de la ciudad. Sin demora alguna decidí cabalgar a Lima para llegar aún con la luz del día, ya de por sí muy triste, por la ausencia del sol, a pesar de ser ya casi el varano del hemisferio del sur.

El obispo llegó a Lima el 8 de diciembre de 1672. Ese mes, al estar situado Perú por debajo del círculo ecuatorial, equivale a nuestro junio, es decir, llegaba cuando el verano austral ya estaba casi entrando. Al zarpar de Cádiz estaba entrando la primavera en el hemisferio norte. Entre junio y diciembre, en esos casi seis meses de viaje, había atravesado la franja ecuatorial, la zona de verano continuado. El verano limeño, que debiera ser muy caluroso, es muy agradable, dada la influencia de la mencionada fría corriente de Humboldt. El Callao está a unos diez o doce kilómetros del centro de Lima. Es un lugar típico pero muy peligroso por los ataques de los pirañas o choros, los delincuentes juveniles del lugar. Aquí se halla el castillo del Real Felipe, museo de historia peruana. Su nombre se debe a que fue erigido por orden de Felipe V para protegerse de ataques piratas. En 1825 fue, junto a la fortaleza de San Juan de Ulúa en Veracruz, el último bastión de la resistencia española con la rendición del español Ramón Rodil. Más adelante se encuentra una pequeña península llamada La Punta, donde la gente de Lima acude los domingos a sus cevicherías, lugares similares a nuestros chiringuitos de pescados y mariscos. El ceviche es la comida marinera de Perú por excelencia.

Ya en El Callao me dijeron que el Excelentísimo Señor Virrey don Pedro Antonio Fernández de Castro Andrade y Portugal, conde de Lemos y natural de la Villa de Madrid, había fallecido dos días antes de mi llegada. Por dicho suceso hube de asistir a sus exequias y postrera audiencia en pleno palacio. Las desgracias sólo traen más desgracias, pues también hallábase vacante la silla episcopal limeña por la muerte del obispo castellano Monseñor Pedro de Villagómez, fallecido el 12 de mayo de 1671. De esa muerte ya estaba informado. Hube de estar varios meses en la capital del grande virreinato del Perú, o del Virú, como se le conocía antiguamente, en la época del valiente soldado don Francisco de Pizarro. Peruleros es el nombre de estos habitantes.

Palacio episcopal de Lima.

Ahora esos peruleros son ya más de su pura raza. Apenas hay hombres de color negro ni mulato. Tampoco se adivinan personas zambas. Lo que más hay son gentes mezcladas de color y que ya dije que se llaman mestizos, o sea mezcla de españoles e yndios. Un número de pocos españoles, de familia noble y buena cuna, junto a personas llamadas criollas, es decir, de personas nacidas en el Nuevo Mundo pero con sangre hispana corriendo por sus venas. Esas gentes apenas conocen ya las costumbres de la lejana cuna de sus ancestros y, a veces, muy mal nos mirasen a los españoles de nacimiento. En las lecciones de historia de nuestra patria, cuando las estudiaba en mis tardes invernales alcalaínas, mucho leí de las rebeliones de aquellos primeros españoles del Nuevo Mundo y que se les llamó encomenderos: Almagro, los hermanos de Pizarro, los hijos de Hernando Cortés, Lope de Aguirre, y una más grande lista de gentes. Algunos, según he observado, sueñan con volver a esas desobediencias a nuestros reyes y señores de la patria y hacerse amos y soberanos de estas tierras lejanas.

Por deseo expreso de la reina regente del menor de edad Carlos II, Mariana de Austria, fue designado el 22 de abril su sucesor, el cordobés Juan de Almoguera. Por ello llegaba en un momento con un virrey interino: el clérigo criollo Álvaro de Ibarra (Lima, 1619-1675), oidor de la Real Audiencia de Lima entre 1672 y 1674, hasta que llegó el nuevo virrey: Baltasar de la Cueva Henríquez y Saavedra, conde de Castellar y Marqués de Malagón (Madrid, 1627-1686). Este periodo de interinidad fue de gran importancia en la historia de la América colonial hispana, pues era el primer criollo que conseguía el poder en la máquina burocrática virreinal española. Se acudía al lento cambio de tendencia: tras casi dos siglos, el XVI o de conquista, y el XVII de mestizaje, se vislumbraba ya el XVIII, siglo de protagonismo criollo, muy desconfiado con la tierra de sus antepasados, y de lento resurgir del pensamiento, a la larga, emancipador, junto a las incipientes rebeliones indígenas ante los abusos hispanos.

