jueves, 3 de mayo de 2012

PEDRO SARMIENTO DE GAMBOA, UN AVENTURERO DESCONOCIDO (Y DOS)

SARMIENTO DE GAMBOA; Pedro
¿Pontevedra?, 1532 / 1592, Atlántico en las proximidades de Lisboa

En España y en la Nueva España
Este fascinante explorador, “más terco que la misma terquedad”, tuvo una existencia rocambolesca como vamos a ver. Su origen mismo ya es discutible y es un misterio. No está clara cual fue su cuna: ¿Pontevedra? ¿Alcalá de Henares? Dos localidades tan bellas como dispares. Lo que sí es seguro es que era un galaico de cultura por los cuatro costados. Hijo de padres gallegos, tuvo una infancia pontevedresa, donde debió ser un chaval ya pícaro, muy propio de la España de su época. Un chiquillo muy despierto. A sus dieciocho años se alistó en el todopoderoso ejército del emperador Carlos.
Cortas debieron ser sus expectativas por lo que el salto a las Américas debió ser su anhelo. En 1555, a sus 23 años, lograba dar su salto, el viaje que la cambiaría el rumbo de su monótona vida, aquella que se negó a vivir. Su destino debió de ser Veracruz, el puerto antesala del virreinato de la Nueva España.
En dos años de residencia en la Ciudad de México tuvo fuertes problemas con la Inquisición. Es posible que su inquietud por saber y formarse chocase con las cerradas mentes del Santo Oficio. Ante ello hubo de huir en 1557, con sus aún jóvenes 25 años. ¿Dónde ir? ¿Volver a la provinciana Pontevedra como indiano fracasado y perseguido? No. Con sus conocimientos geográficos seguro que su mente aventurera no debió de pensar mucho el destino: Lima, la otra capital virreinal de las Américas hispanas.

Una nueva vida en el Perú
Sí, el “Virú” le cambió la vida. Sin embargo, su trayectoria peruana no fue tranquila tampoco. Volvió a tener problemas con el Santo Oficio. Su mente seguiría exigiendo más. En la Ciudad de los Reyes (primer nombre de Lima dado por Pizarro) no perdió el tiempo. Estudió intensamente largas horas para ampliar sus conocimientos de Cosmografía, Geografía y Náutica. A sus 32 años, en 1564, la Inquisición limeña lo acusó de hechicería, delito gravísimo en aquellos años. Tras ser encarcelado, el juicio. El Tribunal le condenó al destierro. Ocho años después de su desembarco en El Callao, en mayo de 1565 fue condenado al destierro. Huido de Nueva España y expulsado de Lima. Parecía que el retorno a España estaba asegurado. Sin embargo, con su tenacidad y haciendo alarde de astucias de todo tipo, se las ingenió para que la pena fuese cambiada.
En aquellos días, en los inicios del reinado del joven rey Felipe II, Castilla empezaba a perder su batalla con Portugal por la llegada a las verdaderas Indias, es decir a Asia, a las islas de las Especias. Se estaba jugando su presencia en el amplísimo océano Pacífico, en esos tiempos la Mar del Sur. La necesidad de marineros en aquella empresa viajera hizo posible que se le conmutase el veredicto a cambio de ir en una expedición al Pacífico en busca de las islas Salomón. Su fama de marino bien preparado le había dado esta oportunidad. Ahora empieza su lado más fascinante.

Surcando el Pacífico: descubrimiento de las islas Salomón
En 1567, en los mentideros de Lima se rumoreaba la idea de que los incas sabían desde hacía muchos años antes de la conquista española, de la existencia de un fabuloso reino rico en oro navegando hacia el oeste de Lima por la temida Mar del Sur. Los rumores de este tipo despertaban la imaginación, las más de las veces sin fundamento alguno, más allá de la simple ensoñación, de aquellos desgraciados aventureros que soñaban sus riquezas y la posterior vida fácil, sobre todo tras ver el éxito de otros conquistadores. Si en el sur de los actuales Estados Unidos, Vázquez de Coronado creyó que encontraría Cíbola, la ciudad del oro, o Francisco de Orellana creyó que el país de la Canela estaba al este de Quito y de los Andes; en aquella Lima se creyó que eran las minas del rey Salomón, aquellas de las que hablaban los incas. Ante estas certezas el presidente de la Real Audiencia de Lima, don Lope García de Castro, virrey en funciones, organizó una expedición al mando de su sobrino Álvaro de Mendaña. Sarmiento de Gamboa pidió el mando para él, pero no tuvo éxito. Iría en la expedición como segundo, como capitán, junto a otro capitán: Pedro de Ortega.
Dos naves zarparon de El Callao en noviembre de 1567 con la misión de descubrir la imaginada Terra Australis y fundar una colonia. El 7 de febrero de 1568 llegaron a las islas Salomón, pero no a Australia. El resto del año estuvieron explorando la gran cantidad de islas del archipiélago. Entre ellas la célebre Guadalcanal por los combates de la II Guerra Mundial entre marines americanos y los japoneses. Tras contactar con las diversas tribus de nativos no hallaron ni rastro de oro. La vuelta sería siguiendo la ruta del Galeón de Manila, es decir, dejarse arrastrar por la corriente del Kurosivo para llegar a Acapulco. De allí su regreso a El Callao, donde llegaron el 22 de julio de 1569.

Un cosmógrafo al servicio del virrey Francisco de Toledo
Tras el fracaso del viaje en su lado oficial, el crecimiento interior de nuestro hombre debió de ser grande. Un gran viaje de descubrimiento y no un mero periplo sobre tierras ya exploradas, además de la aplicación práctica de sus conocimientos adquiridos anteriormente, le dieron una inmejorable reputación en el virreinato. En 1570, con 38 años y ya maduro, el virrey Toledo le ofreció una plaza de acompañante en un viaje de exploración a lo largo y ancho del virreinato. Lejos quedaban sus andanzas de conducta poco religiosa a los ojos del temido Santo Oficio.
Sus primeros 40 años de vida los coronaba al acabar su viaje con el virrey en 1572. Su agudeza y sentido de la observación, además de su amplia cultura divulgativa, le animaron a escribir una extensa “Historia Índica”, compendio de geografía e historia peruanas. En esta crónica defiende la conquista española como una liberación de los pueblos sometidos a la tiranía de los incas a la llegada de Pizarro. Era un eficiente funcionario del virreinato y parecía haber llegado a la cima de sus aspiraciones. Incluso pasaba a la historia de la literatura en su apartado de cronistas de Indias.

La Historia Índica

Tras el abandono del paso del sur por ser peligroso e impracticable, el gobierno español anunció al mundo que una gran roca había taponado el Estrecho de Magallanes para evitar merodeos de otros barcos de naciones rivales. Como es de suponer, los ingleses no se tragaron lo que era todo un bulo y en agosto de 1578 llegaba al estrecho de Magallanes el temible pirata sir Francis Drake, el verdadero martillo y pesadilla del reinado de Felipe II. Tras cumplir con su repetitivo ritual de asaltar barcos hispanos, saqueó los hoy puertos chilenos de Valparaíso, Coquimbo, Arica y El Callao. El virrey no dudó en ordenar a Sarmiento la persecución del inglés. Sarmiento se dio a esa orden pero no pudo evitar que el hábil pirata se le escapase.
No obstante, el virrey Toledo siguió confiando en sus dotes. Y en 1579, es el encargado de explorar el estrecho de Magallanes. Ahora, a sus más que maduros 47 años, iba a empezar la verdadera aventura de su vida. El estrecho de Magallanes lo marcaría para siempre: sería su fama y su fracaso.