Capítulo II. De Lima, la Ciudad de los Reyes, capital del virreinato del Perú.
Esta grande ciudad del Nuevo Mundo es fundación del ya mentado Francisco de Pizarro, el valiente extremeño de la victoriosa villa de Truxillo. Dícese de este su nombre de Los Reyes por ser nacida la dicha ciudad en el día de la Epifanía del Señor. Creo que hacia enero de 1535 si la memoria no me hace de errar dadas mis ya menguantes salud y sesera.
Tras dos leguas al trote se llega desde el puerto de El Callao a la Plaza de Armas, lugar del palacio episcopal [donde mi persona por fin lograre descansar en un tálamo] y de la catedral, junto al palacio que construyere el valiente fundador. Tenía varios meses para aclimatarme al Nuevo Mundo y qué mejor que hacerlo en Lima.
Es de espacio casi tan grande como la Villa de Madrid. También se entra por un portón que se yergue en la muralla. Así como que llegamos del mar, distínguense tres barrios: a nuestra mano izquierda o del noroeste, o poniente, se hallare un caserío que ya no recuerdo su nombre. Hacia el centro un caserío de calles cuadradas, de ahí que sus naturales las llamasen cuadras a lo que nosotros mentamos como mançanas. Muchas y grandes casonas o palacios ornan estas sus rúas, con balconadas de madera que dicen de cedro, madera muy abundante en la selva lejana tras la sierra, aunque según me dijeren, como que también la trajesen de las selvas al sur de la Nueva España, lugar llamado Guatemala.

Se refiere el obispo a la actual Nicaragua, pues en esos bosques de la formidable madera de cedro se extraía la materia prima de los altares de madera policromada e hiperbarroca y que tanto abundan en los templos de América Latina.

Al lado de la derecha, o lo que es igual que decir al lado suroriental o del levante, se encuentran los llamados Barrios Altos, habitados por gente de no muy buena reputación y de poco temor de Dios, muy dada a la picaresca e al robo y el timo. Tras este curioso caserío hállase su río: el Rímac, que viene muy aguado desde las cumbres elevadas y nivosas de la sierra.

Todas las principales ciudades virreinales (Lima, Ciudad de México, Quito, Buenos Aires…) se erigían con igual traza urbana: una cuadrícula o damero ortogonal, en cuyo centro equidistante se situaba la Plaza de Armas, donde se erigía la catedral y el palacio virreinal. Les rodeaba una “cerca” o “tapia”, más con fines de recaudación que defensivos, como el idéntico caso de Madrid y su Tapia de Felipe IV. Concretamente en Lima quedan lienzos junto al río, tras el palacio presidencial, en el llamado Parque de la Muralla, recientemente remodelado de su ambiente marginal. Deberían impresionar a los españoles esas largas, anchas y rectilíneas vías, acostumbrados a sus ciudades tortuosas, de irregulares calles laberínticas y muy angostas. En todas ellas se distribuyen estratégicamente los templos de las principales órdenes religiosas allí establecidas: iglesias de La Compañía, de los dominicos, agustinos, franciscanos, etc.

Planos de Lima en los siglos XVII y XVIII.
Hoy, todo el cuadrado ya es la metrópoli limeña.


 Capítulo III. De los alrededores de Lima.
Esta ciudad tiene unos buenos alrededores, a pesar de que se hallare en un desierto: no llueve nada, apenas unas gotas y nada más, por lo que es polvorienta. Sin embargo la humedad hace que el temple de sus inviernos sea más bien desagradable. Es un misterio cómo siempre hubiese cielos de color gris y sin caer las aguas. Eso lo llaman los indios la garúa, una neblina que se abate sobre la ciudad a eso del mediodía.
Desde mi ventana palaciega mucho mataba el tiempo viendo esa imponente sierra en los días claros y soleados que llaman los Andes. Como si de vanguardia suya se tratare, se erguían unos montes de buena altura. Sobre todo contemplaba uno que nombran los lugareños como de San Cristóbal, alzado tras los ambos dos palacios, el del virrey y el arzobispal, tras el río Rímac.

Cerro de San Cristóbal.