La primera aventura en el Estrecho y en la Patagonia
Zarpó de El Callao en octubre de 1579. Tenía 47 años y una nueva misión al servicio de la monarquía: explorar y buscar un lugar adecuado para asentar una población civil estable y unos fuertes con una guarnición lo suficientemente preparada y armada para poder defender ese paso del sur frente a naves piratas que pudiesen atacar el virreinato peruano o posibles colonias extranjeras de los países enemigos de la Corona. En enero de 1580 llegó a la isla Desolación (cabo Deseado, en el lado occidental del estrecho). Una vez internado en aquellas angosturas, tras explorar posibles asentamientos, decidió asentarse en el paraje actual llamado Puerto del Hambre, a unos 80 kilómetros de Punta Arenas, en territorio chileno, casi junto a los restos de un viejo fuerte del ejército chileno fundado en 1843 (Fuerte Bulnes) y que es el lugar ruinoso al que llegaron aquellos osados marinos de la Numancia y que describe Galdós en el texto anterior.
El 24 de febrero de 1580 salió del estrecho por el lado oriental, al océano Atlántico. Había navegado en sentido inverso a Magallanes 60 años después de la gesta del portugués. Sin embargo no era el primero. Juan Ladrillero, marino onubense de Moguer, ya lo había surcado en 1558, aunque sin volver por el Atlántico, sino que regresó a Concepción, en Chile, donde falleció.
Por la costa americana llegó a la ruta del tornaviaje atlántico con rumbo a la península. Tenía la alegría de saberse un marino eminente, de haber igualado parcialmente a Magallanes. Sabía que iba a impresionar al mismo rey Felipe II y que entraría en la historia americana al lado de los grandes.
Ya en España el rey, más ocupado en la campaña de anexión de Portugal, aprobó el proyecto sin grandes problemas. Sarmiento sería el gobernador de las tierras descubiertas. En verdad era un proyecto ambicioso que podía recordar al colombino (dos rutas importantes, la del Atlántico a Asia y la del Sur a Asia también, con los reyes ocupados en otra causa peninsular: los Católicos en Granada y Felipe en Portugal). De haber triunfado se habría dado un golpe a la ruta del momento, la que iba a Cartagena y Portobelo, para atravesar el istmo de Panamá por el camino de Las Cruces. Hubiera supuesto el desarrollo del sur chileno, que aún no estaba dominado (ni lo estaría por mucho tiempo, hasta la época del Chile republicano), dada la dura y tenaz resistencia de los mapuches o araucanos.

Los primeros contratiempos de un terco burlado por los caprichos de la naturaleza
Los agobiantes calores andaluces del verano de 1581 en Sanlúcar de Barrameda, así como los arduos trabajos y preocupaciones que conllevan los preparativos de cualquier expedición, no debieron de suponer mucha mella al animoso, curtido y casi cincuentón marino. Debió de hacer algún que otro viaje a la todopoderosa Casa de Contratación en la entonces populosa y cosmopolita ciudad hispalense del dieciséis Por fin llegó la hora de zarpar en septiembre. Todo parecía perfecto. 2500 personas y 23 naves al mando de Diego Flores de Valdés. Mujeres y niños iban en las naves para hacer esa empresa tan arriesgada. Y sin embargo ya se anunciaban las futuras desgracias: al poco de iniciar la singladura, un duro temporal le obligó a regresar a Cádiz en octubre.
Nuevamente reorganizar las vituallas, así como la marinería y el pasaje durante todo el otoño. Por fin, en diciembre de 1581 volvieron a hacerse a la mar. Las primeras jornadas de la travesía eran las típicas por el Atlántico, pasar las Canarias y llegar a Cabo Verde, en ese tiempo recién pasada a la soberanía de Felipe II. En el archipiélago africano reorganizaron los últimos detalles antes de surcar el océano. En febrero de 1582 se hacen a la mar, para atracar en Río de Janeiro al mes siguiente. En el Brasil esperaron mejor tiempo varios meses. Era el invierno austral y la espera resultaba obligada.
Reanudaron el viaje en noviembre de 1582, llegando al estrecho en febrero de 1583. El verano austral no debió de ser bueno, pues al llegar a la entrada oriental el tiempo seguía desfavorable. El contratiempo climatológico volvía a jugarle una mala pasada al “más terco que la misma terquedad”. Ante la inhospitalidad del sur patagón hubo de verse obligado a regresar a Río con las orejas gachas de nuevo, como ya sucediera en Cádiz. De no haber sido terco hubiese abandonado la empresa, pero … ¿tenía esa alternativa? No es de imaginar a cualquier explorador de la época renunciar a esa empresa americana que aseguraba la vida en el disfrute de gobernaciones y encomiendas. Un sueño difícil de renunciar para muchos europeos sin nada que perder en sus aldeas de origen. Decir que Flores de Valdés abandonó la empresa y zarpó rumbo a España. Ahora quedaba solo nuestro hombre.

Los asentamientos y de nuevo los caprichos de Poseidón … ¡y de los piratas y bandoleros!
En diciembre de 1583 decidió volver a zarpar. El 4 de febrero de 1584 pudo llegar por fin al Cabo de Vírgenes, entrada oriental del estrecho magallánico. Ahora sí estaba dispuesto a su proyecto. El día 11 fundaba el asentamiento de Nombre de Jesús. El lugar es inhóspito y batido por los fuertes vientos gélidos del sur que envía el ya no muy lejano continente antártico. Lo contrarresta la belleza de sus paisajes. Pero la belleza y el sentido práctico no son sinónimos, y menos en aquellos tiempos, por lo que pronto comprendió la imposibilidad de que el lugar no podría albergar tanta población.
Su resolución fue casi salomónica, como el nombre de aquellas islas que descubrió con anterioridad: fundaría una nueva aldea con la mitad de la población. Para ello decidió internarse en las entrañas del estrecho. Tras hacer la redistribución de los colonos partió rumbo al suroeste. Cercana a la actual Punta Arenas erigió la Ciudad del Rey Don Felipe, en honor al monarca que le había apoyado en su terquedad. Era el 25 de marzo. Allí estuvo los meses de abril y mayo organizando la nueva colonia. El 24 de mayo, zarpó a Nombre de Dios, donde preparó su marcha a Brasil en busca de nuevas provisiones, llegando a Santos el 29 de junio. Tras hacerse con las vituallas necesarias, zarpó de hacia el Estrecho pero una tempestad hundió la carga y muchos marineros perecieron ahogados. Sarmiento y algunos tripulantes se salvaron. La terquedad le hizo reorganizar el nuevo viaje tras superar los problemas de la tripulación y sus deserciones al ver que era la empresa de un terco. En enero de 1585 zarpó de nuevo al estrecho, pero otra vez una tempestad le hizo volver a Bahía, donde ya los tripulantes se negaron a embarcar. Poseidón le estaba burlando una y otra vez. Tras más de un año de inactividad en Brasil, decidió volver a España en junio de 1586. Aún Poseidón la daría otra sorpresa: la haría encontrarse con un desagradable visitante: la naciente piratería en las aguas atlánticas de ese siglo. Su nave fue apresada en el Atlántico por el temible Walter Raleigh. Dio con sus huesos en el Londres isabelino, por aquél entonces en plena guerra contra la monarquía filipina de “El Prudente”, el cual ya sopesaba la invasión de la isla con la “Invencible”. Tras interrogarlo Isabel I en la Torre de Londres, fue liberado.
Si el Atlántico se lo puso difícil, una vida tan tocada por las desgracias no podía esperar menos en su viaje por tierra. Tras desembarcar en Francia y atravesar hacia el sur, camino de España, cuando ya estaba en Aquitania, cerca de los Pirineos y del Bidasoa, una partida de bandoleros hugonotes le tendió una celada y lo encerró en la localidad gala de Mont de Marsan. Era el 9 de noviembre de ese infausto año de 1586, en el que cumplía los 54 años. Viendo sus dotes de buen marino, adivinaron los secuestradores que se trataba de alguien importante, por lo que decidieron pedir un elevado rescate. Es de imaginar que cada día de encierro la mente no le daría tregua en el castigo de su conciencia, por lo que no es de extrañar que cada día se acordase de sus náufragos patagones, abandonados a su suerte y que el cruel destino impedía su socorro. Tres largos años estuvo en esa nueva prisión que le adentraron en su definitiva vejez y decadencia, impidiéndole volver a “su estrecho”.
Felipe II accedió al pago en diciembre de 1589. Sarmiento tenía ya 57 años y su vida ya se apagaba, aunque no su terquedad.


Plácido viaje por Castilla esperando lo inesperable
A mediados de 1590, tras cruzar las risueñas campiñas castellanas, llegaba al monasterio de San Lorenzo de El Escorial, donde el rey le dio audiencia una década después de aprobar su proyecto ambicioso. Esta vez un rey ya muy anciano y melancólico, tan derrotado como él por la historia de su vida, le denegó el auxilio a sus colonos, los cuales quedaban condenados a su suerte. En realidad cualquier persona de juicio normal ya imaginaba el destino de aquellos desgraciados. El destino ya los había ajusticiado.
Sin embargo, el rey Felipe le premió su fidelidad y le nombró, en 1591, almirante para proteger la flota de Indias, un cargo simbólico más que efectivo. Tenía y 59 años y también era ya un anciano de salud quebrada por los sinsabores vividos.
Embarcado en una flota de vigilancia, en julio de 1592 estaba cerca de la costa lisboeta. Se sintió indispuesto en el buque y falleció al poco, en el mar. Su cuerpo se enterró en esa ciudad. Era el final de un personaje de biografía tan singular como apasionante.


1. Pontevedra natal
2. En la Nueva España, su primer destino americano
3. En el Perú, donde se formó verdaderamente
4. A través del Pacífico como descubridor 
5. La con sagración en la Tierra del Fuego
6. El apresamiento en algún lugar del Atlántico
7. En el Londres isabelino
8. Apresado por los bandidos hugonotes en el sur de Francia
9. En San Lorenzo de El Escorial, con Felipe II
10. Su muerte en el Atlántico, no muy lejos de su ciudad natal


Es fácil adivinar sus buenos conocimientos de náutica en general puesto que, salvo el océano Índico, dominaba la navegación por el Atlántico y el Pacífico. Sólo la mala suerte le jugó esas pasadas que le impidieron entrar con mayúsculas en la Historia de España. Al final quedó como el malo de la película y, para algunos, el culpable de abandonar a aquellos desgraciados a su suerte o, en otro modo, de arriesgar demasiado en esa empresa de tercos. Y sin embargo el empeño personal de impedir la presencia de otras naciones enemigas de la España imperial de los Austrias y de los Borbones. 

¡En el Nombre de Jesús!
¿Qué fue de aquellos desdichados condenados por el destino, por Sarmiento y por Felipe II? Alrededor de 200 personas quedaron en Nombre de Jesús, junto a la Punta de Vírgenes. En ella trabajaban sin éxito aquellos olvidados, edificando casamatas, intentando cultivar, cazar o pescar. El hambre, como ya se sabe, les fue diezmando. Un grupo de ellos intentó desplazarse en busca de la otra colonia: Rey Don Felipe. Sólo llegó vivo Tomé Hernández. Quedaron unos 20 colonos. Nunca fueron rescatados y no se supo ya nada de ellos, aunque es fácil imaginarse su final. El marino Oliver Van Noort desembarcó en este lugar en noviembre de 1599, siendo atacado por los indios ona. A inicios del siglo XXI los arqueólogos descubrieron los restos del primitivo poblado, donde hay en la actualidad un monumento en su recuerdo.

En honor de Su Majestad: la Ciudad del Rey Don Felipe
No menos trágica fue la suerte de este otro asentamiento. El corsario inglés Cavendish atracó en el siniestro lugar en enero de 1587. Descubrió los restos de los cadáveres y las ruinas. Tan desolado era el paraje que no se le ocurrió otro nombre mejor para rebautizarlo que el de Puerto del Hambre. Descubrieron, sin embargo, a un náufrago superviviente: Tomé Hernández, el cual relató lo sucedido. Tras embarcarlo en su nave, logró escapar en un momento de descuido de sus captores en la costa chilena, logrando llegar a la presencia del gobernador de Chile, Alonso de Sotomayor, al que pudo relatarle lo acontecido y darlo a conocer a la historia.
Así quedaba abandonado ese maldito paso del sur, tanto para españoles como para los enemigos del reino. Los hispanos continuaron con su ruta panameña (camino del Chagres, Panamá-Portobelo), así como los piratas, corsarios y bucaneros, para llegar al preciado virreinato del Perú y su capital limeña, escala en la ruta de la mercúrica Huancavelica o de la argentífera Potosí.

El Beagle y un viajero ilustre
Solo algunos aventureros surcarían por allá antes del siglo XIX. Ya en esta centuria, con los avances de la navegación al vapor y la muerte de la vela, pudo llegar a Puerto del Hambre el buque de exploración científica Beagle en agosto de 1828. Su capitán se suicidó, siendo sepultado en el lugar. El teniente Robert Fitzroy consiguió el mando. En el segundo viaje de exploración del Beagle iba un viajero de lujo: Darwin, que pudo visitar Puerto del Hambre entre 1833 y 1834.
Por fin, en septiembre de 1843, cuando la joven república de Chile colonizaba el sur patagónico, su gobierno decidió levantar el Fuerte Bulnes, cerca de la península de Santa Ana, muy cerca del asentamiento hispano. Con el tiempo también se abandonó y, esas ruinas son las que describe Galdós en el capítulo XI del Episodio Nacional La vuelta al mundo en la Numancia que ya citamos en la entrada anterior.

Examinadas las ruinas, entendieron los españoles que no pisaban los restos de la obra insensata de Sarmiento, sino los de la Penitenciaría chilena, fundada en aquél sitio a principios del siglo XIX. Tal vez en los informes vestigios, paredones corroídos, pilares truncados, había trozos de diferente antigüedad. Eran ruinas yuxtapuestas, despojos sobre despojos, pavorosa osamenta de dos arquitecturas muertas y consumidas del sol y el viento. Sobre ellas rodarían indiferentes las edades. Lo que en la historia humana había sido completamente inútil, en la Naturaleza servía para que anidaran cómodamente los pájaros bobos.