El monte de San Cristóbal tiene una muy buena panorámica de la ciudad, aunque en sus laderas se divisan chabolas marginales. La larguísima franja costera peruana es un desierto, continuación del chileno de Antofagasta o Arica, aquél que tanto costó a Diego de Almagro en su fracasada marcha sobre Chile. La sequedad es extrema aunque en el caso de Lima se da el fenómeno de la garúa, originado por el mar. Aunque no deja lluvias, es la causa de la templanza del clima limeño, tanto en verano como en invierno. Los ríos andinos descienden hacia la costa del Pacífico formando valles muy largos y muy aprovechadas sus terrazas y fondos de valle a modo de oasis. Destaca el valle del Rímac. Al sur se encuentra el santuario (anterior y contemporáneo de la época incaica) de Pachacamac, aunque desconozco si en la época virreinal se habían descubierto sus restos arqueológicos.
La “chala” es el nombre del paisaje natural costero cubierto por la garúa, y sus antiguos pobladores se llamaron chalacos o cholos, aunque cholo hoy significa indio. La palabra “chala” hace mención al maíz sembrado o, también, a las nubes costeras.

Muchos días cabalgaba con mi caballo y lo espoleaba al sur, hacia las aldeas cercanas: las dos Magdalenas, una que dicen la Vieja, y otra llamada del Mar, Miraflores, Surco y, así como con mucho deleite, cabalgaba a las costeras de Barranco y Chorrillos, donde la costa es abrupta, con terraplenes muy hondos que caen a la mar océana o la mar del Sur, también el mentado como Pacífico por el bravo soldado que ya dijere: su descubridor don Vasco Núñez de Balboa. A veces cabalgaba tierra adentro por el valle del ya dicho río Rímac, lugar de humedad y con paisajes muy plácidos a la tranquilidad del alma, lejos del mundanal ruido, al decir de mi admirado poeta y catedrático de Salamanca fray Luis de León, con sus fértiles huertas de frutos muy desconocidos por los españoles de al otro lado de la mar.

La actual zona metropolitana de la gran ciudad de Lima conserva el nombre de estos distritos o barrios. Miraflores es el barrio de la clase media alta, con buenas mansiones y avenidas comerciales seguras y de gran animación turística en torno a la playa de Larco Mar y de la Plaza de Kenendy. Es el barrio de la gente bien, de los "pitucos", que viene a ser el equivalente a nuestros "pijos". Por la costa más al sur destaca Barranco, barrio de la bohemia y de la noche para las clases altas, con playas bajo sus “barrancos”. A lo lejos de divisa la Cruz de Chorrillos, antigua aldea de pescadores.

Dada la mucha falta de autoridad, tanto terrenal como espiritual, y cómo que tuviere tiempo antes de irme al Cuzco, hube de atender la vida pastoral de Lima, junto al oidor de la Excelentísima Real Audiencia, el padre Álvaro de Ibarra, limeño o criollo. Allí tuve la ocasión de consagrar el gran templo de San Francisco el día 23 de enero de 1673.

Iglesia de San Francisco en Lima.

San Francisco es uno de los templos emblemáticos de Lima, de fachada de color amarillo, con dos torres y campanarios a su entrada. Es conocido como las catacumbas de Lima, pues en su subsuelo se enterraban los notables limeños durante la época colonial. Se sitúa muy cerca de la Plaza de Armas, hacia el este.

Capítulo IV. De mi viaje al Cuzco (I). De Lima a Jauja.
Ya casi acabado el verano limeño y entrado en el otoño, se puede viajar por la sierra, libre de lluvias y aguas malas. El clima se templa lentamente y, aunque el frío es grande y de mucho hielo, los días secos pueden permitir los viajes sin caminos con lodo y barro. Me informaron los soldados que me iban a acompañar y guiar que el viaje es muy largo, como de unos dos meses al contar de tiempo de holganza necesaria de tanto cabalgar. Mucho me esperaba un sinfín de leguas, de peregrinaje y de fatigas sin cuento.

Viendo el mapa de carreteras he ido trazando una ruta de unos 40 kilómetros diarios, con algunos descansos, propios del aclimatamiento al “soroche” o mal de altura. La ruta es por completo andina y a una media de 2000 a 3000 metros de altura. Esta ruta fue la que se seguía históricamente por las caravanas y convoyes que iban de Lima al lago de Titicaca, a la ciudad de Puno, para continuar por el entonces Alto Perú, hoy Bolivia, hasta la ciudad de Potosí, corazón del imperio español por sus riquezas fabulosas de plata, junto al Potosí mexicano. La ruta seguía al sur y se bifurcaba por Jujuy al Río de la Plata o a Chile. Imagino que esta ruta sería de origen prehispánico y por ella correrían los llamados chasquis, corredores indígenas que portaban los correos a través de todo el imperio inca.

Acordé ir avanzando una semana seguida y tomar el descanso al día siguiente. El día 12 de octubre de 1673 fue mi segunda conmemoración de la gesta del Almirante don Cristóbal Colón y, además, era mi segunda fecha que celebraba en el Nuevo Mundo. Al día siguiente partiría al Cuzco.
De los días 13 al 19, o lo que es decir siete días de trote, llegamos a Jauja. Pasé por el valle del Rímac, por lugares como Chosica, Matucana, Casapalca, Hunchac-Huán, La Oroya, Chacapalca y Jauja. Los paisajes fueron de gran belleza, muy propia de la que el Creador sólo es capaz de imaginar para recreo de la vista y de su grandeza y misericordia. Fueron días difíciles, pues apenas podía bajar del caballo por mis fuertes dolores de cabeza y de falta de respiración, creyéndome en la asfixia cercana. Me dijeron que era el soroche, llamado también el mal de las alturas. Tres días la lluvia puso mucho lodo en el camino. Las temperaturas empezaban a ser frías, aunque muy soportables para mi persona, pues estaba y, aún hoy ya viejo, muy acostumbrado a los fríos de mi tierra burgalesa y de la Villa de Madrid, y de sus vientos y soplos gélidos desde la nevada Guadarrama. El día 20 de octubre dime a descansar de penalidades.

El paisaje que vería tras internarse en el valle del río Rímac es el de la yunga, que viene a decir: valle cálido. Es de clima cálido y soleado. Sus valles son muy escarpados y estrechos, con quebradas. Sus riberas son fértiles para los cultivos hortícolas y frívolas: guayabas, chirimoyas, limas, duraznos, etc. Las escarpadas paredes se aprovechaban también agrícolamente desde la época prehispánica en andenes, equivalentes a los bancales españoles.

Capítulo V. De mi viaje al Cuzco (II). De Jauja a Abancay.
Ya todos los paisajes serán de montañas andinas. El soroche sigue afectándome y mucho es mi sufrir por ello. Mis dolores de cabeza me hacen creer que ésta me va a reventar. Algunos días me creo próximo a la asfixia y a que mi corazón deje de latir. Hasta un mes me resta para acostumbrarme del total a este mal. Unos yndios me han dado a masticar unas hierbas que dicen que lo calma: la que llaman coca. La masticaba y notaba algo de mejoría. Cuatro días de húmeda y fría y desapacible lluvia hicieron sus fechorías y molestias. Del día 21 al 27 pasamos por Concepción, Huancayo, Pazos, Pampas, Huando y llegamos a Andabamba. En estas estancias nocturnas comía carne de ganados de la sierra. Eran ganados de llamas, guanacos y vicuñas, animales no llevados del Nuevo al Viejo Mundo y que usan los yndios para transportar sus mercancías. Dicen que son animales de la familia de los camellos y dromedarios de los sarracenos, a pesar de que tienen unas lanas como piel, muy similares a las ovejas castellanas. En clases de biología en Alcalá de Henares escuché la noticia de estos animales.

El paisaje ahora es quechua (como el idioma prehispánico andino predominante, junto al aymara), entre los 2.300 a 3.500 metros. Aquí se cultiva la patata, la el maíz y la quinua. Es un paisaje andino pleno, con valles internos, y un clima muy agradable de inviernos secos, con calor al sol y templado a la sombra, aunque en las noches las temperaturas bajan a los 0º. Los indios también construían aquí andenes en las pendientes.

Andenes en el Valle Sagrado de los Incas, cerca de Cuzco.