En entradas posteriores intentaré novelar esta historia, aunque a plazo medio. Posiblemente para el verano, en que las vacaciones me dejarán escribir algo mínimamente leíble. Mientras tanto seguiré con algunas entradas de diferente temática.


viernes, 27 de abril de 2012

PEDRO SARMIENTO DE GAMBOA: UN AVENTURERO DESCONOCIDO (PARTE 1)




Introducción y texto galdosiano

Vuelvo de nuevo a las páginas de HISTORIA Y PRESENTE. Tras un paréntesis que aún no ha terminado del todo (creo que volveré regularmente -al igual que siempre- por los calores del estío), me veo con ganas de exponer sobre un personaje que me parece muy interesante de conocer, aún a pesar de no acabar la segunda parte de la entrada de las Cortes de Cádiz iniciada allá por el frío enero de este infausto 2012.
Con motivo de mi primer viaje al continente americano, allá por 2009, descubrí la poca o nula información que tenemos los españoles de la historia de aquél continente, no ya de su actualidad, sino de la misma época de la conquista. Una época aquella en que los conquistadores, más allá de las inevitables crueldades que trajo el accidentado contacto de ambos lados del Atlántico, escribieron gestas increíbles. Aquellas aventuras y odiseas, algunas de ellas verdaderos episodios de crueldad, como la aventura del guipuzcoano Lope Aguirre en el Amazonas, o más allá de las conocidas conquistas de Pizarro o Cortés, fueron verdaderas vidas apasionantes que -recordemos a Gonzalo Guerrero, aquél jerezano capturado por los mayas y que, tras evitar ser sacrificado, llegó a ser su cacique, acabando sus días a manos de sus antiguos compatriotas cuando conquistaban la península del Yucatán- de haber sido protagonizadas por británicos, norteamericanos u otros europeos, ya serían archiconocidos en series televisivas o relatos novelados.
Con mi tardía entrada en el mundo de Internet (me pescó algo madurito ya ese gran invento de fines del XX) y de la información tan valiosa que presta esta Biblioteca de Babel del siglo XXI en plena casa, pude ir descubriendo personajes desconocidos por el 95% de los españoles. Asignatura pendiente esa de nuestra historia en general que tenemos y que no terminamos de aprobar nunca, por fácil que se nos ponga el examen. El personaje que voy a desarrollar en una serie de entradas pude descubrirlo de la mano de mi admirado escritor don Benito Pérez Galdós. Ambientándome en alguna lectura antes de viajar al Perú cayó en mis manos una muy buena edición del Episodio Nacional número 38 u octavo de la tercera serie de la monumental –y estupenda- historia novelada de la España del siglo XIX. La serie trata del reinado efectivo de la reina castiza, la Isabelona, la de “los tristes destinos”. El Episodio en cuestión lleva por título La vuelta al mundo en la Numancia.
En estos días en que la exageradamente exportada “Marca España” hace aguas por todas partes, en que este país empieza a ser una caricatura en el mundo y verdadera venta de humo, es reconfortante saber que hace siglos hubo peninsulares cosmopolitas, muy lejos del provincianismo actual y de la sensación de fracaso nacional con sus agencias de calificación, sus primas de riesgo, riñas con países americanos por REPSOL, conductas poco éticas del rey, etc, etc. Desde este borrascoso presente, vayamos a aquel pasado sin más, sin apelativos de Edad de Oro ni nada por el estilo.
La vuelta al mundo en la Numancia se escribió en el invierno de 1906, cuando este país estaba en otra de sus quiebras y ridículos ante el mundo, y cuando aún se escuchaban los ecos del final de la guerra de Cuba y Filipinas y la humillante expulsión a patadas, cuatro siglos después, de ese continente por el todopoderoso y prepotente Tío Sam. ¡Y lo que quedaba por ver!. También en enero de 1906, cuando don Benito escribía la novela, se firmaba la Conferencia de Algeciras que tan funesta y cara nos saldría años después. En junio de 2010 ya hice una entrada sobre esta narración por si alguien quiere leerla. Veamos el texto que me trajo la curiosidad. Pertenece al capítulo XI, en el que se relata el paso del mítico Estrecho de Magallanes por la tripulación de la fragata, rumbo a la guerra del Pacífico. En él, Galdós nos habla de Sarmiento de Gamboa:
(…)
Corriéndose hacia la extremidad de Santa Ana, reconocieron las ruinas que a la primera impresión disputaron por las de Colonia de Sarmiento. Este Sarmiento fue un héroe loco, un explorador animoso y exaltado hasta el delirio, que hizo creer a Felipe II en la conveniencia de establecer, en medio de todas las desolaciones de la Naturaleza, una colonia fortificada. La expedición, que al mando de otro loco llamado Flórez, envió el Rey con aquél fin aventurero y fantástico, acabó de la manera más desastrosa. Flórez y Sarmiento riñeron con escándalo y furia en las aguas y costas de América, disputándose la precedencia. Flórez se volvió a España. Sarmiento, más terco que la misma terquedad, se dirigió al estrecho con las cinco naves que le quedaban, y aplicó toda su insana testarudez a la fundación de la plaza colonial. Innumerables hombres, que eran sin duda los más intrépidos orates de la nación, perecieron allí. A muchos se los tragó el mar en las angosturas, o en los esteros fangosos de la costa sur; otros murieron en enconada lucha fraticida; a los que se obstinaron en cimentar la absurda colonia, los aniquiló la desesperación, y, por fin, el hambre dio cuenta de los últimos.
(…)

Este texto narra una tragedia y que explicaremos paralelamente a la biografía de Pedro Sarmiento de Gamboa en la siguiente entrada. Más adelante, en otras entradas, intentaré novelar, aunque haga el “ridi”, y como hice con el obispo Mollinedo en su viaje peruano, en aquella narración del verano de 2011. Esta vez con narrador omnipotente y no en primera persona del personaje. Espero gusten estas entradas. Espero también “obligarme” a terminarlas y no dejarlas en suspenso, como sucedió con la entrada de las Cortes de Cádiz –y que terminaré por redactar-, esa segunda parte que trata, precisamente, de otro Episodio Nacional, el número ocho: Cádiz.

CONTINUARÁ


lunes, 23 de enero de 2012

UNA PAUSA BREVE

Hoy, domingo 22 de enero, el bloger TELLAGORRI BUREAU me ha entregado amablemente su premio particular -lo cual me ha alegrado mucho- y por ello he entrado en mi blog, a exponerlo y a dar esta explicación que sigue.
En los fríos invernales (y este año no son tan crudos ni tan nivosos) me suele dar una "pájara" al decir de los deportistas. La inspiración me abandona y me entrego a la febril actividad cotidiana hasta que llegan los primeros calores y, con ellos, de nuevo la vitalidad y el despertar del letargo.
Prefiero no escribir antes de escribir bobadas por el mero hecho de poner cosas en el blog. Prefiero calidad a cantidad. A ver si en fechas próximas vuelvo a entrar en los blogs que leo habitualmente y vuelvo a los comentarios y a mis entradas. La próxima será sobre un resumen del Episodio Nacional galdosiano "Cádiz", ambientado en ese asedio francés desde 1810, a pesar de no ser uno de los mejores escritos por don Benito.
Gracias a los lectores por disculparme.

lunes, 2 de enero de 2012

CÁDIZ EN EL BICENTENARIO DE “LA PEPA” (PARTE 1)