El día 28 de octubre tuve los consabidos descanso y holganza. Ya el día 29 de octubre nos dispusimos a partir una nueva semana. Entre el 29 y el día 4 de noviembre, con solo dos días de lluvia, atravesamos las aldeas de Acolbamba, Marcas, Huanta, Huamanga [la más tarde célebre Ayacucho, donde se dio la batalla final contra los españoles en 1824], Chiara, y el río Pampas.
Mis órdenes se impusieron sobre los soldados de la escolta, y dispuse seguir el día 5 hasta el día 12, con el intermedio de descanso el día 9 de noviembre, para aprovechar y celebrar el día de mi santa patrona, mi muy venerada Virgen de La Almudena, la virgen madrileña, tan lejana esos días. Mucho me preguntaba en mis adentros, no sin cierta congoja, por la Villa de Madrid, tan recordada durante todos los días de mi vida, más que mi burgalesa villa de Bortedo natal. Ese día estuvimos en una aldea que llaman de Talavera, como su homónima y hermana en el reino de Toledo, allá por el centro de las Españas. Esta semana fue de acampar en pleno campo, por no estar cerca de aldea alguna. A pesar de ello atravesamos por Chincheros, y la citada Talavera, que no de La Reina. Decidí que seguiría la comitiva para alcanzar Abancay el día 13 de noviembre.

En esta ruta pasó el obispo por el país de los huancas, que eran un numeroso grupo étnico de las actuales provincias de Jauja, La concepción y Huancayo. La mayoría habitaba en el valle del Huancamayu (Valle del Mantaro desde 1782), donde cultivaban maíz y patatas, demás de pastorear sus ganados de camélidos en las altas punas de los Andes. La capital del reino huanca era Siquillapucara, hoy Tunanmarca. Siquillapucara fue tomada por los incas en 1460.

Capítulo VI. De mi viaje al Cuzco (III). De Abancay al Cuzco.
Abancay es la capital del departamento de Apurímac. En ella se asentaron los chancas, indios que se opusieron a los incas a mediados del siglo XV. Tras victorias iniciales, fueron derrotados por los cuzqueños.

Ya estaba de solaz en Abancay varios días, para recuperarme del esfuerzo anterior. En siete días se puede llegar al Cuzco, por lo que decidí entrar en la noche del día 23 de noviembre. Por ello, saldría el día 17. Desde Abancay al Cuzco ya el camino no es tan solitario. Atravesamos Sahuite, Curahuasi, Mollepata, Limatambo, Zurite, Anta y Cuzco. El 23 de noviembre de 1673 pude entrar ya de noche en el ansiado destino, en el que estaría el resto de mis días.
Ahora escribo estas letras, a mis 58 años y con mi inteligencia con errores de en la mente. Mi vida en el Cuzco ha sido una época de grande trabajo y de felicidad en mi trabajo de pastor del Señor. Sus gentes me han enseñado mucho, les he predicado nuestra fe santa católica apostólica y romana. Mi afición al arte me ha sido muy importante, pues tuve unos discípulos muy aplicados. Nunca olvidaré al gran artista pintor don Diego Quispe Tito, un yndio inca, de pura raza a su parecer. Este artista y sus discípulos, pudieron dar unas obras de arte muy fecundas y apreciadas, en especial esas imágenes de vírgenes llamadas pachamamas. La verdad es que tuve problemas y que mirar con tolerancia, lejos del rigor del Santo Oficio, pues estos yndios son muy fieles, pero fingen, pues muchas veces piensan en Viracocha, su dios pagano. De hecho esas vírgenes que tan bien plasman con sus pinceles, son vestidas con un manto muy abultado a lo debajo de su cintura y que me dijo el discípulo Tito que era la Madre Tierra, la diosa de la fecundidad. En el barrio que llaman de San Blas, por detrás de la catedral, se alzan muchas y empinadas cuestas. En sus calles se encuentra el que es mi palacio episcopal, cuyo muro que mira a la calle que dicen los yndios de Hatunrumilloc, tiene unas enormes piedras, maravilla del ingenio de los arquitectos incas.

Palacio Episcopal de Cuzco.

En mi estancia en Cuzco, en el verano de 2009, el guía de la catedral ya se confesaba indirectamente como creyente en el dios pagano, aunque reconociendo los cultos católicos. Ya en época colonial se dio el movimiento del “Taki Onqoy”, una herejía que hubo de ser extirpada durante los años de la colonia. En muchos lugares se representa la liturgia católica con representaciones andinas o de selvas. En la catedral cuzqueña hay una Última Cena en la que, en vez de aparecer el cordero, aparece un cuy, especie de hamspter o ratilla de gran valor nutritivo y exquisito paladar, a pesar de que a algunos les repugne comer ese roedor.

Granja criadora de cuyes a las afueras de Arequipa.

Estos cuzqueños orgullosos de su pasado anterior a nuestra providencial civilización cristiana, pues dícense auténticos descendientes de los incas, son de piel de color del cobre o del bronce, algo oscura al contacto con el sol tan luminoso de estas llanuras. Tienen unos ojos algo estirados, los que pareciere que los tienen entreabiertos. Sus tabiques nasales son afilados por el centro, asemejando el pico de un águila cuando se les mira por su perfil. Tienen pómulos salientes y cabellos muy lacios y lisos, tan negros como las brasas quemadas de un hoguera. Parecieren muy similares y del tipo de los mongoles o asiáticos que informó el comerciante Marco Polo. Visten unas capas de color rosado en general, con rayas de grandes coloridos y muy buenas para el abrigo de estos hielos nocturnos. Sus cabezas las cubren con gorros de lana excelente, de esos rebaños de llamas y que se llaman chullus, con partes para tapar las orexas.
Numerosas cabalgadas me daba en mis tardes soleadas del Cuzco. En ellas me dí a fundar templos que espero sirvan a la religiosidad de las gentes de la posteridad. A veces lograba subir a esas llanuras tan altas entre las montañas, donde la agricultura ya no es posible, y donde los jóvenes yndios de pura raza incaica cuidan de sus ganados de llamas, vicuñas, alpacas y guanacos. Apenas hay andenes escalonados, como aquellos que recordaba en las laderas de mis montañas burgalesas.

 Pastores de camélidos andinos en las alrededores de Cuzco.

Más allá del Cuzco empiezan las grandes quebradas hacia el oriente, hacia la selva. Los hombres civilizados apenas llegan allá, y los que lo hacen hablan de la maldad de su clima asfixiante y húmedo, con mosquitos y fiebres que causan gran mortandad y fiebres más horribles que las pestes del Viejo Mundo. Nuestros soldados no osan en ocupar esas tierras que descienden los ríos con fuertes saltos de agua, y donde la sierra se derrumba. Allá dicen de la existencia de yndios feroces, semidesnudos con apenas taparrabos y que escupieren dardos envenenados y cuyo clave es mortal pleno. Satánicas criaturas que comen la carne de sus enemigos cautivos. Salvajes que no fueron conquistados por los incas y donde se dice que se refugiaron éstos huyendo de nuestras tropas, y donde se cree que se escondió el tesoro aúreo de sus emperadores.
Apenas me acuerdo ya de mi patria castellana, de la cual se me disipan mis recuerdos juveniles, solo sabiendo de ella, y de nuestra católica majestad Carolvs II, el Hispaniarum et Indiarum Rex, por los reales correos que llegan a El Callao.

En sus más que posibles excursiones, llegaría a los paisajes llamados suni o jalca, lugares de más de 3.500 metros de altura. Suni significa soroche. Aquí vería a los shucuyes: los criadores del cuy. Sus paisajes se ven interrumpidos por cañones y gargantas. El clima es extremadamente seco y extremo: desde los 20º en el medio día hasta los -10º o más en las heladoras madrugadas.

 Rebaño de vicuñas en las altas punas.

Otro paisaje típico es la puna, situada entre los 4000 y 4800 metros de altura. Puna significa “altas cumbres”. Son mesetas llanas o altiplanos con gran cantidad de lagunas. El clima es también muy extremo y muy lluvioso en verano. En las plantas gramíneas pastan los citados camélidos. Aquí crece la maca, la planta energética, llamada por algunos el ginseng de los Andes. Más alta ya se encuentra la janca o zona de nevadas cumbres andinas, desde los 4800 en adelante.
Tras los Andes, al extremo oriental del país, se sitúan las enormes selvas ecuatoriales divididas en dos subgrupos: las zonas de selva alta, descendente desde los Andes, como es el caso de Machu Pichu, o ceja de la selva (rupa rupa), y la selva baja (omagua), ya de tipo amazónico. No es probable que el obispo fuese allá, pues era la frontera del poder español. En la selva ya era imposible penetrar con aquellas armas.

La selva alta en Machu Pichu.