El dos de mayo de 2008 comenzaban en España los fastos del Bicentenario de aquél lejano e histórico día de 1808. La Comunidad de Madrid lo celebró con especial interés por ser la capital española uno de los primeros lugares donde se inició la lucha contra las tropas de Napoleón. Un año después surgía otro: el Bicentenario del inicio de las luchas de Emancipación en Hispanoamérica, también en mayo. Ambas fechas se consideran el inicio de la Historia Contemporánea de España y de aquellos países ultramarinos. En esos dos acontecimientos históricos se proyectaban decisivamente, a ambos lados del Atlántico, las sombras de las dos revoluciones (Estados Unidos y Francia) iniciadas dos décadas antes.
Casi cuatro años después -consecuencia de aquellos hechos- se llega a un tercer Bicentenario: el de la Constitución de Cádiz. Cuatro años de producción historiográfica española e hispanoamericana sobre unos sucesos, los últimos de historia común. La ciudad de Cádiz se sitúa en el centro de ambas orillas del Atlántico por última vez, cien años después de ser la heredera de la ya decadente Casa de Contratación sevillana.
Particularmente, el que escribe estas líneas, tan poco dado a coincidir sus lecturas históricas con los acontecimientos que están de moda y acaban siendo pesados, rompió esa costumbre, al menos en cuanto al tema americano, al poder realizar en 2009 (Perú y Ecuador) y 2010 (México) su ya largo como frustrado sueño de volar al otro lado del Atlántico. Muchas veces había visto el Atlántico desde España, Portugal y Marruecos y siempre con el deseo de ver la otra orilla. Volver a Cádiz o la costa atlántica europea tras haber estado en América, es comprender la historia común, con sus luces y sus sombras, ambas por igual.
Estas entradas van a tratar de Cádiz. Visité por tercera vez Cádiz en enero de 2010, cuando aún estaba en obras de preparación de los fastos del 2012. Ya se sabe que cuando hay un evento en alguna ciudad, mejor no ir hasta uno o dos años antes o después del evento en cuestión. Voy a publicar una reducidísima serie de las innumerables fotos que hice en aquellos paseos tan intensos: un día salí con un amigo, viejo compañero de la facultad e igual de apasionado que yo por la historia, a las 10 de la mañana del hotel y no volvimos hasta la 1 de la madrugada. Quince horas sin descanso de andar y andar -salvo para comer y beber-, de ver monumentos, lápidas, rincones de la historia local, idiosincrasia de la gente gaditana, etc.
Disfrute el lector de un mínimo número de fotos por razón de espacio. Es la ciudad de Cádiz tan interesante, que se merece una foto cada calle o plazuela, lo cual aquí es imposible de realizar. Es fácil hacerse con un mapita del caso histórico y cualquier reseña de Internet para ver muchas cosas que dejo en el tintero. Dentro de dos meses y medio tendremos Cádiz hasta en la sopa.
BREVE PASEO POR CÁDIZ 198 AÑOS DESPUÉS
Se llega desde la localidad de San Fernando, al sudeste de la pequeña manga de tierra que lleva al centro de la ciudad. Tras atravesar el Cádiz del siglo XX, se llega a la Puerta de Tierra, entrada a la fortaleza del casco viejo. Una alta torre almenada vigila cualquier movimiento del que llega. Con una defensa así, tan estrecha es difícil entrar. Sólo los franceses podían bombardear desde la bahía y desde larga distancia. La única forma de rendición es el asedio por hambre, desde el mar. Pero el mar no lo dominaban los franceses, por lo que los británicos, enemigos de la víspera, surtían la ciudad. Por ello, era inexpugnable ese último bastión de la resistencia contra el francés y cuna del liberalismo español.
Algo más adelante se llega a la Estación de RENFE y a la Cuesta de las Calesas. Recorremos la costa norte de la ciudad, el puerto comercial hasta la Diputación Provincial. Tras ella, la Plaza de España, lugar ajardinado donde se encuentra el Monumento a las Cortes de Cádiz.

 Monumento a las Cortes de Cádiz

Seguimos por la costa norte y llegamos a la Alameda de Apodaca, lugar muy agradable y arbolado con efigies de próceres hispanoamericanos. Destaco la del ecuatoriano Mejía Lequerica, que falleció en el asedio. Es una figura en su país, conservándose su casa natal en Quito.
Busto de Mejía Lequerica

 Bahía de Cádiz desde la Alamada de Apodaca, al fondo El Puerto de Santa María

Se llega al Baluarte de la Candelaria, desde donde se puede ver la gran bahía, con el Puerto de Santa María al fondo.
Ahora dejamos el mar y nos adentramos en la ciudad. Dando la espalda a la anterior alameda, por cualquier calleja, llegamos a la rectangular y amplia Plaza de San Antonio, con el convento de su nombre. Es un espacio elegante y popular a la vez, verdadero centro social de animación los festivos por la mañana. Es también el corazón del barrio del Mentidero.
Plaza y convento de San Antonio

La Calle Torre, tras el convento, nos lleva al cruce con la del Sacramento. Aquí se encuentra el Oratorio de San Felipe Neri, hoy Museo de las Cortes. En este templo se celebraron las animadas sesiones y aquí nació “La Pepa”, así llamada por haber sido aprobada el día 19 de marzo de 1812. Cuando estuve esta vez, en enero de 2010, estaba cerrada, en plena actividad de preparación para el momento de la conmemoración. Un montón de lápidas conmemorativas se encuentran adosadas a sus muros.

 Lápidas en la fachada del Oratorio de San Felipe Neri


Seguimos Sacramento hacia el oeste y llegamos a su continuación, que recibe el nombre de Benito Pérez Galdós. Salimos de nuevo al mar, al extremo oeste. A nuestra derecha queda el Parque Genovés. A la izquierda, nos dirigimos al Castillo de Santa Catalina. La gran fortaleza de la ciudad. Su aspecto es similar al de las fortificaciones de Hispanoamérica. La ciudad sufrió varios ataques, sobre todo fue muy grave el anglo holandés de finales del siglo XVI, el que inspiró la Española Inglesa, una de las Novelas Ejemplares de Cervantes.
Castillo de Santa Catalina


Siguiendo la costa llegamos al extremo oeste. Hemos pasado por la popular playa de La Caleta y llegamos al baluarte de San Sebastián, muy similar al anterior. Es el brazo que mira al Atlántico y, desde allí, cuando se ha estado en América, se siente como mucho más pequeño el océano, sobre todo cuando se ve el sol “poniéndose” por poniente.

Playa de La Caleta

Crepúculo desde el castillo de San Sebastián

Volvemos de nuevo a las callejas internas. Entramos en el popularísimo barrio de La Viña, el barrio castizo y humilde de Cádiz, el marginal, hoy recuperado y turístico.

Calle del Barrio de La Viña

Iglesia de la Palma

Volvemos al mar. Estamos en el lado sur de la ciudad. Se divisa el horizonte que adivina, muy cercana, la costa marroquí. Esta es la costa moruna, pero también la de Trafalgar y su desastre marino allá por 1805. Llegamos al barrio del Pópulo, el más antiguo de la ciudad, la Gadir prerromana. La plaza de la Catedral es muy pintoresca, con el nuevo templo neoclásico del siglo XVIII, testigo del auge mercantil y burgués de aquél siglo y que favorecería ser el lugar idóneo para el nacimiento del liberalismo español. A un lado de la catedral se encuentra el templo de Santiago, jesuita.

Catedral neoclásica de Cádiz

Iglesia de Santiago

Ya seguimos hacia el sudeste y llegamos de nuevo a la Puerta de Tierra. Terminamos aquí el breve paseíllo por Cádiz. Dejamos para la siguiente entrada otras fotos ante la falta de espacio. Un paseo corto pero que hace idea de la ciudad de forma somera.

viernes, 23 de diciembre de 2011

FELIZ NAVIDAD 2011 - 2012

El autor de este blog desea a sus seguidor@s, lector@s y amig@s una ...

MUY FELIZ NAVIDAD 2011-2012


Un niño estará en África Negra, o en la Mediterránea, o en América Latina, o en Asia o en el ¿Mundo Desarrollado?, estará desesperado, triste. Para él, será mañana una noche más. Este niño (y muchos otros miles más), será un niño tan pobre o más que el que nació hace 2011 años. Posiblemente no tenga ni madre y esté en un campo de refugiados o en una aldea marginal de cualquier parte del mundo, sin poder aprender otro oficio que el de la vida en estado puro, en la calle, no en la escuela. Un niño sucio, de piel negra, deteriorada su imagen y afeado por su pobreza, una pobreza de la que no es culpable. Cuando todas las fotos que acompañan estas felicitaciones son pinturas artísticas del Nacimiento del Niño, he querido homenajear y dedicar mi recuerdo a ese niño anónimo del que casi nadie se acordará ya que, para él, la noche de mañana si será ni "Buena", ni será de Paz ni de Amor.