Y aquí acabo estas entradas sobre este obispo del que supe en mis viajes peruanos y que me interesó mucho su persona. De ese siglo XVII, en sus años finales, apenas hay libros escritos en general de América Latina. Un período que marca el ecuador del dominio español, punto de partida del lento proceso de gestación de las emancipaciones que ahora celebramos en su bicentenario. Muchos de esos manuales inciden en la conquista y la organización colonial en general. De ahí saltan a las reformas de los Borbones del siglo XVIII y a la emancipación.

19 comentarios:

Anónimo dijo...

Pedagógico viaje sobre aquellas tierras "peruleras" o del Pirú, y de cuyo contenido en geografía y costumbres nos has dado una impresionante lección.

Dices, haciendo hablar al obispo, que las faciones de los cuzqueños o descendientes de incas, son asiáticas. Y eso me recuerda a la teoría que ha publicado un historiador y navegante inglés sobre los viajes de los chinos en el siglo XIV por todo el mundo y de cómo dejaron colonias suyas en América, epecialmente en Perú.

¿Podría tener razón este inglés?

Juan dijo...

Hola Tella, desconozco esa teoría. Lo que sé de las lecturas de varios libros y de los profesores peruanos es que la teoría del poblamiento americano se hizo desde el estrecho de Bering, hace unos 35.000 años. Unos cazadores de mamuts iban siguiendo presas cuando pasaron por una manga de tierra que no estaba sumergida en aquellos años. Oleadas sucesivas de asiáticos mongoloides llegaron a la actual Alaska.
Más tarde ese brazo de tierra se sumergió y ya no volvieron a penetrar más humanos. Éstos grupos se fueron desplazando de norte a sur del continente y la antigüedad de los yacimeintos arqueológicos así lo confirma, siendo más recientes los del sur, y viceversa.
Esos grupos humanos son evidentes por ser de tipo mongoloide los indios de raza pura actuales.
Sin embargo, se cree que pudo haber habido migraciones de polinesios y melanesios por el pacífico sur. A mediados del siglo pasado, un aventurero cruzó en la balsa Kon Tiki el pacífico a remos y con poca agua y comida para demostrar que era posible ese viaje. De ser así, al llegar in extremis a América, apenas podrá hablarse de grandes migraciones.
La raza blanca europea también llegó a América, pero sin dejar noticias aquellos vikingos de la Edad Media. Hoy se han encontrado genes caucasoides blancos entre los esquimales, por lo que se da por hecho que ellos fueron los primeros antes que don Cristóbal.
Se descarta el poblamiento desde África.
De ese viaje chino no se cita en ningún libro sero de historia. De todas formas la corriente del Kurosivo que decubrió tu paisano Urdaneta y abrió el tornaviaje de Filipinas a Acapulco pudo haber sido explorado por los chinos, pero hoy por hoy no se afirma. En historia todo es posible.
Espero haberte informado bien. De todas formas me gustaría que me dijeras de ese inglés y su obra para leer de ese tema siempre apasionante.
Saludos amigo donostierra.

MariCarmenblogs.com dijo...

Muy interesante entrada. Sobre las tierras del Pirú, muy bien relatado en tercera persona en un contexto histórico y geógrafico sumamente interesante. Ní que decir de esa magnifica explicación que nos haces acerca el poblamiento de America, tema de gran interes para mí. Quisiera decirte que actuales estudios demuestran de poblamientos muy antiguos en el Nuevo Continente expecificamente y para sorpresas de todos, incluso más antiguos que en Norte America, concretamente en el Perú, se ha encontrado fósiles de mayor antiguedad a lo que en un principio se creía, los poblamientos más antiguos del Norte.

Juan dijo...

Hola colombiana Mari Carmen ¡Cuánto tiempo sin verte por el blog!. A mí también me interesa el tema del poblamiento primitivo del contiente americano y te pediría información sobre esas excavaciones que revolucionan los conocimientos actuales. Espero tu respuesta. Muchas gracias por tu comentario y tu visita.
Saludos desde Madrid.

Anónimo dijo...

El autor es GAVIN MENZIES autor de un libro titulado "1421" y que tuvo un éxito mundial por lo muy documentado y por el aval de prestigiosas universidades inglesas y americanas, e incluso de China.

Cayetano dijo...

Me ha encantado y divertido, a la par que ilustrado, esta nueva entrada tuya, en la que se mezclan la historia, el relato literario en plan autobiográfico del señor obispo, y las propias vivencias de tus pasados viajes al Perú, incluyendo esas fotografías de tu cosecha.
Sobre los posibles errores de documentación, está claro que no hay cosa peor -ni mejor- que tener amigos blogueros ilustrados que nos aplauden o nos dan alguna colleja cuando metemos la pata (yo el primero).
Un saludo y buen comienzo de curso, que lo tenemos movidito.