Y ahora la otra cara de la moneda, la imágen tópica. Esperemos que cada día vaya siendo más común esta imagen y menos la primera.

Virgen con Niño, del pintor pacense Luis de Morales, 1550.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

LAS ELECCIONES EN ESPAÑA (4ª PARTE Y FINAL)

EL SIGLO XX ELECTORAL
Tras el paréntesis republicano del microcosmos madrileño de 1893, volvemos a septiembre de 1923. Recordamos que el país estaba en una coyuntura terrible: una crisis económica de postguerra; terrorismo anarquista en su máxima cota de atentados a políticos, empresarios y religiosos; desmoralización militar ante la sangría de Marruecos, con el consiguiente escándalo de la responsabilidad del rey Alfonso XIII en el desastre de Annual, etc. Recordemos que el 13 de septiembre sucumbió el tinglado de la Restauración sin que nadie saliese en su defensa.
LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA 1923-1930
El 13 de septiembre, tras la Diada catalana, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, publica su manifiesto “A la nación”. Estamos ante un pronunciamiento típico del siglo XIX. Al día siguiente el rey le recibe en Madrid y forma un directorio militar como gobierno. Apenas protestó nadie. Como era de suponer, algunos políticos del “régimen” protestan en vano. Ni la opinión pública hastiada de “parlamentarismo de salón”, ni las formaciones obreristas, ni los catalanistas, protestan ante una situación que se prometía transitoria. La mano dura se impone contra los opositores. El PSOE no fue perseguido, sino tolerado.
Poco a poco, el aparato montado por el general Martínez Anido en Cataluña (soplones, paramilitares, técnicas policiales de dureza) van apagando el desafío terrorista del anarquismo catalán. Tras ello, el problema marroquí. El jaque de Abd el Krim en el Rif, lejos de remitir, aumentaba, con la nueva sangría de soldados españoles en Xauen. Ante el órdago del líder rifeño de atacar a los franceses, se organizó una acción conjunta franco española que acabó en el desembarco de Alhucemas en septiembre de 1925. En 1927 el problema marroquí terminaba.
Con el orden público calmado y el Rif en calma, en diciembre de 1925 se implantaba el directorio civil. Estaba formado por ministros tecnócratas muy preparados profesionalmente: apolíticos pero de tendencia derechista y católica, jóvenes sin contacto con el régimen anterior. José Calvo Sotelo será su ministro más representativo.
Posteriormente se creó la Unión Patriótica como partido único, interclasista y nacional, así como la Asamblea Nacional Consultiva, pseudo parlamento sin poder legislativo. Era un sistema típico inspirado en la Italia fascista. Tal era el desprecio por el viejo pseudo parlamentarismo liberal de la Restauración. Cualquier alusión a partidos políticos o a elecciones libres o a una Constitución, irritaban al dictador y a buena parte de la población española.
El fugaz desarrollismo económico mundial de los años veinte tajo el triunfalismo del régimen y la tranquilidad social. En esos años también se produjeron las primeras migraciones importantes campo-ciudad, la modernización social y la incipiente aparición de una clase media moderna. Poco a poco la sociedad española diría NO a un sistema dictatorial. El otoño de 1929 y la crisis económica voraz, acabaron con Primo de Rivera en enero de 1930. El resto del año y hasta la primavera de 1931, las cosas se precipitaron. El general Berenguer formaba la “dictablanda”. No resistiría el embate y dimitió.
El Directorio Militar.
LAS ELECCIONES MUNICIPALES DEL 12 DE ABRIL DE 1931
  El año 1931 se decidió dar una transición a un nuevo régimen. El almirante Aznar sería el encargado como nuevo jefe de gobierno. Volvían las elecciones a España tras el paréntesis de Primo de Rivera. El calendario se diseñó en dos etapas para volver a un nuevo régimen. “Aquí no ha pasado nada” declaró el general Berenguer. Esa frase tuvo una contestación enérgica en forma de artículo periodístico de Ortega y Gasset en El Sol. El 3 de marzo, se convocan las elecciones. Primero habría unas elecciones municipales para el día 12 de abril. A continuación, el 7 de junio serían las elecciones al Congreso, y el 14 al Senado. En realidad sería un referéndum república-monarquía, más que unas simples elecciones “normales”, tanto las municipales como las legislativas o constituyentes. El 21 de marzo se restablecían las garantías constitucionales por un decreto firmado por Alfonso XIII.
Las candidaturas estaban servidas. Volvían los partidos del turno y sus políticos ya viejos y desbordados por una nueva generación de derechistas jóvenes (falangismo joseantoniano). Eran los representantes de esa oligarquía caciquil que impedía el paso a una clase emergente, a esa pequeña burguesía y a esas clases medias urbanas que anhelaban su papel en la vida política desde el siglo XIX.
Los republicanos estaban unidos desde la firma del Pacto de San Sebastián en agosto de 1930. El PSOE se unió al pacto que se comprometía a un régimen democrático republicano sin concesiones ya a Alfonso XIII. Eran los representantes naturales de esa nueva clase surgida desde los años de la Gran Guerra y sus intelectuales de la Generación de 1914, aquellos jóvenes nacidos en los años 80 del siglo XIX, que vieron en la Europa moderna su ejemplo a seguir y que ahora estaban en la plenitud de su vida.
Por su parte, el dinámico republicanismo catalán lo formaban Acció Catalana Republicana, escisión de la Lliga, formada por Nicolau d´Olwer o Ramón de Abadal, y el Estat Catalá, de Maciá. Lluís Companys lidera la naciente Esquerra Republicana de Catalunya.
Entre ambos quedaba una tendencia centrista: Centro Constitucional. Estaba formado por la burguesía catalana de derechas, es decir, la Lliga Regionalista de Catalunya del oportuno Francesc Cambó, y los centristas de Gabriel Maura. Sin embargo, su hora ha pasado ya. Cataluña ya está escarmentada del entreguismo de su alta burguesía a la más reaccionaria oligarquía española.
El domingo 12 de abril se dieron las votaciones. En la campaña apenas se esperaba nada nuevo, se creía que serían unas elecciones más, falseadas, aunque no tanto. Ni los republicanos esperaron un triunfo tan rotundo en las ciudades. Los monárquicos no sospechaban que estarían pronto en la incómoda oposición y con su rey exiliado para siempre en vida. Muchos notables no fueron a votar y se fueron a disfrutar del día primaveral y radiante que se presentaba. En el campo, los caciques tenían su máquina preparada y más fuerte que nunca, pues las dos candidaturas estaban aliadas: ya no era cuestión de liberales o conservadores, sino de monarquía o república. Romanones o La Cierva tenían sus feudos rurales respectivos de Guadalajara y Murcia segurísimos.
Sin incidentes de destacar transcurrió la jornada electoral. Muy madrugadores fueron Alcalá Zamora o el doctor Marañón. Franco votó en Zaragoza, de cuya Academia Militar era el director. A las cuatro de la tarde cierran los colegios electorales. ¿Quiénes habían votado? O, mejor dicho, ¿quiénes no podían hacerlo? Quedaban excluidos del sufragio “universal” los menores de 25 años, por lo que no podían votar los estudiantes universitarios, proclives al republicanismo. Tampoco podían votar las mujeres de cualquier clase o condición. Si estamos en un país protoindustrial, es decir, de pirámide joven, con muchos menores de 25, se comprenderá que los votantes son relativamente escasos si los comparamos con la actualidad.
Al caer la noche dominical llegaban los primeros datos. El resultado, desde el principio era desalentador para la monarquía en las grandes ciudades. Es fácil imaginar el estado anímico del rey en aquellas horas. Siguiendo un buen libro: El Rey perjuro, de Rafael Borràs Bertriu, Barcelona, 1997, pude comprender aquél día y sus episodios. A las dos almorzó en Palacio. Le llama Aznar y le recomienda no salir en sus típicas juergas y líos sexuales por Madrid. Ante ello se va a pasear a El Pardo.
Hacia las 5 de la tarde, un obeso y pletórico Pedro Rico, republicano de izquierdas, llega a la Plaza de Toros sabiendo que ha triunfado como primer alcalde republicano de la capital. Romanones llega a Gobernación, en la Puerta del Sol, viendo desde su auto los primeros grupos de curiosos en la plaza.
Al caer la tarde regresa el rey del paseo y se entera de los primeros resultados adversos en Madrid. Hasta en distritos como Palacio o Buenavista, tradicionalmente de derechas, residencia de las élites, el voto republicano ha sido aplastante. Fácil de imaginar su debacle en Inclusa u Hospital. La participación en Madrid fue del 80%. Lo mismo ocurrió en el resto de España. Murcia y Guadalajara eran ya republicanas al fallar la máquina caciquil. En Salamanca, Unamuno es concejal y eufórico asiste a la Casa del Pueblo charra. En Pamplona las candidaturas republicanas barren a los nacionalistas y carlistas.
A las nueve y media es la cena en Palacio en medio de un gran pesimismo. Esa noche los cafés de la capital son un hervidero, especialmente los típicos de la Puerta del Sol o de la calle de Alcalá: Colonial, Levante, Correos, Negresco, o La Granja del Henar. A las cinco de la madrugada abandonan la casa del Pueblo Largo Caballero y Fernando de los Ríos eufóricos, aunque no esperaban un cambio hasta el otoño, con las Cortes Constituyentes formadas.
A las dos se acostaba el rey lamentando a su odontólogo lo mal previsores que han sido “sus” políticos ante el resultado. Era la primera vez que el régimen perdía las elecciones desde el golpe de Sagunto en 1874. Era normal que Alfonso XIII echase la culpa al almirante Aznar. En palabras de Borràs en su mencionado libro: “Han bastado unas simples elecciones limpias, las primeras en medio siglo, para que todo el tinglado de la Restauración montado mano a mano entre Cánovas y Sagasta se vaya al garete. (…) el cómputo global de los votos emitidos, en efecto, es favorable a las candidaturas monárquicas frente a las de la Conjunción republicano-socialista, si bien estas últimas triunfan en Madrid y en todas las capitales de provincia de manera aplastante casi sin excepción”.
El lunes 13 de abril, en la calle del Príncipe de Vergara, en la casa de Miguel Maura, el Comité Revolucionario piensa que el rey sacará el Ejército a la calle. Todos hablan de que la República llegaría en otoño. En Zaragoza, el ayudante de Franco, su primo Salgado-Araujo “Pacón”, se entera en la Hoja del Lunes de la victoria republicana, aunque cree que en las elecciones de junio las aguas volverían a su cauce. La vida en Madrid y en resto de España es tranquila por completo, según informan respectivamente el Director general de Seguridad, el general Mola y el Director de la Guardia Civil, el general Sanjurjo. Incluso en el salón Japonés de Palacio el rey toma su aperitivo normal. Se da su típico garbeo de sobremesa por los jardines de la Casa de Campo. En el lago del jardín, un personaje incógnito le da el mensaje del Comité Revolucionario y le dice que la Guardia Civil de Sanjurjo se ha puesto al servicio del Comité. A las cinco es el Consejo de Ministros en la sede Castellana. Aznar dimitió.
Amanece el martes 14 de abril. A las seis de la mañana, en la Casa del Pueblo de Eibar se ha proclamado la II República. Los concejales electos se trasladan al Ayuntamiento y hacen lo propio e izan la bandera tricolor. La multitud ha cortado la comunicación telefónica con San Sebastián de los veinte agentes de la Guardia Civil del pueblo.
En Madrid, por la mañana no se logra disolver pacíficamente a los grupos cada vez mayores de la Puerta del Sol. La Guardia Civil se niega a cargar. El Comité se da cuenta de que las cosas se han precipitado. Esa mañana, el rey sabe que su destino está sellado y convoca a Romanones y a García Prieto en Palacio para escuchar la renuncia real. No obstante, Romanones acude a la casa del doctor Marañón, donde se reúne con Alcalá Zamora. En conde propuso esperar a saber los resultados de los pueblos, pero don Niceto se niega en rotundo. Al volver a Palacio, el rey le enseña el documento de su renuncia. Don Álvaro le dice que los republicanos le exigen salir esa tarde.
Hacia las siete, al tiempo que el Comité Republicano con Miguel Maura a la cabeza decide salir hacia la DGS de la Puerta del Sol y tomar el poder, por el Campo del Moro un coche escoltado sale a toda velocidad con rumbo a Cartagena. La reina saldría el día después en coche a Galapagar, donde tomaría el tren de Irún para evitar incidentes en la Estación del Príncipe Pío.
Dos caras diferentes: un grupo se abre paso entre la multitud que invade, desde Cibeles, la Puerta del Sol; un automóvil sale por la puerta trasera de Palacio. De otras partes de España llegan noticias de muchedumbres en capitales de provincia, en especial de Barcelona, donde se ha proclamado la República catalana por Macià y Companys.

Proclamación de la II República en la
Puerta del Sol de Madrid el 14 de abril de 1931.
¿POR QUÉ CAYÓ ALFONSO XIII?
Leyendo bien el documento de renuncia, se concluye que esperaba un regreso. Hasta el último momento tuvo en la mente resistir violentamente su trono, hasta que Sanjurjo le retiró el apoyo de la Guardia Civil. Berenguer ordenó no disparar contra manifestantes a las capitanías militares de toda España. Cuando se dio cuenta de esto hubo de desistir. Además, el recuerdo del destino del zar le pesó en el ánimo: Madrid no estaba cerca de la frontera para huir rápido. En el caso de haber resistido, con una ciudad hostil y con mártires por hipotéticas cargas policiales, y con sólo los resultados de la España rural favorable por el caciquismo y sin garantías de autenticidad, ¿qué podía esperar de los resultados de junio? Hubiesen sido una derrota aún mayor.
El viaje nocturno fue humillante al pasar por los sucesivos pueblos, incluso en el Real Sitio de Aranjuez, icono monárquico. Al llegar a Cartagena preguntó si había habido declaración del estado de guerra.
Tenía 45 años, despreciado por su país, un matrimonio roto y varios hijos tarados por la enfermedad. Su vida posterior en el exilio fue de alineamiento con la derecha desestabilizadora y nada liberal-parlamentaria. En el momento del golpe militar del 18 de julio de 1936 se decantó por los rebeldes claramente, en vez de mediar por una solución negociada del conflicto. En el mayor abandono familiar, enfermo irreversible, en el exilio romano, en el régimen de su admirado Mussolini, abdicaba en su hijo Juan, único sano de hemofilia. En enero de 1941 fallecía. Sus restos serían sepultados en Roma hasta su traslado definitivo al Panteón Real de San Lorenzo de El Escorial en 1980, cuarenta y nueve años después de su salida de España.