Juan dijo...

Muchas gracias Tella por tu información de ese libro que desconocía. Me informaré.
Saludos.

Juan dijo...

Hola Cayetano. Lo bueno de tener lectores blogeros, además de su valiosa amistad, es que con sus críticas y "collejas" aprendemos un montón.
Saludos y me voy a una reunión a ver que se acuerda ante nuestro inicio de curso.

CAROLVS II, HISPANIARVM ET INDIARVM REX dijo...

Un gran viaje el que nos narras por aquellos tan lejanos y exósticos paísajes para los españoles de acá....si hoy en día son tortuosos aquellos caminos imagino como debían ser entonces...

...una pregunta supongo que cuando hablas del Potosí mexicano te refieres s Zacatecas y sus minas de oro, no?

Un abrazo.

José Luis de la Mata Sacristán dijo...

Pedazo de entrada... además las notas aclaratorias hacen que se siga con más interés...

Desde luego el encontronazo de alguien que no había salido de Castilla con aquello tenía que ser abrumador...

Juan dijo...

Hola Majestad, cuando hablamos de Potosí nos referimos a dos lugares:
Uno, las minas tan imponentes de Bolivia, de plata, base del tesoro imperial español. Además hubo la suerte de encontrar mercurio en Huancavelica en Perú, básico para amalgamar esa plata.
Dos, las minas de Potosí también se refieren a San Luís de Potosí, en México, también de abundante plata. Zacatecas y Taxco son dos lugares de inmensa riqueza también argentífera en la meseta central mexicana o de Anáhuac.
Oro apenas hubo en el imperio español americano, la riqueza era la plata, la que llegaba en abundancia a Sevilla.
Espero haber resuelto las dudas de Vuesa Majestad.

Juan dijo...

Don José Luis, en efecto, debió de ser un encontronazo de aúpa, incluso lo es para los españolitos de hoy. Si algún día puedes tomar un avión y plantarte en las Américas, seguro que fliparás.
Saludos señor de Cuenca y Ocaña.

J. Eduardo V. G. dijo...

Hasta el obispo Manuel de Mollinedo y Angulo hubiera quedado encantado de estas crónicas que en su nombre nos has hecho del virreinato del Perú.
Respecto a la madera, aunque no recuerdo que tipo de árbol, leí una vez que se trajeron vigas de Cuba para la construcción del monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Cordiales saludos.

Juan dijo...

Hola Eduardo, muchas gracias por tu comentario y encantado de que os haya gustado a tod@s. Imagino que le gustaría al obispo burgalés, pero madrileño de formación, encontrarse con un semipaisano de Torrelaguna: don Melchor de Liñán y Cisneros, virrey de Perú, arzobispo de Lima y contemporáneo suyo.
Respecto a lo de El Escorial, es posible que fuese así, pues esas selvas surtieron de madera a España y muchos galeones salieron de astilleros de La Habana.
Saludos desde madrid y a ver si nos vemos un día por Torrelaguna o por Madrid.

J. Eduardo V. G. dijo...

Te acabo de mandar un correo aparte sobre un asunto.
Saludos

desdelaterraza-viajaralahistoria dijo...

Excentes viajes, por partida doble, el de su eminencia y el tuyo propio, que no sé con cual quedarme por lo interesantes que han sido ambos. Un abrazo.

Juan dijo...

Hola DLT, la verdad es que te recomiendo que cruces el Atlántico, América Latina es un mundo apasionante para cualquier español.
Saludos y gracias por tus comentarios.

Arturo Gómez dijo...

Tus entradas sobre el obispo Mollinedo son un bonito homenaje al Perú. Visitantes como tú son de lujo.

Saludos desde Lima.

Juan dijo...

Pues sí Arturo, desde luego que sí, hice estas entradas en este verano de 2011 como homenaje y como recuerdo al Perú al no poder viajar de nuevo a tu país que tanto me gusta.
Mis tres viajes al Perú, como todos los que hago, los intento aprovechar al máximo. Tener unos anfiriones como vosotros sí que es un auténtico lujazo.
Saludos amigo Arturo, desde Madrid a Lima.