RESUMEN ELECTORAL POSTERIOR
Tras el 14 de abril surgía una II República de trayectoria muy difícil por el antagonismo de ambas partes. Las diferentes elecciones no llevaron a la democracia plena. Resumamos aquí los diferentes procesos.
Junio de 1931. Elecciones a Cortes Constituyentes
El resultado favorable de las candidaturas republicanas fue más aplastante aún que en abril. Se celebraron con la legalidad de la monarquía: no votaron las mujeres aún. Las nuevas Cortes redactarían la primera Constitución auténticamente democrática de España (la primera fue en 1869, pero no era plena, pues el sufragio universal era solo masculino). Nacía el llamado Bienio Reformista.

Otoño de 1933
Son las primeras elecciones realmente democráticas de la historia de España. Las mujeres ya sí pudieron votar. El resultado fue de triunfo de los partidos de derecha de dudoso republicanismo, sobre todo del plasmado en la Constitución de 1931. La anterior coalición republicano-socialista pasa a la oposición. España hablaba por primera vez y se decantaba por la derecha, tras los fracasos de los reformistas. Era el llamado Bienio Negro por los republicanos.

Mujeres votando por primera vez en 1933.
Febrero de 1936
Son las llamadas elecciones del Frente Popular, en las que ganó esa coalición anterior de republicanos y socialistas, reforzados por los comunistas ante el auge del fascismo en Europa y en España ante la agudización de la crisis económica mundial iniciada en 1929.

EL LARGO Y TRÁGICO PARÉNTESIS: LA GUERRA CIVIL Y LA CRUEL DICTADURA DEL GENERAL FRANCO
Entre febrero de 1936 y junio de 1977 España no sabe lo que son elecciones generales democráticas. Cuarenta y un años y cuatro meses de paréntesis. De largo desprecio hacia la política y cultura liberales. El general aborrecía cualquier palabra relacionada con la democracia: libertad (individual, religiosa, de expresión, de asociación…), partidos políticos, sufragio universal o censitario, derechos humanos, socialismo, república, etc, etc.
Hasta 1969 es un régimen personal sin más. En julio de ese año decide que el entonces príncipe Juan Carlos de Borbón, el hijo del príncipe Juan, aquél en el que había abdicado su padre Alfonso XIII. La decisión gustó poco. Los demócratas de la oposición, exiliada o clandestina, eran republicanos en su mayoría, herederos de los derrotados en 1936-1939. Pocos daban algo por esa monarquía antiliberal y surgida de la legalidad franquista. Ni don Juan de Borbón la aceptaba.

POR FIN LA DEMOCRACIA TRIUNFÓ…
  Y CON ELLA, LAS ELECCIONES LIMPIAS

La Transición
Adolfo Suárez decide la democratización plena de España, la última dictadura de Europa Occidental, una dictadura que ya no interesaba a los norteamericanos y que ya no era una barrera anticomunista como en tiempos de la guerra fría. En 1976 fue despedido el último presidente de gobierno franquista: Carlos Arias Navarro, el llamado “carnicero de Málaga”, por su represión en aquella ciudad en tiempos de su cargo de gobernador civil en la guerra. En el otoño del 76 se inició el proceso de restaurar las libertades básicas y la legalización de todos los partidos políticos, incluido el PCE, de Santiago Carrillo, hecho sucedido en la Semana Santa de 1977, ya muy cercanas las elecciones a Cortes Constituyentes. España sí estaba preparada en ese año. Los abuelos de aquellos españoles de hace casi 35 años sabían lo que era no negociar e imponer por las malas un régimen revanchista. Era el consenso. En aquellas elecciones, los jóvenes no pudieron votar, pues la mayoría de edad no era de 18, sino de 25 años.

Adolfo Suárez.
Elecciones del 15 de junio de 1977
Se llegaba a un bipartidismo típico de la Europa de entonces. Un centro (UCD) ganaba esas elecciones. En realidad era la derecha moderna, pues su nombre fue para evitar extremos que a los nuevos españoles, nacidos en la dictadura, sonaba a tragedias pasadas. El PSOE, en proceso de giro a la socialdemocracia y de abandono del marxismo, entraba en la homologación a los partidos similares de Europa. El PCE quedaba condenado a no ser la alternativa, como se esperaba en un país mediterráneo. En Italia, Grecia y Portugal sus comunistas eran fuertes. Ese gobierno moderado y que pactó el consenso que buscaba superar la guerra y la trágica historia anterior, redactó la primera Constitución democrática de este país con un rey de la dinastía de Borbón. España sería, por fin, una democracia duradera y estable, a pesar de las dificultades de entonces, que no eran pocas.

Elecciones de abril 1979
Ratificación de UCD en el poder, pero sin mayoría absoluta. Entró, por primera vez y última, la extrema derecha nostálgica del franquismo en el Congreso, con la presencia de Blas Piñar, el líder del partido Fuerza Nueva.
La crispación naciente y la agudización de la crisis energética y de la doble ofensiva terrorista de ETA y GRAPO hicieron propicia la nostalgia del viejo golpismo aquél funesto día del “23-F” de 1981. Todo ello llevó a convocar elecciones anticipadas, con el centro hundido y la derecha de Alianza Popular de Fraga su fagocitadota.

Elecciones de octubre de 1982
Supusieron el triunfo arrollador del PSOE. Era la llegada de la izquierda al poder desde el Frente Popular: habían pasado 46 años y 8 meses desde entonces. El camino de la transición a la democracia había concluido. La izquierda haría las últimas reformas hacia la democracia y gestionaría la entrada en la OTAN y en la CE (Comunidad Europea de entonces, hoy UE).
En esa legislatura la nueva sociedad española entraba en otra época histórica, enterraba definitivamente el franquismo y los nuevos problemas llegaban.

Felipe González
Elecciones de junio de 1986, noviembre de 1989 y junio de 1993
Fueron las elecciones que, con las de 1982, 89 y 93, conformaron los casi trece y largos años de “felipismo”. Una duración anómala. En una democracia normal, suelen ser dos legislaturas de cuatro años el ciclo político normal. El recuerdo del franquismo y su asociación a Fraga y la recién refundada AP en el nuevo PP, hizo que durase tanto el ciclo socialista, a pesar de los escándalos y “pelotazos”, tan distantes moralmente no ya del socialismo, sino de la más moderada socialdemocracia.

Elecciones de marzo de 1996 y de marzo de 2000
Fueron la transición a los nuevos retos del siglo XXI. El flamante PP de Aznar, el sucesor de Fraga, pilotaría ese cambio entre 1996 y 2004. El auge de la actividad económica de la construcción y de la burbuja inmobiliaria consiguiente, dieron una prosperidad engañosa. La apertura de España al exterior y su problemática internacional trajeron el atentado del 11-M y, con él, la caída del “aznarismo”.

Elecciones de marzo de 2004 y marzo de 2008
Es el periodo del “zapaterismo” y del nuevo PSOE sin Felipe González, pero con su sombra en persona de Rubalcaba. Una profundísima crisis económica y social de extremada gravedad mundial ha acabado con este ciclo socialista.

José Luis Rodriguez Zapatero
Elecciones del 20 de noviembre de 2011
La nueva llegada del PP por mayoría absoluta como en 2000. El gran problema que surge ahora: la representatividad del sistema electoral. ¿Cómo es posible que CiU tenga casi la mitad de votos que IU y esta última formación tenga la mitad de diputados? Hoy empieza la sociedad está empezando a cansarse del actual bipartidismo, que empieza, a su vez, a parecerse a aquél de Sagasta y Cánovas.

Mariano Rajoy

Como dije al inicio de esta serie: doscientos años de cultura liberal en España desde sus primeros brotes en 1812 y tan jóvenes son los verdaderos tallos de la planta: desde 1977. Paradojas de este país de inventos muy precoces, pero de muy tardío disfrute de los mismos.